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Habla como un seductor, con carisma. Su rostro y timbre de voz se aparenta al de Silvio Soldán, el de “un corte y una quebrada”. A él también le gustan los tangos y hasta los interpreta, pero se siente como pez en el agua cuando toca folclore. Las ideas que fluyen de su mente son atractivas, como las notas que se desprenden de su inseparable compañera: la guitarra.
Osvaldo Wilches nació en La Pampa y empezó a tocar a los seis años de oído la guitarra, cuando su familia vio que podía ser un virtuoso guitarrista como su bis abuelo. Su padre, un cantor surero que sólo actuaba para los amigos. Él, en cambio, un amante del instrumento, luchador incansable para que no se pierda la especie.
En el año 65, en Bahía Blanca, donde se graduó en el conservatorio, vivió uno de los momentos más preciados con la música: compartió toda una tarde con Don Atahualpa Yupanqui.
¿Cuál fue el consejo que le brindó Don Ata, cuando usted tenía quince años?
-De alguna manera me alentó y desalentó. Me dijo: ‘me han contado que tenés condiciones, pero no te vayas de boca, esto es muy difícil. Si perseveras, vas a triunfar’.
Como tantos otros artistas, sus primeros escenarios fueron en el colegio. Se vestía de gaucho y acompañaba a sus compañeros. Al poco tiempo se hizo solista y tejió su propia propuesta y repertorio. “Me dedico a hacer música de todas las regiones. Prevalece lo norteño, pero no faltan las chacareras y milongas”, especifica Osvaldo, que desde el año 66 vive en Mercedes, Provincia de Buenos Aires.
También cuenta con un repertorio propio…
-Compongo muy poco y es sólo música. Tengo una milonga que se llama “Allá en Ataliva”, que está en el penúltimo disco y que nació en una situación especial en mi vida cuando me sentí medio herido. Después con mi esposa hicimos otras cosas, ella le puso la letra. Según los que entienden, dicen que tengo más pasta de arreglador que de compositor. Además tengo unas variaciones sobre la huella titulada “Desde mi tierra”, que también fue grabada en ese trabajo.
Hace quince años trabaja en la Municipalidad de Mercedes y tiene un grupo reducido de alumnos ¿Nunca puedo vivir de la música?
-¡No! si he sobrevivido, que es distinto. El solo de guitarra no es comercial pero no lo voy a dejar. Es difícil actuar en un festival por la euforia de la gente. Me ha pasado de programarme al final, después de un conjunto chamamecero, y me costó cuatro temas para lograr el silencio.
Otros artistas como usted tampoco tienen espacio en los festivales…
-Yo miro los distintos festivales y digo que no me importa que un colega toque mejor o peor que yo, pero me gustaría ver más solistas de guitarra para que no se pierda la especie y para que la gente joven vea que existe esa forma de interpretación.
En el 85 debutó discográficamente con una placa a la que llamó “Osvaldo Wilches interpreta a Atahualpa Yupanqui”, en donde reunió con coherencia doce temas de Don Ata pero con un toque personal. Cinco años después presentó una propuesta diferente al plasmar Zamba del pañuelo, La Primavera y Latidos de mi corazón, de su esposa, entre otros.
Luego apareció un disco completamente folclórico en 2000 y “Mis mejores canciones” en 2004. Su último trabajo es “Mis sueños continúan”, que tiene la particularidad de haber sido dirigido musicalmente por el maestro Eddie Sierra.
Es el primer disco que cuenta con un director musical…
-Hasta ese momento yo grababa como se me antojaba. Ahora lo discutimos con él, aceptaba lo que me decía o la hacia como yo quería. Lo grabamos en su estudio Sonata y resultó una placa más tranquila, para escuchar.
Hay temas como El canto del arpa, Alfonsina y el mar, La finadita, Kilómetro 11. ¿Cómo fue la elección?
-Primero elijo lo que a mi me parece que es lo mejor. Luego converso con la gente y veo que es lo que gusta. Hay que tratar de repartirse entre lo que te gusta y lo que le gusta a la gente. No me puedo cerrar en grabar sólo lo que yo quiero. Eddie Sierra me dijo que hay que tocar para el público, si lográs que te guste a vos también, mejor. Conformar, pero que no se pierda la técnica y el buen gusto.
En todos tus trabajos se notan influencias de Ariel Ramírez, Atahualpa Yupanqui y Eduardo Falú ¿Fueron sus artistas a seguir?
-Claro que hay partecitas de ellos. Yupanqui porque me gusta por lo profundo y porque lo conocí. Falú porque llegue a esforzarme tanto que vos ponías un disco mío y creías que era él, pero eso no me sirvió porque cuando llegué a Buenos Aires me dijeron: ‘Falu hay uno solo, aporte algo’. Esa tendencia me quedo igual.