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Julio Paz nació el 5 de noviembre de 1956, en Santiago del Estero. Durante su niñez vivió en la cuidad de Quimilí, en el interior de la provincia. En sus pagos se respira folklore tradicionalmente y así fue como Julio heredó el gusto por el canto y la música. A mediados de los ’80 decidió emprender viaje a Córdoba con el fin de estudiar y trabajar. Allí, los caminos de la vida quisieron cruzarlo con su comprovinciano Roberto Cantos, quien entonces se encontraba terminando la carrera de médico. “Vagaron” con sus coplas por cuanto rincón encontraron y se convirtieron rápidamente en los referentes de la “comunidad estudiantil”. En 1985, y tras descubrir la química que generaba la dupla, decidieron dar comienzo al Dúo Coplanacu. A partir de allí y casi en soledad, empezó una vertiginosa aunque dura carrera hacia lo que son hoy dentro del ámbito folclórico, pero los particulares condimentos de esa autogestión merecen ser contados por palabras del propio protagonista…
¿A qué se dedicaban antes de conocerse?
Nos conocimos allá por el ’85. Roberto todavía estaba estudiando medicina en Córdoba y yo estaba cantando. Yo llegué a Córdoba con la intención de trabajar pero la verdad es que en cuanto llegué me puse a cantar. Muchísima gente de Santiago va a estudiar a Córdoba y ese ha sido el destino de Roberto.
¿Cómo nace este dúo?
En Córdoba, desde el año 1982 en adelante, empezó como un renacer de las peñas. Las peñas eran lugares de encuentro muy importantes donde se bailaba, se guitarreaba y se cantaba. Allí pude escuchar y conocer al Dúo Salteño, a Cuchi Leguizamón, a Jaime Dávalos, a Hamlet Lima Quintana, a Dino Saluzzi, a Juan Carlos Baglietto, a Charly García, en fin, gente muy importante. En ese ámbito nos hemos conocido con Roberto. Una noche llegué a la peña y escuché cantar a un chango muy bueno que me gustó como cantaba porque era una cosa distinta, y ese chango era Roberto. Intercambiamos un poco de canciones y pasó algo que observo que hoy no pasa mas: antes los changos nos invitábamos a cantar. Bueno, nos juntamos y salía lindo, nos gustaba lo que podíamos cantar juntos y sin darnos cuenta nos hemos ido involucrando…
¿A quién le deben la herencia por la música?
Los dos hemos nacido en una provincia donde la música folklórica está en el aire, en la conversación de las personas, en las imágenes que uno ve, en los lugares donde vas a comprar, en los amigos, en las fiestas. Yo creo que ahí hemos incorporado una parte “grossa”. Pero además hemos tenido otros estímulos. En el caso de Roberto de don Paco, su padre, Francisco Cantos, un hombre que tocaba muy bien la guitarra. Escucharlo tocar a don Paco era una cosa muy linda, muy profunda y muy sentida, entonces Roberto tiene ahí esa herencia. Del lado mío tengo a mi mamá que canta muy bien, así que creo que el estímulo viene por ahí.
¿Qué significa Coplanacu?
¡Hemos dado vueltas para ponerle ese nombre! Porque nos llamábamos Julio Paz y Roberto Cantos o viceversa pero había que ponerle un nombre. Ponerle “Dúo Paz-Cantos” parecía como que éramos discípulos de Gandhi y no nos gustaba. Buscando en un diccionario de quichua encontramos que el sufijo “nacu” indica reciprocidad, encuentro, intercambio y bueno se lo hemos ‘pegado’ a la palabra “copla” como refiriéndonos a la copla de ida y vuelta, la copla recíproca, la copla de encuentro.
¿Cuánto tuvo que ver en el nacimiento del dúo la época en que se conocieron?
Mucho. Mucho porque la misma necesidad que teníamos nosotros como músicos de darle otra valoración a la música folklórica la tenía la sociedad. Lógicamente nosotros estábamos dentro de la sociedad y bastante involucrados. Siempre hemos tenido nuestras inquietudes en cuanto a lo social. Siempre hemos estado muy atentos con lo que política y socialmente ha pasado. Prestar atención a lo que pasa es una cuestión solidaria. Saber qué le pasa al otro. En ese momento había como una necesidad de revalorización. Era una época en la que se agarraban las canciones y “se les daba fiero” pero fuerte. A nosotros se nos generó la necesidad de cantar cada canción en su lugar. Las que eran para cantar fiero y fuerte cantémoslas fiero y fuerte, y la que había que escuchar, cantémoslas para que se las escuche. Desde nuestra óptica quisimos respetarla más y darle un enfoque más personal. En esa época cantaban todos como Los Cantores del Alba, todos como Los Chalchaleros, no faltaba los imitadores de Guaraní, de Cafrune. Para mi eran payasos porque Guaraní hay uno y Cafrune hay uno. Siempre me pareció tremenda esa parte; si uno lo hace como una payasada está bárbaro y lo felicito cuando más se parecen, pero cuando lo hacen como una cosa seria me parece tremendo!
¿El Dúo Coplanacu se caracteriza por su autogestión, como fue recorrer ese camino?
Muy lindo. Ha sido una parte que gracias a Dios la hemos podido vivir. La de pegar los afiches, la de no entender nada y tener que aprender. Esa parte de tener que entrar a un mundo que no conoces y aprender de ese mundo y pegarte cada frentazo! Producir tus espectáculos sin tener la más mínima idea. Ha sido muy divertido, nos asustábamos pero nos divertíamos mucho. Nos metíamos a lo hondo. Nos propusimos hacer un disco y lo hicimos y no sabíamos ni lo que era un disco! De hecho los tres primeros discos nuestros los hicimos nosotros. Ha sido muy lindo porque fue aprender. Salir a pegar los afiches a la noche, hacer los afiches, ir a la imprenta, ver como los hacen, salir y no saber ni con que los íbamos a pegar! Tener mil afiches y no tener ni idea con qué los íbamos apegar! Era muy gracioso eso… La primera vez pegamos, para todo Córdoba, veinticinco fotocopias que me acuerdo que eran unas fotos borrosas. Y salimos en un ciclomotor y un frasquito de engrudo a pegar todo. Al otro día creo que los únicos que los veíamos éramos nosotros. Yo pasé como dos o tres veces frente a los afiches (risas). Ese sabor de la autogestión… yo creo que muchos chicos que empiezan hoy tienen todo un aparato que mueve su historia y se pierden esa parte que hace luego a tu cuestión como artista. No sé si es fundamental pero se pierden una parte muy rica en lo personal. Perderte esa parte de la construcción de lo que vos sos como artista es “grosso”.
¿Cuándo se dieron cuenta que habían dejado de ser músicos de “under” para pasar a ser artistas reconocidos?
A nosotros nunca nos ha gustado estar en un lugar under pero hemos estado. Desde el punto de vista empresarial hemos estado en un lugar under pero yo creo que a nadie le gusta eso. Pienso que hay dos o tres músicos en el mundo que lo hacen consecuentemente. Nosotros hemos laburado mucho y también hemos tenido suerte. Suerte fundamentalmente porque fuimos los primeros que en ese momento social hemos tenido esa necesidad social de despegar con esta nueva forma. En ese momento nos decían que éramos los hippies y ahora resulta que somos otra vez los tradicionales… es muy loco eso. Nosotros hemos seguido laburando y siempre fuimos muy ordenados para trabajar. A pesar de como se lee de afuera nosotros siempre hemos usado mucho la cabeza a la hora del laburo, de la producción, y nos hemos complementado muy bien. Todo esto sirvió mucho para que salgamos de ese lugar Ander. Siempre hemos tenido claro que el trabajo te tiene que dignificar. Uno tiene que vivir bien. No porque seas músico tenés que dormir tirado en una cuneta, ni estar mal. Cualquier trabajo a uno tiene que dignificarlo. Fundamentalmente con honestidad y claridad. Creo que esa es la forma en que nosotros hemos avanzado y así la compañía (discográfica) vino a nosotros y no nosotros a la compañía.
¿Dónde dieron su primer recital como dúo consolidado?
Nosotros cuando hemos arrancado ya lo hicimos como dúo consolidado. Me doy cuenta que con mi cumpa hemos sido así desde que arrancamos. La primera vez que cantamos fue en mayo del ’85 en un lugar que se llamaba el Carillón. Sentimos que no se trata de as