}
La banda liderada por Ricardo Mollo brindó un homenaje a Yupanqui con una quincena de canciones. Peteco y Demi Carabajal, Rubén Patagonia y Fortunato Ramos se sumaron a “La aplanadora del rock”. Entre versiones acústicas y eléctricas, el grupo hizo vibrar a la Plaza en una noche que quedará en el recuerdo de los coscoínos; y del país.
“La flor azul” o “La amanecida” son sólo algunas de las “hijas” de Mario Arnedo Gallo. Más allá de sus creaciones sobre el pentagrama, este gran autor tiene un hijo de su sangre que ha seguido sus pasos. Diego Arnedo está a cargo de las cuatro cuerdas en Divididos, una de las bandas con más vigencia del rock nacional.
Ricardo Mollo, con su voz inconfundible, gran admirador de Don Atahualpa Yupanqui, allá por los `90 versionó el clásico “El arriero” para su disco La era de la boludez.
Catriel Ciavarella, baterista de esta bien llamada “aplanadora”, tiene un nombre de raíces indígenas.
Estos datos pueden ser casuales o no, pero más allá de los caprichos del azar, cada uno de los integrantes de la banda tiene una ligazón profunda con el folklore que, además ha sabido plasmar en el repertorio de sus últimos años.
El parentesco de Arnedo y un homenaje del grupo a Don Ata –en el centenario de su nacimiento- fueron razones suficientes para que el festival nacional del folklore cediera paso al rock, como intercambiando figuritas, en un diálogo que no tuvo desperdicio.
Una luna a cielo abierto. Cientos de jóvenes con remeras en clave rockera. Toda la noche escucharon, con respeto, a músicos que no eran “del palo” y por fin llegó el momento que estaban esperando.
Tres AM, algo más algo menos, y el trío más poderoso del rock se asomó al escenario. “Gracias” era la palabra más recurrente que pronunciaba Ricardo Mollo, emocionado por el honor de ser tratados como locales en medio de un público más acostumbrado a la chacarera que al rock.
Quince canciones sonaron a lo largo de este homenaje a Yupanqui. Todo comenzó con un set de temas acústicos. "Vientito de Tucumán", "Ortega y Gasés", "Andalavartelo-Clavador-Niño", "Qué ves".
Nada sería novedoso hasta aquí, sin embargo, desde el inicio Divididos no sólo tuvo la aprobación del público, sino además el “Aval” de dos de las máximas figuras de nuestro folklore: Peteco y Demi Carabajal se sumaron como invitados en esas canciones.
Peteco se destacó con su inigualable violín y Demi aportó una potencia indiscutida con su bombo legüero. Siguió el “acusticazo” con "Guanuqueando", con los músicos del recientemente fallecido compositor jujeño Ricardo Vilca y una interesante "Cristóforo Cacarnú", con Rubén Patagonia como invitado especial.
El abrazo entre Mollo y Patagonia, de algún modo simbolizó también el abrazo entre el rock y el folklore. El en final de esta primera parte, los aplausos se unieron a los últimos acordes "El arriero" ante una Plaza conmovida. Allí se respiraba, sin duda, el espíritu de Don Atahualpa.
La electricidad se adueñó de los instrumentos para la segunda parte del show. "El fantasio", "Nene de antes", "Paraguay", "El 38" y "Cielito lindo" sonaban en el aire. El pogo copó la Plaza con los temas más roqueros del grupo. En algún momento de la noche, Mollo –casi pidiendo disculpas- aclaró: “Espero no lo tomen como una herejía, pero queremos tocar un tema de alguien que nació muy, muy al norte” y de su guitarra salió el típico fraseo de “Voodoo Chile” del norteamericano Jimmy Hendrix.
Mollo sólo cantó una estrofa en inglés y luego toda la banda se sumó en una versión instrumental de esta obra, hito de muchísimos guitarristas.
En la Plaza, parafraseando a la letra de “El 38” estuvo “el agite”. Los protagonistas: el público y los músicos, estaban agradecidos, emocionados por la inmensa posibilidad de dialogar en el escenario mayor del folklore. Las caricias inigualables de Arnedo se hicieron sentir en el bajo de "Ala Delta". La noche estaba hechizada, hechizada de luna y música.
El cierre de este homenaje trajo a un tema emblema de una banda también emblemática. Sumo y Luca Prodan se cruzaron quizás con Yupanqui entre las estrellas del cielo. "Mañana en el Abasto", coronó el encuentro, con Fortunato Ramos y su mágico erque susurrando la melodía subterránea y mística de aquella canción.
Miguel Ángel Gutiérrez modificó su frase y calificó a Cosquín como “Capital de la música”. Según el locutor, el festival tomó a Divididos como sus hijos adoptivos y Mollo respondió: “es un honor ser aunque sea adoptados como parientes lejanos y mucho más como hijos”.
Será que la música hermana a las personas. Como hijos o como lo que sea. Y si es así quien adopta respeta las formas, los puntos de vista y las maneras de concebir el arte. Con o sin rock, en español o en inglés, Divididos supo mostrar un respeto indiscutido por Yupanqui y la música de nuestra tierra. Por eso, y más allá de gustos o preferencias, Divididos son y serán hijos de Cosquín. Ya han dejado huella entre sus páginas, en su historia. Porque lo que importa, más allá de los géneros y las clasificaciones, es la música.