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Fue la noche más esperada de las lunas coscoínas, por la calidad de artistas, por los silbidos exigentes de los presentes en varios momentos, por el revuelo que armó en el público la actuación del Chaqueño y su enojo por bajar del escenario en el tiempo pactado, por la ejecución del violín por Néstor Garnica, la quena de la experimentada Mariana Cayón y por el cierre de Peteco Carabajal, lo que significó que la sexta luna, fue, hasta ahora, la mejor de la 49º edición.
Hay un hombre bandeño muy elegante junto a sus músicos, valorablemente impecables, también acorde a la presentación dentro de un marco casi salteño; dentro del silencio tronó por el aire el gemido de un violín sobre la Próspero Molina y una introducción provocadora soltó la explosión de “Chacarera del violín”. Y como sin pedir permiso, Néstor Garnica cantó “Desnudo y viejo”, metiendo ese toque alegre y santiagueño.
Los matices llegaron desde “La Manogasteña”, en una muestra de habilidades en las dos manos, aprovechando todo el mástil de su instrumento, con los agudos bien marcados y tan difíciles de hacer, lo que demuestra la virtud salamanquera. La velocidad y las aptitudes quedaron enmarcadas en “El gato de la negra” y a ritmo norteño, acompañado por el charanguista de Los Duentes de la Salamanca, introdujo con “El humahuaqueño”, el huayno “Allá donde fui feliz”.
Llegó su final pero el público lo mantuvo en el escenario para escuchar una muestra de la danza húngara “Czardas de Monti” en el que el músico entregó toda la magia de las escuelas alemanas y holandesas que lo terminaron de pulir.
Los primeros silbidos de la noche llegaron cuando Garnica dejó su espacio para que Rafael Amor, poetizara al colchón insatisfecho, con canciones como “Con la libertad”, “No me llames extranjero”, “Corazón libre” y “Olor a goma quemada”. Se apaciguó la inquietud y el poeta consagrado, con su dicción como un cuento ejemplificador, acaparó a los presentes.
La ganadora del Pre-Cosquín en el rubro Solista Vocal femenina, Verónica del Villar, fue la antesala de la excelente presentación de la cafayateña Mariana Cayón. Su vestido naranja diseñado por Laura Cruz y su quena bien microfoneada fueron instrumentos materiales de la magia que desparramó con su velocidad y digitación mezclados entre cuecas, huaynos, canciones, tarantelas, carnavalitos y un cierre a puro “Tren expreso”.
La juventud esperanzada le tradujo en nervios a Miguel Ángel Gutiérrez, los sueños de llegar al escenario Próspero Molina: “Tengo Miedo”, le dijo el joven cantor formoseño Lázaro Caballero Moreno al maestro de ceremonias. A pesar de ello, ante el público se vio un niño despierto, vestido a lo “Negro Salvatierra”, alegre y contagiador de aires festivaleros. Fueron coplas populares, chacareras del chaco salteño y un chamamé bien litoraleño con que convenció al público que le pidió una más, y que mejor forma de despedirse que con una zamba dedicada a Cosquín y regalando su sombrero consagrador.
Fue el turno del grupo de danzas “Herencia”, que desde Japón llegaron al Festival para trasmitir en sus cuadros el amor por nuestra cultura.
Llegó el momento, la Plaza estaba llena por primera vez desde que empezó el Festival, todos lo estaban esperando y su nombre, libre al grito de gloria, se trasladó hasta las guitarras para cantar una tras otra: “Yo soy de allá”, “Semilla de pueblo”, “Envuelto en Llamas”, “Soy dueño”, “Culpable”, “La taleñita”, “Gatito pa´ Don Lucas” y “Mataco Díaz”.
El Chaqueño Palavecino provoca en la gente una algarabía increíble, su convocatoria es cada vez más multitudinaria y el impacto de su voz provoca una superpoblación de fanáticos con su nombre en gorros, remeras…
“Este es un homenaje a Don Horacio Guarany; dejando de lado las imitaciones, esta es mi versión”, comentó el amigo del Caudillo a quién le dedicó “Zambita de piel Morena”, “Allá por Suncho Corral” y “Cara i´mula”.
Pasaron chacareras del Chaco Salteño, valses, zambas y canciones antes que su sobrina, Marcela Ceballos llegue hasta el escenario para interpretar a dúo la “Zamba del Cara i´ mula”; posteriormente cantó dos veces seguidas “Puerto Tirol”, pero la última, acompañado por María Ofelia, hasta el momento que empezó el escándalo…
Cuando Oscar Esperanza introdujo “Abuelo del Carnaval”, Miguel Ángel Gutiérrez le anunció que el tiempo se le había cumplido y su cara de alegría se transformó en un enojo contraído por la gente que lo estaba mirando pero igual, sin disimulos: “Pa´ que carajo me han traído…”. Se despidió con “Amor Salvaje” y un mensaje avasallante: “Nos volveremos a ver, no se si aquí, pero en algún otro lugar”, dijo El Chaqueño.
“El cantor ha dicho ‘Hasta aquí llegué con mi garganta’, y del Chaqueño no vamos a decir que no quiere cantar”, expresó sin veracidad el maestro de ceremonias que fue “galardonado” con silbidos hasta que terminó la noche, a pesar de que Palavecino no quiso volver cuando le pidieron otra.
La gente enfurecida no supo valorar la excelente puesta en escena que ofreció la santiagueña Roxana Carabajal, por su bronca acumulada en la actuación del salteño.
Una procesión en adoración a San Gil, con todos sus bailarines de rojo y con una coreografía, con la inclusión de la cantante, fue un comienzo diferente en sus presentaciones. Además contó con la participación del bandoneonista “Cuervo Pajón” y sus brujos que lo acompañaron. El cierre con “La Pockoy Pacha”, dejó un sinsabor en la expresión externa de la cantante, debido a que la gente estaba todavía enceguecida por sucesos ya pasados.
Desde Santa Fe, Urbana Trío entregó un color diferente en su música folklórica como en “Zamba del carnaval”. M