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Cuando el verano despunta sus últimos días, a metros del Abasto, la música popular cumple un ritual que imita a aquel que sucede entre fogones y patios de tierra: Raly Barrionuevo despliega su magia en el patio de la ciudad cultural Kónex y cientos de almas se entregan al hechizo.
Ayer no fue la excepción: familias enteras, grupos de amigos, varios con el mate listo para compartir, se congregaron en las cercanías de la calle Sarmiento y, tras largas filas, buscaron lugares para disfrutar de la fiesta.
Minutos antes de las 20, cuando ya había oscurecido, se escuchó la típica arenga: “Olé, olé, olé, Raly, Raly”. Entonces él apareció con su guitarra, para decir regresos con la profundidad certera del Chango Rodríguez: “Volveré, volveré/ Me espera la noche vestida de azul” entonó y todos los presentes prestaron sus voces para completar la postal de “De mi madre”.
Luego, los repiques de un bombo poblaron el aire en una sentida versión de “Ey Paisano”: “La historia no es fácil como creías vos” se oía con numerosos puños en alto y una marea de aplausos que se volvió ovación.
En seguida la “Chacarera de espada”, dio paso a “Historia de las sillas”, de Silvio Rodríguez, que se cruzó con “Melodía viajera”. Y de vuelta el Chango Rodríguez, con “Luna cautiva”, que tejió un arrullo coral, mientras un padre hamacaba a su hijo en brazos y lo invitada al sueño.
“Buenas noches, siempre es muy lindo estar acá ¿Ahora qué hacemos? Esto es pedido espontáneo?”, explicó el santiagueño. Y desde el público exclamaron: “Mariana” en referencia al track de Población Milagro, que en 2003 celebraba a quien fue su compañera.
Raly se sentó al piano y dibujó las notas de esa canción y emocionado comentó: ”Ojalá todos ustedes alguna vez en su vida encuentren una Mariana” . Casi como repasando su propia historia, entonó “Niña Luna”, para abrazar con música su hija, que nació sin vida. “Este patio me genera muchas cosas”, expresó.
Para darle continuidad al formato unipersonal del show, el santiagueño tomó un charango y recreó “Mi memoria y tu mañana”, que se enlazó con la reflexión de “Y seremos agua”, para desembocar en la potencia del recuerdo de quien lo trajo al mundo con “La niña de los andamios”. Así cerró un tríptico de obras del disco homónimo. que se editó en la primavera de 2017 para convertirse en uno de los trabajos más logrados de su carrera.
También en terceto reaparecieron los clásicos de ayer y hoy: “Hay que bailar”. adelantó Raly antes de las primeras notas, que se volvieron giros y zarandeos con la “Chacarera del sufrido”, Pelusita de Totora y la “Chacarera del Chilalo”.
Tras la algarabía, se instaló la calma con la “Huella de los labriegos”. Seguidamente, en una pausa para perfilar el repertorio, el friense trazó algunos guiños con Queen y “Another One Bites the Dust” o “Wish you were here”, de Pink Floyd. Todo eso desembocó en uno de los momentos más altos del encuentro cuando Raúl –como le gritaban desde el público- evocó a León Gieco con “Pensar en nada”.
Raly siguió con la calma de Cuarto menguante, donde coló algunas líneas de “Te recuerdo Amanda”, de Víctor Jara, y de “Azúcar del Estero” , de Lisandro Aristimuño.
Nuevamente se asomó el espíritu del Chango Rodríguez, con su Vidala de la copla. Y después, al piano, la hondura de “Zamba de Usted”, de Ariel Ramírez y Félix Luna.
Así, jugando con los climas y las intensidades, el trovador relató: “el subcomandante se cambó el nombre, pero vamos a cantarle igual” y sonó la armónica de “Oye Marcos” que se fusionó con algunos pasajes de “El país de la libertad”
Más tarde, la cartografía de canciones avanzó hasta Venezuela con el joropo “El gavilán”. Inmediatamente “Agua de los tiempos”, “Mujer caminante” y la “Chacarera del exilio” llamaron otra vez a los bailarines, dispuestos a la celebración.
Entre el puñado de canciones que el santiagueño eligió para cerrar la velada, retornó el Chango Rodríguez, a quien Raly homenajeó con un álbum completo hace ya una década. Entonces, a la “Zamba de abril” le siguieron “Alma de Rezabaile” y “Somos nosotros” . Entre los aplausos, los asistentes exclamaron: “La Patria no se vende” o “El pueblo unido, jamás será vencido”, probamente porque las canciones también son testimonio de la historia y quienes las escuchan amplían su significado y las vuelven bandera.
De ese modo, con una treintena de melodías propias y ajenas, con poesía personal y de grandes maestros, Raly se mostró agradecido, sereno y sin necesidad de estridencias para reinventar, como cada vez que pisa un escenario, algunas de las instantáneas más hermosas de nuestra música.