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El consagrado pianista entrerriano presentará su tercer disco editado con un grupo de músicos y cantantes. Asegura que se trata de un trabajo introspectivo y que la Argentina tiene exceletes instrumentistas, pero poca difusión. Actuará este jueves en La Tratienda.
-Este último disco, de color violeta, completa una trilogía, ¿cómo surgió ese trabajo?
-Este disco es el tercero de una serie de discos del grupo. Primero uno cremita, luego el rojo y éste violeta. Tiene que ver con un trabajo muy estrecho con una artista plástica –que se llama Pamela Villarraza- y con una forma de vincular los colores, que creo que muchos tenemos con las vibraciones de cada uno de los temas, con lo que cuenta cada tema.
En este caso, este tercer trabajo es instrumental, es un disco –si se quiere- más abstracto que los otros, porque la presencia del texto termina de decir algunas cosas que a veces uno no puede manifestar con la música.
Pero en esta oportunidad, al elegir un repertorio instrumental, hay una introspección mayor. Los temas son como viajes al interior de la persona. El color violeta tiene que ver con lo espiritual, en muchos pensamientos de diversas religiones está asociado a la cosa espiritual. Siento que este disco tiene que ver con una búsqueda de este tipo. No con alguna religión en particular, sino con mi propia cosmovisión. Tal es así que el disco está representado en su portada por un ojo que mira hacia adentro, hacia el interior, que sería la armonía de la esencia de uno con el cosmos.
Pamela Villaraza hizo un trabajo específico para cada disco. Hay un original en cada ejemplar. Son artesanales. La cubierta de este color violeta está hecho con papel reciclado de aquellas cajas de verdulería, donde vienen las manzanas y los duraznos.
Hay una conexión entre el espíritu, la música y la tierra…
-Claro. Incluso son temas que, en mi caso son bastante atípicos, por las duraciones. He trabajado siempre con temas de cuatro o cinco minutos y en esta ocasión son de once o doce minutos. No es que me lo planteé así, sino que la música necesitó detenerse en determinadas atmósferas o paisajes sonoros; y dio como resultado esos tiempos, que son poco radiales.
-En la actualidad no es usual que alguien apueste a la música “en estado puro”. En un mundo donde “el texto reina” ¿cómo decidió generar un proyecto instrumental? ¿se ha planteado alguna manera para lograr que el público comprenda lo que quiere decir?
-Tal vez, con ese repertorio, uno apela más a otro tipo de conexión con las personas. Más ligada a lo sensorial y no necesariamente se tiene la expectativa de que alguien comprenda técnicamente lo que sucede, sino más bien que provoque algo, sensaciones. Pero es cierto que es un despojo y es un reto, un desafío.
De todas maneras, en el momento en que suelo presentar las cosas no tengo una especulación respecto a qué va a pasar con quien las escucha. Trato de conectarme lo más que puedo conmigo, con lo que siento, con lo que necesito que suene. Voy gestando fragmentos, los voy probando con el grupo. A veces concibo gran parte de la música y en el ensayo se corrigen cosas. Otras, en el ensayo se arman las cosas, como si fuese una gran cocina se van sumando ingredientes en una olla y van sonando algunas cosas. Después me quedo con una grabación del ensayo y trabajo sobre eso. La música se va haciendo y deshaciendo muchísimas veces. A veces, escribiendo la música uno encuentra ciertos desequilibrios y los revisa.
-El disco es instrumental, pero en La Trastienda, actuará con su grupo, que tiene voces. ¿Harán onomatopeyas, qué función tendrá lo vocal?
-Claro. Las voces, en este disco, están pensadas como si fueran un cuarteto de cuerdas. Por momentos asumen el rol de una melodía, doblando a algún intrumento. A veces, se desprenden y hacen armonía. Están usadas con un criterio. Tal vez con el rigor de una letra, de onomatopeyas muy contadas. Trabajamos mucho con el color de las voces para lograr determinado efecto.
Más allá de eso, en la presentación vamos a reversionar algunas cosas, vamos a tocar otras cosas, además del repertorio del disco, como pequeñas bisagras, articulaciones.
En los otros discos hay pequeños fragmentos instrumentales para articular las canciones. Esta vez, en este concierto, vamos a hacer al revés: ya que los temas centrales instrumentales, vamos a incluir canciones a modo de descanso de esa tensión que pretendemos imprimir desde este otro lugar.
-¿Por qué la música instrumental no tiene tanta relevancia como en otras épocas?
-Porque presupone una digestión más lenta, no es una cosa rápida. A raíz de esto, la difusión también es más lenta.
De todas maneras, yo que tengo la suerte de andar viajando mucho por el país, tengo la suerte de conocer muchos músicos que están trabajando –y muy bien- con lo instrumental. Sólo que no están en el candelero, no tienen mucha difusión. Hace poco escuché al pianista Diego Schissi, que formaba parte del Quinteto Urbano. Ha sacado un disco que se llama “Tren”. Es una de las cosas más lindas que he escuchado. Es instrumental, muy ciudadano, muy jugado.
Hay apuestas a proyectos intrumentales, pero llegan más lentamente hacia los puertos de difusión, hasta que se conectan con la gente que los quiere escuchar.
-Es música de digestión lenta en la era de la comida rápida…
-Exacto. Eso también atenta contra este tipo de cosas, porque no es lo que habitualmente se consume. Necesita un tiempo interior de cada persona más lento.
Antes de “La Trastienda” tocamos este disco en Mar del Plata y Tandil. Fue una experiencia emocionante y muy diferente. Porque después de cada tema de doce minutos, la reacción de la gente no es “explosiva”, sino que es una reacción muy emotiva, muy calma, muy introspectiva. Al principio, a uno mismo que propone eso, le asusta pensar si les gustó o no. Pero genera ese tipo de reacción. Me parece muy hermoso, muestran otra forma de emoción, tal vez más profunda.