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Notas
ENTREVISTA

UN ARTISTA NECESARIO


29/10/2008

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RECORDAR


El prestigioso cantautor santiagueño rememorará, el viernes en el Teatro La Máscara, las canciones de su último disco Entre el monte y la ciudad y aquellos clásicos que le resulta imposible dejar de cantar. En esta entrevista el creador de “A Don Ata” no se calla nada…

Su primera herramienta de trabajo no fue la guitarra. Papá Quiroga se había quedado ciego accidentalmente y él, a los once años, tuvo que salir a pelear la vida con un cajón de lustrar zapatos. Caminaba de su casa al centro de la ciudad golpeando las puertas de las casas para ofrecer su trabajo. ”Si tendría que volver a vivir elegiría sin ninguna duda la misma vida. No tengo rencores, eso me ayudó a construir el hombre que soy hoy”, afirma orgulloso Mario Álvarez Quiroga.

Empujado por su padre, en el año 73, llegó a Buenos Aires y trabajó de albañil, lava copas, operario en un fabrica, camillero de una ambulancia y vendedor de cuadernos y lápices en las villas. “Se me hizo difícil aquí pero me ganaba la vida para poder mantener el cantor que siempre vivió en mí”.

También hiciste esculturas, un poco resignado con las políticas impuestas por los dueños de las peñas…

-Es que uno iba a las peñas con su guitarrita, con la ilusión, con el único traje que tenía, hasta que me di cuenta que el bolichero lo único que quería era ganar su plata y ni siquiera te preguntaba cuánto te había salido el pasaje de colectivo. Él no tenía idea lo que costaba mi desvelo y yo tenía que comer al otro día. Una vez Yupanqui dijo algo muy doloroso, que regresaba a su casa de actuar y metía la mano al bolsillo y se encontraba las tarjetas del Ministro tanto, del Diputado tanto. Tenía un manojo de tarjetas que ni siquiera podía hacer un plato de sopa con eso. Entonces me di cuenta que no había venido a Buenos Aires para eso, quería otra cosa para mi música, para mi arte. Dejé de andar en las peñas y empecé a guardar lo que cantaba para los amigos y a andar por las calles con las tallas de madera.

¿Y cómo te fue?

-Llegué a hacer muchas muestras en La Rural y mis obras andan por Francia, Alemania o Venecia. No había plazas en donde yo no estuve. Era tiempo de la democracia que trajo el Dr. Raúl Alfonsín, que mucho no nos sirvió porque hoy nos sucede algo tremendo a los argentinos: a alguna bala la podes esquivar, pelearle palmo a palmo, pero ¿cómo hacés para esquivarle a la indiferencia total de la democracia cuando todo lo hacen por decreto y no podes hacer absolutamente nada? ¿De qué nos sirvió?

Mario Álvarez Quiroga participó durante cuatro años en la Chacarerata Santiagueña como invitado, hasta que en el 88 Cali Carabajal lo llama para integrar el emblemático conjunto Los Carabajal. Con ellos empieza a mostrar los primeros retazos de sus composiciones y graba en un disco cinco canciones de su autoría: “Romance de aquél hijo”, “Tierra madre chacarera”, “Tiene sentido la vida”, “Anduvo nomás” y “Penas y alegrías del amor”.

Luego emprendés tu carrera solista…

-Me separé y comenzó la otra lucha. Cuando yo creía que ya me conocían las discográficas, me di cuenta que no le interesaba la primera voz de Los Carabajal.

¿La otra lucha?

-La otra lucha porque yo me iba con mi cassette y no le interesaba a nadie. Después de cinco años me encontré con el dueño de Cristal Music y editó Penas y alegrías del amor. Desde ahí fue todo diferente. En el 96 Cosquín me recibe y me da la Consagración, en la primera actuación que tuve como solista.

¿Sentís que la Consagración de Cosquín tiene actualmente la misma jerarquía que cuando la recibiste vos?

-¡No tiene nada que ver¡ Cosquín perdió aquella magia de los años 60, la de Jorge Cafrune, Hernán Figueroa Reyes, Los Nombradores, Jaime Dávalos y “Cuchi” Leguizamón, el “Chango” Nieto…. Los consagrados eran realmente talentosos. Después hubo un gran impás donde las consagraciones dejaron de existir, no estaban bien dadas. Yo creo, y no lo digo de pedantería, pero la mía fue una de las últimas con la de Los Nocheros o Soledad. Después no fueron interesantes, por ahí la de Abel Pintos, pero no surgieron el efecto que se hayan ganado el calor popular de la gente.

En pocos días vas a editar un CD y un DVD del recital que brindaste el año pasado en Buenos Aires…

-Después de casi un año lo vamos a editar porque no fue fácil compaginar y elegir lo mejor y estoy contento porque no va a ser un disco más. Fue una noche interesante porque es la primera vez que hago un disco en vivo. Llevamos un estudio al Teatro Empire y armamos todo. Hicimos un espectáculo de casi tres horas, donde grabé canciones con versiones nuevas, que no lo había hecho nunca, como Penas y alegrías del amor o Romance de aquél hijo y también registré el tango Nada. El resultado es un disco que se llama Mario para escuchar y un DVD titulado Mario para ver.

¿Como te llevás con SADAIC?

-Nadie controla la venta de los discos. Nuestra identidad no se preocupa por eso y además sólo te paga los derechos de autor sólo en el furor de la obra. Es lamentable lo que digo pero no se puede hacer nada con los discos truchos, porque no se puede castigar con una pena. Cada disco me sale 30 o 40 mil pesos, después lo ves tirado en una vereda y un policía lo mira y no hace nada. La pena debe ser estar preso y no entrar por una puerta y salir por otra.

Pero Penas y alegrías del amor todavía tiene vigencia…

-A la hora del cobro no refleja jamás lo que debería pagar. Insisto, tampoco nadie controla a SADAIC y le da demasiadas ventajas a las compañías grabadoras. La DGI está detrás de nuestros bolsillos y a mí el Gobierno no me da trabajo. A muchos otros cantores sí, que ya sabemos cuales son y puedo dar nombres: Mercedes Sosa, Teresa Parodi, Víctor Heredia, León Gieco…. Hace unos días se publicó lo que cobraron en un viaje que hicieron representando al país y es vergonzoso. Hay una cantidad de cantores que son ignorados por el Estado, pero sin embargo sí comen de nuestros ahorros.

Pese a todo esto, sos de levantarte feliz todos los días…

-Me levanto feliz hasta que salgo a la calle, una vez que te enfrentas a la calle se te termina la sonrisa. Tengo un gran dolor y me duele profundamente lo que digo pero bueno, es el país en el que vivo, en el que nací, en el que me crié y del que nunca me fui ni me iré porque sé que hago falta aquí.


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