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Un viento suave acariciaba la noche coscoína, también un viento, pero muy potente llegó con su música a la Próspero Molina. Es que huayra significa “viento” y el grupo salteño echó a rodar la pelota de la octava luna como verdaderos goleadores del folklore.
Los Huayra, liderados por Juan José Vasconcellos y Sebastián Giménez, oriundos de la tierra de Güemes conmocionaron a la Plaza con la calidad de sus arreglos y su potencia sobre el escenario. Se destacaron con “La zamba del negro alegre”, “El diablo de Humahuaca” y una sentida versión de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, de Fito Páez, que fue coreada por todos los presentes. Los aplausos no cesaban y los salteños regresaron a escena: “Ya estamos mareados de tanto dar vueltas en el plato -bromearon-, estamos muy nerviosos. Gracias, no saben lo que significa para nosotros” y cerraron su actuación con aires mejicanos y la serenata “Volver, volver” que enamoró a más de alguna dama de la platea.
Desde la mágica San Luis llegaron las cuecas y todo el colorido del paisaje cuyano. Los puntanos de Algarroba.com mostraron lo mejor de su música con la pícara “Catador enólogo” y con una “Agitando pañuelos” que tuvo algunos toques de trompeta y un final a capella que sedujo a los asistentes.
El “Efecto chamamé” copó el Escenario Mayor con Rudy y Nini Flores. Los argentinos radicados en París demostraron que llevan en el alma los ecos de su Corrientes natal. Desplegaron páginas exquisitas como “Refugio de soñadores” y “Alma Guaraní” donde la guitarra y el acordeón se hermanaron en un abrazo al Paraná, que dejó en la plaza un hechizo de acordes y melodías. El dúo se despidió con una altísima versión de “Kilómetro 11”. La obra de don Tránsito Cocomarola se pobló de armónicos y formas misteriosas. Y así, reinventado, renació en las manos de estos talentosos músicos, dignos hijos de su tierra.
El bonaerense Pablo Achaval, con su voz clara y singular, cantó los tiernos versos de “He vuelto” y homenajeó a Alfredo Zitarroza con un fragmento de “Zamba por vos” que fue cantado por todos los presentes.
Llegaba el turno de uno de los máximos instrumentistas de nuestra música. Reconocido internacionalmente, Franco Luciani hizo hablar a su armónica como sólo él sabe hacerlo. El santafecino, que en 2002 fuera revelación de Cosquin, interpretó “Subo” con la pasión que lo caracteriza. Dijo: “Quiero trasformar la armónica en una acordeona de dos hileras, creo que nunca hemos tocado algo del litoral en el escenario y quiero regalarles algo del gran Tránsito Cocomarola” y las notas de “La colonia” comenzaron a bailar en la noche serrana y la armónica fue, sin duda, una acordeona. Sólo bastaba cerrar los ojos para trasportarse a las orillas del Paraná.
A penas minutos pasaban de las doce. Ya entonces se cumplía un año de la partida física de uno de los grandes de nuestra música y Nahuel Pafini, ganador del Pre Cosquín lo homenajeaba con su canción “Sin la voz de Chango Nieto”. El joven, con una voz entrañable y cálida emocionó a todos los presentes. Con su guitarra en el regazo este talentoso compositor dijo “Le doy gracias a Dios y a la música por poder estar en este escenario tan grande”.
En seguida, lo más refinado del cancionero pampeano se enamoró de la voz de Lucía Ceresani, que recordó a Don Ata con “Mi tierra te están cambiando” y retrató a un gran beato con “La huella de Ceferino”. Acompañada por su hermano Javier en guitarra, la joven nacida en Berazategui se despidió con “Pialando recuerdos” y un agradecimiento a “Don Argentino Luna, que nos trajo por primera vez a este escenario”.
Un juglar en la octava luna
La noche le abría paso a un embajador incansable de la canción, de la poesía. Víctor Heredia sembraba su arte y entre las cuerdas de su guitarra sonaba “Razón de vivir”. Rememorando los ciclos recorridos, Heredia le dijo al público: “Llevo 42 años cantando en Cosquín, así que mi vínculo con ustedes tiene 42 años” y entre el arrullo de los aplausos comenzó a escucharse “Ahora, Coraje”. Su voz de juglar persistente se unió a la del joven Emiliano del Río para entonar “Mara”. “Cosquín tiene memoria” aseguró el cantor y se dispuso a presentar algunas piezas de su último CD, Ciudadano. La plaza entera se vistió de poesía cuando Heredia recitó “Lo cierto”, dedicada a su hijo menor, Camilo, de a penas seis años. “Fue desnuda a Cuba y volvió vestida con música de Silvio Rodríguez”, dijo y cantó el poema. “Madrecita Cautiva”, con música de Jorge Fandermole, inspirada en nuestro país y sus penas emocionó a la Plaza en una jornada de remembranzas y melodías añejas.
Desde Ciudadano Heredia evocó la dolorosa “Demasiado” que menciona la dolora situación de los menores adictos al paco. Al respecto, destacó: “Hay ciertos comentarios sobre la inseguridad que me aterran. No se trata de bajar una edad, hay que hacer desaparecer los bolsones de exclusión. Hay que sacar a los niños de la calle, que tengan un pupitre y un lápiz en la mano antes que un cigarrillo de paco. Esa gente necesita afecto, no palos”. Y la Plaza entera se transformó en ovación ante estas certeras palabras.
La actuación de Heredia se completó con “Para que nunca se te olvide”, “Bailando con tu sombra (Alelí)”, “Ojos de cielo” y un bis con “Niños de plástico” y “El viejo Matías”. Agradecido y sincero, el cantautor brindó una de las actuaciones más celebradas de la octava luna, donde la poesía y las melodías más hondas fueron las verdaderas protagonistas.
Entre tangos y banderas salteñas
En seguida, una voz femenina llegó al Atahualpa Yupanqui, Belén -que en 1999 fue revelación de los espectáculos cal