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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA

UN OASIS EN EL CAOS


26/09/2008

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RECORDAR


En uno de los cuentos de Abelardo Castillo se puede leer esta frase: “Hay cosas, palabras, que uno lleva mordidas adentro y las lleva toda la vida, hasta que una noche siente que debe decírselas a alguien, porque si no las dice van a seguir ahí, doliendo, clavadas para siempre”.

De una manera similar Guillermina Beccar Varela, la noche del miércoles 24 de septiembre, explicaba por qué un día, casi a punto de estallar, se animó -en buena hora-  a expresar sus sentimientos mediante el canto cuando tuvo conciencia de las emociones que generaba en los demás.

Y ese ánimo de confesión no podía darse sino en el ámbito propicio que posee el escenario del restaurant Floyd, en Tucumán 874, un lugar agradable en el microcentro porteño.

Dentro del lugar los diferentes cuadros colgados de parejas bailando, flores y distintos objetos, sumado a las velas encendidas de cada mesa componían una atmósfera entendida como de otros tiempos, alejada del caos y hastío que día a día se produce en el microcentro, y daban el marco ideal para una buena jornada musical.   

El encuentro comenzó cerca de las 22 cuando Gustavo Pometti (Guitarra), hizo sonar los primeros acordes de  “Las Golondrinas”,  de Jaime Dávalos y Eduardo Falú. Para el siguiente tema llegaría el primer invitado de la noche: el armoniquista rosarino Franco Luciani. Los tres hicieron “Zamba del pañuelo”, del Cuchi Leguizamón y Manuel J. Castilla.

Ante el conmovedor aplauso que despertó la presencia de uno de los músicos más notables y talentosos, Guillermina comentó entre risas: “Sabía que si venia Franco, yo no iba a poder seguir cantando”. Porque lo cierto es que este gigante de la armónica cromática absorbe buena cantidad de aplausos.

Más tarde llegaría el turno de que suba otra de las invitadas: la cantante misionera Cecilia Pal para interpretar “Pan del agua”, del gran Ramón Ayala.

En la “sección” de los tangos, Guillermina arrancó con “El último café” y Franco acompañó sacando nostalgias de bandoneón con su armónica.  Y como para no perder esa línea continuaron con “El Matecito de las Siete”, de "Coqui" Ortiz, “No hay un instante en el que no te nombre”, de Rafael Amor y “Quién te amaba ya se va”, de Alberto Rodríguez Escudero.

Para la despedida hicieron el tango “Nostalgia” y en los bises a pedido del público la zamba “La Tempranera”.

Si recurrimos a una definición de arte que dice que es una experiencia que vivimos que puede ser del tipo intelectual, emocional, estético o bien una mezcla de todos ellos, podemos afirmar que con Guillermina Beccar Varela ese camino siempre va a estar bien garantizado.


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