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El pasado sábado Liliana Herrero se presentó en Córdoba, luego de varios años sin visitar La Docta. Un Studio Theater lleno la ovacionó de pie y terminó cantando con ella a capella, regalándole y regalándonos un momento inolvidable… Como todo el espectáculo.
Le he preguntado a mi sombra a ver cómo ando…
Liliana entra, casi como pidiendo permiso. Las canas cuentan el paso del tiempo, pero la sonrisa nos confirma que su aura está intacta. La acompañará -de manera brillante- Pedro Rossi, con tan solo una guitarra. Así que apenas ellos tres, Liliana, Pedro y el instrumento en poco más de una hora, darán un show como de entrecasa, pero en un teatro lleno.
“Apenas llegué, me dijeron que aquí cantó Carlos Gardel” dice Liliana, celular en mano para recordar una letra y pedir que la acompañen a cantar Soledad. 110 años antes el “Zorzal Criollo” cantaría en lo que era el Teatro Novedades; ahora esa novedad sería el comienzo del show de Herrero en ese mismo escenario.
ABC, de “Pitufo” Lombardo, como si fuera una especie de manifiesto, continuará la velada. “Cuando el miedo se aprovecha/ Podrá tomar la cosecha/ Ver la flor” se canta y Liliana luego explicará: “Es probable que sea así. No soy pesimista, soy sedosa de la esperanza”. Entonces llamará a la autocrítica, llamará a repensar porque llegamos a este lugar, a nuestras sombras para saber cómo andamos por estos tiempos tumultuosos, pero siempre, siempre recordando a los pañuelos. “No se puede cantar nada sin homenajearlos", dijo antes de Pañuelito sin adiós. Esa canción que hizo con Juan Falú y Teresa Parodi, para recordar siempre a las que se pusieron los pañuelos “para no dejar de iluminar en el temblor de sus alas los días de la esperanza”.
Para que sigan siendo los Mojones, esas piedras que marcan lugares, que señalan dónde se está y que dio nombre a su último disco, que fue hecho con sus aliados antes nombrados, pero cuando también vivía Horacio Gonzalez, su esposo: “De algún modo Mojones es Horacio, Teresa, Juan y Yo”.
Porque el pasado, como dijo, no se recupera pero se puede repensar, desde lo personal y desde lo social: “Yo quisiera que todos unidos pudiéramos repensar un día como el 17 de octubre… repensarlo juntos y salir a la calle”.
Estoy imaginándome otro lugar
Giros, el tema que abre su disco “Canción sobre Canción” cantando a Fito Paez, en su voz fue la sensación de que todo el mundo puede tener primaveras. Luego regalarían, ella primero y Pedro después, fragmentos de Adela en Carrusel y No soy un extraño, para hacer una defensa abierta del nuevo trabajo de Charly García (y de toda su obra); cantar una parte de La Bengala perdida, en honor a Spinetta; Las Golondrinas, en honor a aquellos que se deben ir y que quiere que vuelvan; Villaguay, donde ese “todo en el aire me llama aquí”, en ese momento fue Córdoba. Y el aire que ella cambió, que ella cambia, para que las manos fieles la aplaudan.
Chacarera de las piedras, Dejarlas partir, Ejercicio, Por seguir, Aguafuerte, Martín -tema espejado en el Martín Fierro- continuaron una lista donde convivieron Atahualpa, Carnota, Páez, Mocchi (cantante de la comunidad LGBT+ de Uruguay), Edgardo Cardozo y Teresa Parodi de la mejor manera. Porque todos los estilos y géneros en ella se distinguen, se pueden estrechar las manos y abrazarse, tanto, tanto…
No hay ningún atracadero que pueda disolver lo que fuimos…
Los dos últimos temas de la noche, fueron de Fernando Cabrera y de Jorge Fandermole. Pero a decir verdad fueron de ella. Porque El tiempo está después y Oración del remanso ya casi que le pertenecen, casi como a sus autores. Porque eso es lo que hace Liliana, cuando se levanta y mueve los brazos, y susurra; y te canta y te paraliza. Ella agarra las canciones, las hace propias y las vuelve a parir. De una forma tan diferente, que en ese extremo se toca con la original. Innovando, desafiando a la naturaleza, convirtiéndose en ella. “La era está pariendo un corazón/ No puede más, se muere de dolor” canta Silvio. Y se puede aplicar lo mismo a ella. Se puede cantar que Liliana está pariendo una canción, cada vez que canta con dolor y amor. Cada vez que le pone cuerpo y alma a lo que ocurre, cada vez que se transforma y transforma lo que canta, conmoviendo al público, que canta a capella con ella, al final de la noche. Que acude a ella, para que no se caiga el porvenir. Para continuar con su legado y quemar el cielo, si es preciso, para que vivan sus canciones y la memoria.