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El bombo en un latido que acelera la emoción. Las campanadas de la iglesia son las que anticipan el milagro. Y ya en el escenario, los y las integrantes del Ballet Oficial, encargados de una apertura memorable en homenaje a los 40 años de la vuelta de la Democracia y en el Día del Músico “con la patria primero y la luna y su rastro creciente”.
Fue con “versos que ganan” desde el freestyle, que se fue mezclando con el himno y las imágenes de músicos argentinos imprescindibles de fondo. Y luego al frente, cuando Victor Heredia fue el encargado de abrir la cuarta luna, a partir de su legado y su música, su canto como nuestra bandera y nuestra razón de vivir. Y su “informe de la situación” fue la apertura de un show que nos tiene acostumbrados con emoción, compromiso y su cosecha profunda por la lucha de derechos colectivos, porque como sonó al cerrar su participación: “Todavía cantamos, todavía soñamos y todavía luchamos”.
Y todavía cantamos, cuando lo hace Pedro Aznar, quien se encargó de embellecer con melodías, palabras y ritmos a una plaza que lo ovacionó de principio a fin. “Yo canto para librarme de las cadenas negras de ideas y palabras” se escuchó en su primera canción, como en una especie de manifiesto de alguien que en “ha contorneado todas las melodías” y las ejecuta con maestría, con Leda Valladares como maestra y con un respeto eterno hacia autores como Atahualpa Yupanqui. Sí, él, que hace rato se ha ganado un lugar en el olimpo de nuestros músicos.
El futuro llegó hace rato
Antes y después de Raly se explica en gran medida la cuarta luna de Cosquín, por todo lo que generó. Pero ya contaremos esa bisagra de la noche, que en un momento lo tuvo al nacido en Frías apoyando y festejando por el futuro de la música. Y en ese futuro se encuentran dos mujeres que tocaron antes y después de él. Primero, Priscila Ortíz, la ganadora del Pre Cosquín 2023, quien demostró una vez porque ganó aquella vez y no sólo por su carisma.
Después de Raly, con una plaza que lo exigía y se había parado en sus asientos, para que el pedido fuera más estruendoso llegó una de las mejores apariciones de los últimos tiempos: Maggie Cullen. Más allá de haberse hecho conocida en la TV y ya actuar frente a mucha gente, no debe ser fácil tratar de calmar a una plaza que bramaba, pero lo hizo con su estilo, su naturalidad y su manera tan genuina de disfrutar, bailar y pasear por el escenario. Hasta su abrazo a Nadia Larcher a quien invitó a cantar y su otro abrazo más simbólico, a la Próspero Molina que volvió al “modo teatro” de cuando cantó Aznar cuando Maggie cantó Alfonsina y el mar, sola con el público. Un silencio respetuoso, para alguien que respeta a las tradiciones y le pone su impronta y sonrisa únicas.
También son únicas las voces de Grupo Vocal Argentino, que después de un tiempo se presentaron para brindar un momento ameno; como lo hizo también Gustavo Chazarreta que entre imágenes y sus canciones nos fueron llevando por el tiempo y por paisajes únicos como los que logra con su guitarra y en la danza del “Negro” Valdivia y Belén Zapiola. Y únicas también son las versiones de Ahyre, que cerró la noche con su estilo y su manera de ser una bocanada de brisa fresca en estos tiempos musicales. Ellos deben enfrentar, en unas semanas, al monstruoso Viña del Mar pero que lo vencerán con su mixtura sonora, su música para el mundo y su respeto al buen gusto.
Todavía cantamos, todavía soñamos
En el Festival donde los poetas tienen su lugar y su importancia, Miguel Ángel Toledo recitó “Un grito de ida y vuelta” de Tejada Gómez, donde se hablaba de las “raíces de guitarra” en la sangre”. Y uno de los que continúan su legado es Raly Barrionuevo. Nuestro Raly y el de todos. El que llegó con su sangre llena de “raíces de guitarra” y para hacer estallar en ella, como un grito, el silencio que traía al entrar al escenario. Para decir lo que dice y cómo lo hace. Para respetar a la cultura y a la memoria. Para convertir a Cosquín en el patio de su casa y lograr una complicidad tan grande con el público, como pocos logran. Para cantar zambas, con una luna que lo acompañó de la mejor manera; para cantar lo que quisiera, con un público que lo acompañó de la mejor manera. Para cantar de la mejor manera, con su estela que lo acompañó una vez más, su cuarto menguante, su niña luna, además de Maggie Cullén, Colo Vasconcellos y Demi Carabajal, sus tantísimas guitarras y su piano donde se refugió para hacernos vibrar una vez más.
Canciones urgentes y necesarias como “Ey Paisano” por parte de uno de los artistas más necesarios y urgentes en este tiempo y en todos los que hayan pasado y los que vengan; la mejor manera de versionar canciones por uno de los que mejor lo hacen ya sea al Chango Rodríguez, o quien se le cruce en la mente en el momento en que empieza a tocar.
De guitarra al piano y del piano a las guitarras, pero siempre pispeando a la luna que lo cuidó y lo celebró como pocas veces. Lo mismo que la gente que pidió y mucho su vuelta, que le demostró su amor como sabe hacerlo y más aún, en el Día del Músico. En ese agradecimiento eterno de que se haya convertido en uno de los referentes de nuestras bandas sonoras. Uno de los músicos de nuestras vidas para que tenga más sentido todo…