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La Plaza Próspero Molina vivió ayer en la noche calurosa coscoína, el comienzo de la edición 49º del Festival más grande del folklore popular argentino y latinoamericano en una jornada de color y danza en el que deslumbraron Los Alonsitos, Illapu y Los Carabajal.
“Hoy Cosquin se siente diferente; ya la luna lo abraza y durante 10 días teñirá sus noches de música, canto, poesía y danzas…”, comentó el Cura Párroco luego del Himno Nacional, y a su término, la atención de los espectadores desembocaron en los cuadros del Ballet Camín y Ballet de la Costa que interpretaron con un vestuario vivo y argentino, El Himno a Cosquin, dejando al aire el grito de “Argentina, argentina...”, mientras de fondo, las campanas de la iglesia repicaban al ritmo de cada latido acorazonado, cuando Fabián Palacio gritó con alma y vida “Aquí, Cosquín, capital del folklore”.
Hubo una voz quebrada, emocionada, honesta y expresiva en Miguel Ángel Gutiérrez, bañada por los fuegos artificiales, que dejó atónitos al público y al periodismo: “El corazón argentino late como nunca en esta plaza que es de todos, que los encuentra reunidos; aquí estamos argentinos, para cantar nuevamente las cosas que merecen ser cantadas en este escenario que lleva el nombre del gran Atahualpa”.
La apertura, a puro ritmo chamamecero, estuvo a cargo de Los Alonsitos que, con sonido desacelerado y provocador, largaron las riendas de “El Toro”, e hicieron una recorrida por su rica trayectoria con temas como “Un Chamamé y un carnaval”, “Puente Pexoa”, “No quisiera quererte” y “El bolichero” sin olvidar de dedicarle a la tierra anfitriona una “Serenata de la luna coscoína”.
Su vuelta al Atahualpa Yupanqui será el lunes 26 cuando compartan el escenario con Antonio Tarragó Ros, Los de Imaguare, Mario Bofill y “La Novia del Paraná” Ramona Galarza para realizar el espectáculo “Viva el Chamamé”.
Luego fue turno de los ganadores del Pre Cosquin 2008, Dúo Moire que interpretaron una chacarera y “Chamamé de los esteros” y después , la Delegación de La Rioja, con un recorrido por su música natal, serenatearon la noche con poesías llenas de pertenencia, musicalmente perfectos con arreglos a siete voces y con un repertorio descatado en las que incluyeron la zamba de José Jesús Oyola “Serenatas Riojanas” y los éxitos “Llorando estoy” y “Carnaval en La Rioja”.
La dulzura vocal de Micaela Rivero sorprendió con una nueva versión de “Resistiendo” y tras ella, el santafesino Cristian Guzmán demostró actitud y elegancia al empuñar la guitarra y extraerles los latidos de “Balderrama”. Posteriormente el interprete riojano Tubo Moya fue la antesala del cordobés Carlos Di Fulvio, totalmente ovacionado por su experiencia escénica, su guitarra de concierto con micrófono de aire y su forma de contar las historias como en “Chacarera de las juntas”, “La Telera Tulumbana”; “Coplitas para mi muerte” y a pedido de la gente “Campo afuera”.
La hermandad en los acordes, en el pentagrama y en la expresión cultural trasladó el pecho argentino hacia Chile y allí, Illapu, levantó su voz y el de su gente con “Candombe para José” mientras una bandera chilena perfumaba el aire de la plaza. El repique de palmas se hizo incansable cuando “Zamba de Lozano”, gritó presente junto al Dúo Coplanacu.
Su música, ya perteneciente al espacio popular, con guitarra, charango y vientos caminaron solas entre los espectadores quienes disfrutaron de “Sin cero Positivo”, una selección de sayas instrumentales y “Morena esperanza”, entre otros.
En Santiago del Estero, camino a Ashpa Sinchi, la armónica recordó las melodías de Hugo Díaz y el heredero de ese compromiso, Paco Garrido, volvió a Cosquín a ritmo de chacareras y un himno en su instrumento como “Agitando pañuelos”.
Desde Villa María, Los Soñadores mostraron su repertorio y tras ellos, otro grupo experimentado como Cantoral, regresaron al Atahualpa Yupanqui para demostrar nuevamente su trabajo en arreglos vocales, corales y armonías complejas.
Llegó el turno del jujeño Bruno Arias quién, con la humildad de su voz y la simpleza de un comprometido deber por su pueblo, regaló en el escaso tiempo que se le otorgó, un pequeño espectáculo que quedó en el público como una gran marca escénica, aclamando con el trinar de los aplausos, más canciones del joven artista; sonaron “Quebrada de sol y de luna” y “Changuito, voz de urpila”, y cerró a puro carnavalito junto con el Ballet Raíces Jujeñas dirigido por Jorge Corbalán.
Tras “Chacarera de las piedras” y “Sobreviviendo”, interpretados por Los Jilgueros, la plaza quedó a merced de un bombo legüero que golpeó su corazón hasta que cuatro cantores, hijos de La Madre de Ciudades, llegaron, vestidos de blanco, como en un signo de pureza y libertad.
Era el tiempo de Los Carabajal, un espacio para que los pasillos sean el patio de tierra de campo adentro en donde la polvareda queda dormida en la piel reseca. “Alma de rezabaile”, “Cuando muere el angelito”, “Cuando me abandone el alma” y “Rubia Moreno”, solo fue un humilde comienzo.
La guitarra del zurdo Carlos Cabral fue una simple compañía para el color de su voz cuando cantó “El antigal”; también hubo homenaje sentido desde la voz de Musha a Jacinto piedra, el poeta y cantor dedicado a la paz, al canto a la libertad, fallecido en los noventa y al terminar “Penas y alegrías del amor” fue acompañado por la gente. La voz de Cabral introdujo el huayno “La estrella azul” y el cierre con “Desde el Puente Carretero”, dejó la huella de aquella construcción historia, actualmente en remodelaci&o