Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA

Luna Park


21/05/2005

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RECORDAR


Varios sapucay se escuchaban en la noche fría con una luna brillante de la Capital Federal. Paradójicamente y para no perder la costumbre, llegaban volando sobre la avenida Corrientes. Caras felices, acentos del litoral se sentían inmediatamente. Grupos de amigos, amigas, grandes y chicos. Todos por una misma pasión, sentimiento o como guste definirlo: el Chamamé. La brisa fría llegaba desde el río que no estaba a más de diez cuadras del estadio Luna Park, sitio histórico de la ciudad de Buenos Aires, donde se sintieron las piñas más fuertes del boxeo nacional, donde el deporte vibró y sigue vibrando y donde también las voces más privilegiadas del canto nacional e internacional tuvieron su noche.
 
UNA MÁQUINA IMPARABLE
Este espectáculo de chamamé reúne a varias de las figuras más reconocidas del género en la actualidad. Han pasado por el escenario de Cosquín, en este año. Han recorrido varios escenarios del país. Han hecho seis teatros a lleno total en la calle Corrientes. Una de las claves del éxito puede ser la enorme cantidad de argentinos que han nacido en el litoral y llegan a la gran ciudad, y encuentran en este espectáculo una gran paleta de colores donde cada uno pinta a su lugar, a su pueblo con el pincel del recuerdo. Cientos de cuadros quedan para siempre en la memoria de la cultura popular argentina.
 
NADA ES TAN SIMPLE COMO PARECE
“Estilos distintos de los mejores. Vamos a buscar ahora los sonidos de otro señor: Isaco Abitbol”, invitaba desde el escenario el correntino Mario Bofill. Con sus músicos recorrían las distintas maneras de expresarse que han tenido los grandes patriarcas del chamamé. No tardaban en bajar y explotar en el aire decenas de sapucay, todos con vibraciones distintas, pero rotundos en su emoción al salir desde el alma. El enorme espacio estaba cubierto en su totalidad. Todavía nadie había salido a bailar, pero pronto se iban a armar las parejas, algunos que fueron solos invitaban a bailar a algunas que fueron solas y las parejas salían al pasillo, devenido en pista bailable. “Este otro señor, nacido en Curuzú Cuatiá (los nativos de esa localidad pegaban un grito y levantaban sus manos), musicalmente vivió mucho tiempo en Rosario, ¿quién puede ser? El papá de Antonio, el viejo Tarragó Ros. Estilo así...”, ejecutaba Mario. Los aplausos no paraban de sonar.

Apenas Mario y su conjunto terminaban de abrir las páginas del gran libro del Chamamé, Marcelo Iribarne saludaba y daba las buenas noches al público adelantando: “también está pensado llevar este espectáculo al Teatro Colón de Buenos Aires y de gira por Europa. Así que no se sorprendan si por ahí, al empezar el mundial de Alemania el año que viene, la canción oficial sea Kilómetro 11. Puede pasar cualquier cosa”. Ovaciones desde los cuatro laterales llegaban al corazón del espectáculo.
 
Carismático, el locutor de Suipacha , provincia de Buenos Aires, presentaba: “Entre los protagonistas de este espectáculo, saben ustedes que tenemos a una mujer. Esa mujer es la novia del Paraná. Esa mujer no se imaginan lo contenta que está esta noche de formar parte de este espectáculo. La última noche que había cantado aquí en el Luna Park, fue en el año 1993, con el espectáculo Correntinas junto a la señora Teresa Parodi. Esta noche la vamos a invitar al escenario y va a venir con su voz limpia y cristalina. Los invito a ponerse de pie para recibirla. Es una gran figura. Esta noche canta Ramona Galarza”. La piel de gallina no tardaba en llegar y vestida de gris, Galarza hacía su aparición sobre el escenario: “Gracias, muchas gracias. Por favor, siéntense. Siéntense. Muy amables”. Estupenda, una artista con todas las letras. Un orgullo para la música popular argentina sobre el escenario, entrando por la puerta de los recuerdos, por un camino que la mayoría de los presentes lleva consigo. “Cuando pienso en mi Corrientes, lamento no estar allí”, empezaba a cantar la novia eterna del Paraná, “Lunita de Taragüí”, mientras una sucesión de fotos históricas de la cantante eran proyectadas en la pantalla gigante detrás suyo. La Virgen de Itatí, un atardecer en el río, los pescadores. Todas imágenes que quedan en la retina del hombre del litoral. “Neike Chamigo”, cantaba Ramona y las primeras parejas creaban con el balanceo la pista de baile. Ante cada interpretación de la correntina las miles de personas que colmaban el lugar pegaban un grito, suspiraban o aplaudían pero nadie podía permanecer inmutable ante su voz y el acompañamiento del acordeón y la guitarra.
 
En la tribuna una bandera decía “La Cruz”. Ramona se lo hizo saber a su acordeonista Honorio Zerpa y él agradeció. “Merceditas” no se hizo esperar. Una señora se ponía de pie ante cada interpretación de la correntina. Revoleaba su abrigo y se volvía a sentar por escasos minutos. Otro sapucay estallaba en el aire. “Loreto”, “Esquina”, mostraban una superioridad correntina entre los asistentes. “Yo quiero invitar a unos jóvenes que conozco desde muy niños, desde muy chiquitos los conozco. Entonces si ustedes me permiten yo quiero darme el gusto de invitar a Los Alonsitos para cantar una canción”, decía la correntina y los aplausos invitaban a los cuatro integrantes del conjunto chamamecero. La obra elegida para compartir fue “Puente Pexoa”, un clásico del repertorio chamamecero y en la pantalla se lo veía fotografiado al autor de ese éxito, Tránsito Cocomarola sobre el Puente Pexoa. En la sucesión de ritmos del litoral, acompañados por la presencia de Ramona, el Litoral Ballet empezaba a ponerle más color y movimiento al escenario. Una puesta impecable. “Te quiero Ramona”, fue uno de los gritos que agradeció la cantante, quien por un rato se bajó del escenario para dejarle el lugar a Los de Imaguaré.
 
“¿Hay gente de Mercedes ésta noche acá?”, preguntaba Marcelo Iribarne. Y gran cantidad de manos se alzaban orgullosas. Continuaba el suipachense: “Bienvenidos a todos. Esta formación musical nació el 5 de julio de 1977. Este proyecto cultural y musical, de la mano de dos por entonces jóvenes: el recordado Gringo Sheridan y Julio Cáceres, siempre con la espera de algo nuevo en las tradiciones”. Los de Imaguaré se lucían sobre el escenario. “Yo soy sangre en movimiento y el es paisaje que va. Me gusta andar en el viento y es porque me gusta andar empujado por los sueños. Y empujando a los demás. Yo sé que no empujo solo y alguien me empuja al caminar”, recitaba Julio Cáceres.
 
Las imágenes se vuelven a repetir por la fuerza de la música: las parejas se vuelven a adueñar de los pasillos, los sapucay estremecen los corazones. La pantalla sigue proyectando imágenes de la tierra litoraleña. Ríos y soles los más recurridos. Los de Imaguaré regalan talento y alegría, como cada uno de los protagonistas de la noche privilegiada del chamamé nacional. Cáceres marcó un momento emocionante en la noche y dirigiéndose al público expresó: “soñemos mis hermanos, alcemos los ojos, juntemos las voces: viva la Patria argentinos...”. Junto a Mario Bofill homenajearon al padre de la Patria, Don José de San Martín, con un chamamé.

PILARES DE LA HISTORIA
Uno de los momentos más esperados de la noche, era la aparición de uno de los grupos invitados. En este caso fue el turno de “Trébol de Ases”, el conjunto correntino integrado por Salvador Miqueri, Avelino Flores y Alfredo Almeida. “Salvador, cuya canción ya se instaló en los oídos con sus versos concebidos con genuina inspiración. El bandoneón de Avelino dueño de un estilo incomparable, Alfredo el ejecutor de la guitarra, de encuentros de madrugadas...”, presentaba Quico Vallejos, el presentador que acompaña a la formación tradicional.
 
Las miradas se detenían sobre el escenario. La historia viva del chamamé estaba en marcha en la Capital Federal de la República Argentina. “Cuando en el patio de tierra de algún rancho correntino, con tino y alegría una b


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