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El grupo desnudó en el Teatro Ópera la intimidad de sus reuniones. Se dieron el gusto de compartir el escenario con Abel Pintos, Bruno Arias y José Simón. Además hubo empanadas, vinos y no faltó el papel picado para encender la fiesta.
Para un folklorista, carecer de un historial de guitarreadas es como visitar Jujuy y volver sin una foto de los cerros de siete colores. Es que en esas noches interminables el cantor dará sus pasos iniciales, atesorará historias y anécdotas que le servirán para su aprendizaje y rendirá los primeros exámenes.
¡Sí! todo empieza por una guitarreada. Allí donde el vino más noble se deja conquistar y los hombres y paisajes se traducen en canciones. De esa profunda mística vienen Los Tekis, que a pesar de tener una larga trayectoria y de estar próximos a grabar un DVD para coronar los diez discos en su haber, decidieron llegar por primera vez a un teatro de la calle Corrientes y recrear su punto de partida, con amigos y temas nunca antes grabados.
Este encuentro íntimo con su público, llamado “En casa”, se realizó el pasado sábado en el Teatro Ópera. Para los jujeños fue una forma de mostrarse tal cual son puertas adentro, permitiendo que la gente participe y disfrute de su música.
La primera parte del espectáculo fue simple como emotiva, donde una rústica mesa de madera se erguía con las botellas de vino y cerveza para darle un clima casero a esa ronda formada por Sebastián López, Mauro Coletti, Juanjo Pestoni, “Pipo” Valdéz, Walter Sader y “Pucho” Ponce (Los Tekis).
Entonces la guitarreada se hizo escuchar bien fuerte con la zamba “La maimareña”, de Villagarcía y Giménez. Guitarra y charango desenchufados, quena y bombo amplificados por imperceptibles micrófonos ambientales para que todo parezca natural. Y Así lo fue. Uno se sentía involucrado en esa reunión, con la sensación de que una de esas sillas vacías -luego ocupadas por los artistas invitados- le pertenecía.
Luego los amigos se fueron sumando a la mesa. José Simón fue el primer invitado de la noche en “Clavelito tilcareño”, mientras que Bruno Arias cantó “Camino hacia la puna” y le acercó empanadas a una persona de las plateas, haciendo aun más cálido e informal el recital.
Más adelante el teatro se oscureció y atrás quedó el sabor intimista. El gran despliegue de instrumentos, luces y sonido se puso en marcha para inaugurar la segunda parte del espectáculo, que traería un repaso por la basta historia musical de Los Tekis, con un pronunciado acento en su último trabajo Mamapacha.
Así aparecieron “Las manos del alfarero”, “Jilguero Flores”, “Sigue el cambalache”, con la voz en off de Rubén Patagonia. “Era un sueño estar solos en un teatro de la calle Corrientes”, confesó desde el escenario el vientista Mauro Colleti, mientras que el público desembolsaba papel picado.
“Oro verde”, una canción de López que revindica el consumo de la hoja de coca, antecedió a “Tanto amor”, otro tema propio que nació por el desarraigo del pago y que pinta con sencillez los colores y olores nostálgicos de Jujuy.
Y como si algo más faltara para imaginarse el carnaval del norte, comenzó a escucharse “Diablero” en la voz de Abel Pintos, para describir a uno de los personajes principales de esta manifestación popular. El público se abalanzó. Los flashes no paraban de dispararse.
Luego de más de dos horas de recital, donde no faltó ningún clásico de su repertorio, como “Llegó el carnaval”, “Pensando en ti”, “Como has hecho”, “Cholita de ojos azules” y “Lágrimas”, Los Tekis se despidieron prometiendo que la guitarreada seguiría en alguna peña de Buenos Aires. “Carnaval es todo el año -dijo Coletti- y la fiesta recién comienza. Averigüen adonde nos vamos después de acá”. Entonces la noche volvía a empezar.