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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA


Fotos: Kaloian Santos

25/09/2023

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RECORDAR


“Siempre hubo en mi casa una guitarra y desde muy niño yo recuerdo haber tenido una vivencia muy fuerte de la música. Mi mamá tocaba, era ‘cantora’ como decimos los chilenos, y cada vez que tenía que ir a alegrar una fiesta o un velorio allá partía con el más chico de los seis que era yo”, “la injusticia y el engaño deben terminar. La larga y humillante esclavitud de Latinoamérica camina irreversiblemente hacia la liberación”, “el compromiso es cuestión de principios, y uno no tiene compromiso si no adopta una posición ideológica en la vida”. Estas frases salieron alguna vez de la boca de uno de los trovadores fundamentales de nuestra América: Víctor Jara.

Cincuenta años han sucedido desde su atroz asesinato, a manos de la dictadura de Augusto Pinochet. Le dispararon 44 veces, antes quebraron sus manos, pero no pudieron callarsu guitarra ni silenciar su legado.

Así, su compatriota, referente de la escena músical actual más profunda, Nano Stern celebró su herencia, en el teatro Ópera de Buenos Aires, el viernes , con un puñado de postales sensibles y donde la poesía fue protagonista.

“Se convirtió en director de gran éxito y renombre y ya vuelto todo un hombre hasta se hizo profesor. Por cultivar el folklor entró al grupo Cuncumén. Y como cantaba bien se ganó el rol de solista, y se volvió comunista, hasta la victoria, amén”, declamó Stern, y dio paso a la música con “Paloma quiero contarte”, la primera composición de Jara.

“Qué lindo estar acá, muchas gracias” dijo y desplegó la hondura de“El arado”, una pieza de gran valor lírico y armónico donde Stern manejó con destreza las cuertas de su guitarra y de su voz. “Brindo por la poesía que esta noche nos ampara, y por el canto inmortal del enorme Víctor Jara”, ploclamó mientras levantaba una copa con vino tinto entre los aplausos del publico.

El concierto, austero en lo instrumental, con un formato despojado adrede para potenciar la escucha y reconectar con el sentido comunitario del canto, no necesitó más: Jara en sí mismo es mayúsculo y Nano supo, de principio a fin, hacerle honor. Para ello, confesó que “a cualquiera le queda grande el poncho ante un artista de semejante talla” e invitó a los asistenctes a participar de un show plural y “a cantar juntos”.

Luego, en uno de los puntos más sensibles del encuentro, repuso la trastienda de “Luchín”, que Jara escribió cuando participaba de trabajos voluntarios e “iba a poner el hombro en lo que hubiera que hacer”. Allí conoció a un niño abandonado y lo adoptó. Hoy, ya mayor, aquel es un abogado, dedicado a la defensoría de la niñez y contacto con Stern a través de las redes.

En seguida, el multinstrumentista, desplegó dos joyas poco conocidas, con “El lazo”, inpirada en la infancia del cantautor, y “El pimiento” , en referencia a “los mineros del salitre, los primeros en dar las luchas sindicales”

Los brindis continuaron y exaltaron a la democracia, a Salvador Allende, a Rodrigo Rojas, el joven fotógrafo chileno quemado vivo por militares del Ejército de Chile en el marco de protestas contra la dictadura en 1986. Las creadoras también fueron centrales y se evocó a Violeta Parra y Marcedes Sosa, entre otras. Y entre las canciones de Jara, surgieron además las de Stern con “Inventemos un país” y “una chacarera linda, pero rara, una ´cheqerara’, según el querido Juan Quintero, que no pundo venir, porque está en Barcelona”: y sonó “Las mil 500 vueltas” que, tal vez podría hermanarse con algunas obras de Fandermole o Raúl Carnota, por su estructura hipnótica y atípica.

Desde su acervo personal siguió “Necesito una canción”, con una cuota de rock que se mezcló con algunas de las líneas de “Muchacha (ojos de papel)” Luis Alberto Spinetta junto a Almendra.

La vuelta del repertorio de Jara llegó con el primer invitado: Bruno Arias. Ambos, alrededor de una mesa, dispuesta a la derecha del escenario, entonaron “El cigarrito” a la par del público, que se sumó en cada estribillo, casi como en una canción de cuna.

Posteriormente, Stern preguntó: “¿saben cuál es la canción de Víctor que más veces toqué en mi vida?”. Tras algunas respuestas fallidas de los asistentes, se abrió el intimismo de “Lo único que tengo”, dando pasó a uno de los instantes más celebrados de la reunión, cuando Nano revisitó los versos míticos y conmovedores de “Te recuerdo Amanda”junto a Teresa Parodi quien aseguró: “Admiro la forma en la que Víctor encontró para hablar de nuestra América profunda. Creo que es un referente que nació para siempre. Víctor Jara nació para siempre”

En paralelo, y con la exquisitez de su guitarra, Stern transitó al Jara instrumental con “La partida”. A continuación, y con Manu Sija como último partenaire del convite, el trovador llamó a reflexionar sobre “el modo en que nos relacionamos con el planeta”. También subrayó que “muchas comunicacdes originarias no tienen acceso a este bien esencial, a pesar de estar rodeadas de lagos y glaceiares. Por eso, decimos que privatizar en el agua no es sequía si no saqueo” y se oyeron las notas de “Agua clara” acompañadas de aplausos.

Por otra parte, desde el gabinete de los propio, emergió “Aún creo en la belleza” con su estribillo multiplicado en las gergantas que colmaban la sala. Casi como despedida: “Angelito Huenumán” , inspirada en una tejedora, y el inovidable “Manifiesto” sellaron la vigencia induscutida de Jara. Y antes de concluir con “Plegaria del labrador” y empuñando un violín, Stern anticipó “voy a hacer una canción de la madre de todos nosotros, de la gran Violeta Parra” y recreó “Cantores que reflexionan”

Con un concierto plural, dialógico, didáctico y sobre todo, comprometido con la poesía, el pueblo y su música, Stern honró a Jara como altura y sensibilidad. Continuará sembrando sus semillas por Cuba y Estados Unidos para demostrar , a cada paso que, aunque quisieron matarlo, no ha podido, que Víctor – parafresando a María Elena Walsh”, siempre estuvo, está y estará “cantando al sol, como la cigarra”.


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