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Notas
NOTA DE INTERÉS


01/04/2009

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RECORDAR


El ambiente folklórico llora la desaparición física del ex presidente radical Raúl Alfonsín, un hombre que permitió reavivar el sentido de esperanza en un pueblo argentino desolado y maltratado por la última Dictadura que gobernó al país desde 1976 a 1983.

Con la Democracia establecida desde la Plaza de Mayo hasta los extremos del territorio, no solo cambiaba la sociedad argentina, sino también el ambiente de la música popular maniatada y callada por los supuestos mensajes subversivos, totalmente en contra de los ideales del Proceso de Reorganización Nacional. 

El plumaje libre de los artistas soñadores se manchó con odio, con dolores de silencio, con miedos de muerte, tristezas de exilio y sorprendentemente, ganas de sobrevivir en tierras ajenas hasta que la libertad de la piel extienda sus alas para volver a cantar. En la época de la “Victoria disfrazada” en la Guerra de Malvinas, algunos cantores se animaron a volver a pisar su suelo para traer las letras que callaron los gobiernos de Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Benito Bignone.

En 1979 Mercedes Sosa, tras continuas amenazas, fue apresada en un Recital en La Plata junto a 350 espectadores, para terminar exiliándose en París y Madrid, esperando el regreso ansiado en 1982 con más de una docena de conciertos en el Teatro Ópera y más tarde, en el Estadio de Ferrocarril Oeste, un espectáculo que desembocó en el documental “Como un pájaro Libre”, acompañado de materiales con signos de libertad como “¿Será posible el sur?”.

“Argentinos… capaces de levantar con su aplauso el canto popular que tantas veces han querido silenciar torpemente; sus aplausos señalan el sentimiento vivo de un pueblo por sus cantores argentinos tantas veces manoseados y trampeados. Acompañan al cantor luego de tantos años porque ustedes saben que no les tembló la pera para denunciar a los canallas, asesinos, ladrones que lastimaron a nuestro pueblo” (16 de Agosto de 1984 en el Estadio Luna Park).

Horacio Guarany soportó el bombardeo de su casa porteña el 20 de enero de 1979; sabía que la condena por sus letras era la hoguera o el puñal en la espalda, por lo que se escondió en un gallinero de Valentín Alsina y tras encontrar cobijo en la casa de un amigo, debió partir a México y España con su poesía y su soledad.

El 17 de junio de 1976 la docente embarazada María Cristina y su pareja fueron secuestrados y desaparecidos ante la mirada de su hija de dos años, Yamila. De esta manera, la maestra soltó la mano de su hermano Víctor Heredia, que a pesar del dolor en la sangre de perder a su padre por la desaparición de Cristina y el canto censurado, no abandonó la lucha como voz del pueblo buscando aún en canciones como “Sobreviviendo” y “Todavía cantamos”, la libertad que precisaba un pecho manchado y atormentado para siempre.

En el cuarto disco, León Gieco dejó la esperanza escrita en “Sólo le pido a Dios” mientras Jorge Cafrune la cantó en Cosquín en enero de 1978: “Aunque no esté en el repertorio autorizado, si mi pueblo la pide, la voy a cantar”, y fue así que “Zamba de mi esperanza” levantó los pañuelos de la Próspero Molina. El 31 de ese mes, en homenaje al General San Martín, emprende una travesía a caballo hasta Yapeyú pero una camioneta, a la altura de Benavidez, lo atropella y lo mata sin haberse esclarecido el accidente jamás.

 Las cuerdas del zurdo ejecutor Atahualpa Yupanqui llevaron su música a París, mientras Los Andariegos, no pudieron superar las censuras y dejaron las guitarras separadas en tierras europeas; “Canción con todos” y el disco “Juanito Laguna” de César Isella fueron censurados y tiempo después dejó el país para regresar el 29 de Octubre de 1983 en un show en el estadio de Obras Sanitarias; Rafael Amor terminó respirando a España en su voz de protesta y testimonio mientras en México y Venezuela, El dúo Salteño llevaban sus arreglos y matices vocales.

Muchos más debieron escapar para vivir, como Chango Farías Gómez, Julia Elena Dávalos, Ariel Ramírez, José Larralde, Orlando Veracruz, y uruguayos vecinos como Los Olimareños y Alfredo Zitarrosa, por nombrar solo un pequeño puñado de “subersivos”.

El miedo al final del camino, miedo de golpear la cara contra la marea fría del océano o contra el duro mango de la escopeta injustamente autorizada, miedo de los puños y la electricidad en la piel, miedo al hambre y a la muerte solitaria, sin voz ni canto, sin guitarra ni poesía fueron causas suficientes para cruzar hasta caminos desconocidos, esperando el regreso que les atribuyera la voz de Alfonsín en la pobladísima Plaza de Mayo el día del retorno de la Democracia.

Pero la vuelta de los cantores del pueblo, no fueron las únicas alegrías: las peñas folklóricas y los festivales en Buenos Aires y el resto del país siguieron y nacieron; además el Festival de Cosquín, en su 24º edición, se ganó dos horas de trasmisión en vivo por Argentina Televisora Color durante cada una de las nueve lunas, desde que asumió el representante radical. También nació en 1986 el Festival de la Democracia que se realiza en Hasenkamp, Entre Ríos con el objetivo de crear un espacio sin censura para la canción popular.

Por lo tanto, hay luto en la guitarra de los cantores que sufrieron directa o indirectamente la última dictadura militar pero, por otro lado, hay reconocimiento al hombre que dio esperanza a un país sin camino, sin voz de queja ni pensamiento. Por ello y por la historia corregida, el folklore está llorando la muerte de Raúl Alfonsín.


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