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El riojano asegura que el ídolo en su provincia es su mamá y que heredó de ella el amor por ayudar a los necesitados. Además considera que no es un invento de nadie, que canta de corazón. Actuará el 6 de septiembre en el Teatro IFT.
Que Dios está en todos lados pero atiende en Buenos Aires, es cierto y Sergio Galleguillo bien lo sabe. “El país interior que yo vivo es genial. Por ejemplo, Tucumán tiene 3.000 festivales y nosotros vamos a 2.500, pero llegar a la Capital siempre ha sido difícil y si no reventas acá a nivel prensa es como que nadie te conoce”, reclama este riojano que a fines de la década de los noventa fue el responsable, junto a sus amigos, de que temas como Agitando pañuelos y Del tiempo i’ mama vuelvan a sonar en todas las guitarreadas.
Sin embargo, los desafíos están a la orden del día. El 6 de septiembre en el IFT volverá a actuar en un teatro porteño, y a fines noviembre en el Luna Park participará del folklorazo nacional en el festival de Sin Estribos, junto al Chaqueño Palavecino, Soledad, Peteco Carabajal, Los Tekis, Coplanacu y Raly Barrionuevo, entre otros.
EL LEGADO DE SUS PADRES
Sergio viene de una familia muy humilde. Su papá cuando era chico trabajó en el ingenio azucarero de Jujuy, donde también fue boxeador. “Tenía una disciplina impresionante para el deporte pero como todo boxeador terminó mal. Cuando se le acabó la gloria se le fueron los amigos, entonces empezaron a trabajar con mi mamá en un circo. Hacia exhibiciones de boxeo y a ella la colgaban del pelo y brindaba un espectáculo de teatro”.
¿Entonces fue tu papá el que te inculcó el deporte?
- Él me decía que teníamos que hacer deportes porque hacía bien para el cuerpo. Nos enseñaba a boxear y quería que fuésemos boxeadores a toda costa, por eso cada día del niño, reyes y cumpleaños nos regalaba guantes. Me acuerdo que un vez con mi hermano Carlos -autor de varios de los temas que interpreta- le dijimos que no nos gustaba, nos sentó y dijo: “Tienen que elegir un deporte y ser los mejores porque sino, no lo hagan”.
Así fue que en los momentos libres tocaba la guitarra mientras que con el tenis alzaba trofeos en las categorías pre infantil, infantil y menores. En realidad, confiesa que se destacaba para que su padre no lo rete y lo haga buscar leña. Y aunque resulte difícil de creer, cuando el paddle se puedo de moda fue el número uno en su provincia y hasta llegó a participar del mundial que se realizó en Mendoza.
¿Y de tu mamá Mabel que aprendiste?
-Ella era otra genia. Fue muy grosa por su obra social muy comprometida que hizo hacia la comunidad de La Rioja. Hay plazas y calles con su nombre. Mi mamá me decía que había que caminar por el barro y estar al servicio de la gente que más necesita. Pensaba que yo era el ídolo, pero sin embargo cuando murió descubrimos que hizo barrios y comedores infantiles.
UN ALMA SOLIDARIA
Mabel le contagió el amor por ayudar a los chicos de la calle. En su casa, a 9 kilómetros de La Rioja, Sergio se llevó a vivir catorce chicos y puso en marcha un programa de tres años de aprendizaje de folklore, estudio y trabajo. Hoy siente que el mayor orgullo “es verlos insertados en la sociedad”.
“Los llevé conmigo y les enseñé desde el ABC de la vida, de comer y hasta deportes y música. Todos tocan un instrumento y todos se fueron a Córdoba a probarse en fútbol. Dos estudian veterinaria, algunos están terminando el secundario y otros cinco cuidan complejos deportivos”.
Debes tener una casa muy grande…
-¡Sí! con las puertas abiertas para todos, con los caballos que me regaló Jorge Rojas, mi perro, un hipódromo, una cancha de paddle, de fútbol y un estudio de grabación. Y todo eso lo comparto con ellos porque cada vez que se enteran que vuelvo de viaje nos juntamos a comer empanadas, tortillas caseras, mate cocido y de alguna forma vuelvo a sentir el olor a infancia.
¿Además estás peleando para que salga una fundación con el nombre de tu mamá?
-Estoy a la espera de eso, pero mientras tanto quiero seguir haciendo cosas, que es lo bueno de esta vida del folklorista, que uno puede dar después de recibir tanto de la gente. Hoy lo puedo hacer, tengo esa necesidad porque me hace muy bien. Soy una persona muy coherente con lo que digo en el escenario y lo que hago abajo.
DEL CORAZÓN, PARA ADENTRO
Dice que no es un invento ni un producto de nadie, que canta de corazón. Sin dudas, Sergio Galleguillo tiene una voz sensible, como su corazón. ¿Pero qué reflexión hará cuando se para frente al espejo?
-Me miro y veo hasta donde he llegado y lo mejor que le puede pasar a uno es encontrarse y yo lo hice. Me hubiera gustado compartir este momento con mis padres. No pasa ni por la fama ni por la plata, sino por compartir todo lo que tengo que es lo que ellos soñaron, pero no pudieron dármelo porque trabajaban todo el día y les alcanzaba solamente para comer. Hoy a mi no me sobra nada, sin embargo pudo ayudar a la gente y daría todo lo que tengo por un abrazo de mi vieja o un cariño de mi viejo.
¿Le tenés miedo a la muerte?
-No, pero si hoy me toca morirme, sería el tipo más feliz. Arriba me esperan mis padres, con quienes tengo una deuda pendiente: abrazarlos por lo menos una vez más. Dios decidirá cuando va a ser ese día, pero mientras tanto voy a seguir con la música dándole alegría a la gente, siendo el chango de abajo, como siempre lo fui.
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