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La lluvia susurró insistentemente sobre el suelo coscoíno, pero el rumor de la música lo hizo callar y, a pesar del frío, la quinta luna dejó algunas postales para el recuerdo.
Pasadas las once, Los 4 de Córdoba subieron al escenario dispuestos a jugar de locales. En un festival que viene de aniversario en aniversario, ellos no quisieron ser menos y compartieron con su público cuatro décadas de historia. “Estamos felices porque han pasado cuarenta años y no nos dimos cuenta”, afirmaron, luego de cantar.
Como toda fiesta, la noche tuvo invitados de lujo y Lalo Márquez se hizo presente para la “Zamba de Alberdi”, fue también una jornada de elogios y los cordobeses expresaron su admiración por los Chalchaleros, Los Fronterizos, Los Hermanos Ábalos y Leandro Lovato, entre otros.
Los amigos seguían sumándose a la celebración, Yaco Monti le puso romanticismo a la noche y recalcó que “lo mejor que le puede pasar a un pueblo es no olvidarse de sus cantores, de su folklore” y saldó la deuda de cantar sobre el “Atahualpa Yupanqui”, tras la ovación del público.
En su show de casi una hora, Los 4 de Córdoba ofrecieron sus versiones de clásicos como “El Olvidao”, “La Oma” -junto a Daniel Altamirano- y “Mire qué lindo mi país paisano”.
A pesar del frío la Plaza entera bailó y acompañó con palmas a estos grandes de nuestra música que aseguraron que “esta fiesta de Cosquín es única”, seguramente tan única como su estilo y su fidelidad al folklore de sus pagos, ése por el cual se los reconoce en el mundo.
No había estrellas en el cielo, pero la luz del malambo iluminó la jornada, de la mano de Oscar Licitra -ganador del Pre Cosquín- y del conjunto de malambo.
Algunas voces rinden honor a la música en su estado más puro. Opus 4 es un claro ejemplo de ello. Llevan también cuatro décadas de arte, representando a la Argentina en todo el mundo. El cuarteto se destacó con “La añera”, “Despertar” y una memorable “El día que me quieras” tarareada por toda la Plaza. Junto a la cantante Georgina Sáenz interpretaron “Pajarillo verde”.
Todos los presentes aplaudían de pie y el maestro de ceremonias Miguel Ángel Gutiérrez les pidió “una más”. Las estrofas de “Volver” del recordado Carlos Gardel se mezclaron con el viento y las voces de todos los asistentes que despidieron al grupo con un gran aplauso.
Cosquín muchas veces es testigo de momentos irrepetibles de nuestra música, la fusión del charango de Goldman con las seis cuerdas de Raúl Malosetti fue uno de ellos. El dúo inició su presentación con la cueca “La bolivianita”, según manifestó: “En reconocimiento al pueblo boliviano que hace dos días dio un voto positivo al referendo convocado”. Junto la recientemente creada Compañía de danza contemporánea interpretaron “Un día de agosto”, en lo que fue la primera aparición pública del cuerpo de baile.
“Muchos piensan que hay poca gente que toca el charango, otros pueden creer que lo que verán será un genocidio de mulitas, pero la mayoría son de madera”, dijo Rolando Goldman y aparecieron en escena “Los 100 charangos de América” - “que en realidad son 122”- para ofrecer una selección de huaynos. Ovacionados por un público que olvidó el frío para bailar de pie, se despidieron con un potpurrí de bailecitos en un merecido homenaje a este instrumento milenario de nuestra cultura.
Una de las cunas del mejor vino nacional no quiso estar ausente en esa noche: la Delegación de San Juan brindó un espectáculo en torno a la figura de Carlos Mombrún Ocampos. Músicos, bailarines y un ferviente locutor recorrieron postales de la vida el autor y danzaron al ritmo de “Entre San Juan y Mendoza”, “El chupino” y “Las dos puntas”. Las banderas de Argentina y de la hermana república de Chile flameaban en alto y se llevaron los aplausos de los presentes.
La luna rodó imaginariamente desde el Valle de Punilla hasta Callao, el pleno corazón porteño. El dos por cuatro se amaneció en la Próspero Molina y los aires del arrabal llegaron con “Los mosqueteros del tango”. Se corrió el telón y con vestimentas típicas de los personajes creados por Alejandro Dumas se vio a Guillermo Fernández -”Soy Athos”, dijo-, Rubén Juárez como Pothos y Raúl Lavié como Aramís. Entre bromas, aseguraron “Buscamos un lugar más seguro que Francia, por eso llegamos a Argentina; y como estamos en Cosquín somos los mosqueteros poncheros” y rasgando sus atuendos dejaron ver unos típicos ponchos.
El grupo de instrumentistas que los acompañaba, encabezado por el bandoneonísta Pablo Mainetti, demostró su virtuosismo con “La muerte del ángel” de Ástor Piazzolla. Luego, la garganta de Juárez escribió con “Tinta roja” y después de algunos tangos, Lavié se sumó a su compañero para entonar “Somos”, de Eladia Blázquez.
“El negro” hizo gala de sus dotes tangüeros con “Balada para un loco” -también piazzollana y con letra de Horacio Ferrer-. Mientras cantaba los últimos veros de “Naranjo en flor”, Fernández superpuso fragmentos de “Los mareados”, generando un ambiente que embriagó de arrabal a los presentes.
Los mosqueteros encantaron a la Plaza, no sólo con sus voces sino con su humor. Entre parlamentos que hicieron reír a muchos, los tangüeros intentaron bailar malambo y con sus chistes dibujaron una gran sonrisa en una noche fría, pero llena de música y espíritu gardeliano. El público aplaudió de pie a uno de los mejores espectáculos de la noche y los músicos se retiraron agradecidos.
Entonces llegaron los que sabían bailar en serio y con el contrapunto de malambo entre los ganadores del Pre Cosquín 2007/2009 uno de nuestros bailes característicos mostró la amplitud de sus posibilidades y la destreza los gauchos de nuestro país.
Seguidamente, la Delegación de Chile dejó clara muestra de la riqueza cultural de nuestro país hermano, con músicas y danza