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No quisieron faltar a la fiesta. En la Sexta Luna de Cosquín, la lluvia cargó con el sagrado rito de abrir y cerrar la noche. Simple como clara señal de que bajaron a caminar entre la gente -como lo hicieron alguna vez empuñando su guitarra- las almas de Don Ata, del “Turco” Cafrune, de Figueroa Reyes y de otros tantos duendes festivaleros que hicieron sentir su calor en una noche pasada por agua.
Tras una apertura con fuegos artificiales que intentó inútilmente esclarecer el cielo del Valle de Punilla, el Himno a Cosquín, a cargo del Ballet Camín y el Ballet de la Costa de Carlos Paz, y el saludo pronunciado por el maestro de ceremonias, Miguel Ángel Gutiérrez, la elegancia de Suna Rocha pisó el escenario mayor del folklore para honrar la vida y recibir el aplauso cerrado del público en el tema de Eladia Blázquez.
Con “Chacarera de las piedras” la cantante elevó al firmamento el nombre de Atahualpa Yupanqui, recordando que el 31 de enero se cumplirán 100 años de su natalicio, y le dio la posta a la hija predilecta de esta tierra.
Como en veladas anteriores, esta no sería la excepción. Por eso, las voces femeninas seguirían calando hondo. Así, la coscoína Paola Bernal lograría distraer, pasadas las 23 horas, a una plaza que no hacía más que gritar el nombre del santiagueño Raly Barrionuevo.
Del corazón para adentro
Cinco horas después, el olor a tierra mojada hacía notar que la lluvia descansaba por unos minutos. Su arribo al escenario había sido modificado en horas de la tarde por razones organizativas. De ser el primero en subir, el orden fue el inverso, lo que le impidió al santiagueño invitar a cantar a un coro de chicos por ser menores de edad –a Los Nocheros la Comisión sí le dio acceso a ello-.
Con las estrofas de “Esa mujer”, en versión acústica, inició un repertorio festivo y potente que no dejó en el paladar amargos sabores pese a los reiterados problemas de sonido y a la prohibición de bailar en forma aficionada, dispuesta por los hombres de seguridad.
Como todo artista que canta del corazón para adentro, no pudo disimular su malestar en varios pasajes de su entrega. Es que tal vez, Raly sienta que ese público reunido frente a sus ojos merecía el mismo respeto que recibe él cuando escuchan en silencio sus canciones.
La lista siguió con piezas de su último disco Noticias de mi alma, donde vuelca pequeños mensajes que gritan en su interior. En esa línea aparecieron “Esa Historia”, donde reafirma su preocupación social, y “Hombres de campo”, de Marcelo Mitre.
“No heredamos la tierra de nuestros padres, se la pedimos prestada a nuestros hijos”, aclara Raly luego de interpretar con profundo sentimiento “Ey Paisano”, que habla, entre otras cosas, de la lucha contra las minas que contaminan el aire. Más adelante aparecieron “Solo tus ojos”, “Oye Marcos” y “Somos nosotros”, para darle el broche de oro a esta nueva jornada sensacional.
Otros de los artistas reprogramados fue el maestro Mariano Mores. Durante su actuación la lluvia continuaba besando suelo cordobés para hacer honor al “compositor relámpago”, como era apodado el pianista en su juventud.
Su rostro se dibujó en un video monumental que repasó parte de su largo camino artístico. Así sus manos acariciaron “Una lágrima tuya” y “La comparsita”, acompañado por el baile de tres parejas. Luego, apadrinó a las voces de sus sobrinos con los que compartió el escenario y parte de su vida.
Y si de maestro se trata, el guitarrista Juan Falú también tuvo su oportunidad para dar cátedra de creatividad y elegancia sonora con su inseparable compañera. Él y su guitarra, combinación irrefutable que recibió los aplausos más sentidos.
Antes, Los Manseros Santiagueños trajeron a La Plaza los sonidos profundos del monte santiagueño. “Añoranzas”, “Para los ojos más bellos” y “Canto a Monte Quemado” fueron algunas de las chacareras que dieron ritmo a la sexta luna.
Otro de los grupos con trayectoria que llegó al escenario Atahualpa Yupanqui fue Ivotí, que festejaron sus 25 años de trayectoria a fuerza de chamamé y sapucay.
Sin dudas, el pasaje más emotivo de esta jornada fue la reunión cumbre de toda la familia Toro que se produjo en el medio del show de Facundo. Su padre Daniel, aportador indiscutible del cancionero popular alzó los brazos al cielo y abrazo a una platea eufórica que de pie lo saludaba.
Con el recitado de “El Principito” Daniel demostró al país que su voz sigue vigente y que su legado está presente en los cientos de grupos y solistas que reversionan sus composiciones.
Hijas e hijos, todos juntos. La Plaza en alto acompañando el recital de Facundo Toro que regaló simples como valiosas versiones de “Escríbeme una carta”, “Se me hace agüita la boca” y una pieza memorable que compartió con Raly Barrionuevo: “Las golondrinas”, de la dupla Dávalos-Falú.