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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA


26/11/2008

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RECORDAR


El último artista consagrado en Cosquín actuó, por segunda vez en el año, en el Teatro Ópera con una puesta en escena sumamente detallista y moderna. Compartió el escenario con Lito Vitale, Marcela Morelo, Andrés Giménez (ex ANIMAL) y en la voz del actor Gastón Pauls se escuchó un escrito de Daniel Toro, creado especialmente para estos espectáculos.

Así fue la noche en que se cumplía exactamente un año del lanzamiento de su último disco La llave, la misma que lo vio emocionarse hasta las lágrimas cuando  repasó una década de carrera. “Es increíble para mi repetir esta locura. Lograron que una persona de este mundo sea feliz”, dijo un Abel Pintos quebrado, que vestía camisa blanca y anteojos, corbata y pantalón negro.

Es difícil no estremecerse al escucharlo cantar, mientras que sus manos y gestos se retuercen en el aire con sutiles movimientos. Es que Abel, cada vez que hecha a volar su talento para que todos bailen con su voz, parece desnudar como nadie los sentimientos que lleva adentro.

Y con esa forma profunda de interpretar, que ya se convirtió en su marca registrada, aparecieron -en el primer tramo del recital- canciones con su firma: “Tiempo”, “Sueño dorado”, “Hasta aquí” y “La llave”, tema dedicado a sus seguidores.

Más adelante, “El sabor del mar” llegó con dos grandes invitados: Lito Vitale en piano y Andrés Gimenéz en voz. Luego, Marcela Morelo lo acompañó en los enganchados “A veces pasa” y “Para saber”.

Con “Para cantar he nacido” regresó a aquellos primeros pasos artísticos y con “Eternidad” alcanzó el momento de mayor intimidad. Los enganchados “Simple canción”, “Ofrezco”, “Soledad”, “Sin principio ni final” y “Más que mi destino”, le sirvieron para arrancar suspiros entre sus seguidoras adolescentes, mientras que las letras hondas en contenido social, como “De amor y de guerra” y “Huracán” encendieron una reflexión interminable.

El final ya estaba anunciado, pero todavía lo mejor estaba por venir. En penumbras, la historia del “El Antigal” fue relatada por su autor Daniel Toro en la voz en off del actor Gastón Pauls, que acaparó toda la atención de la sala:”…El antigal es un cementerio camuflado entre cerros en las alturas… El antigal muestra en síntesis el drama final de una raza: el Inca, ex dueño de parajes del cielo, donde el satánico invasor hizo añicos una raza soberana en su tierra (cultura, códigos, costumbres, ciencia, el amor, la paz, y la libertad)…. En las montañas, miles de cactus como mutantes manos incásicas se elevan al sol implorando al cielo justicia a la luz del Dios sol, quien aún alumbra sin saber que esa raza fue masacrada por el bárbaro ataque del invasor…”

Abel se posó con los ojos cerrados al filo del escenario y en compañía del máximo silencio. Como en aquella noche consagratoria del festival Cosquín 2008, a capella entregó “El antigal” con expresiones absolutas y golpes de puño, que hacían aún más sensible su canto.

El público todo se puso de pie y admiró al artista, que por un prolongado espacio de tiempo recibió una ovación unánime. Entonces, ya no había nada más que decir.

Abel Pintos logró instalar en cada uno de los presentes una variada mezcla de sensaciones: amor, nostalgia, alegría y dolor.  Transmitió con simpleza los conceptos de su último disco La llave, para coronar definitivamente sus diez años de carrera. Y lo hizo acompañado por una sala colmada de reconocimiento hacia un artista que creció en todas las formas.


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