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Los Tekis y Rubén Patagonia cantaron juntos y sacudieron la Plaza. Rafael Amor retomó el legado de los grandes decidores y Carlos Méndez se mostró como claro predecesor de Zitarrosa. Todos los detalles de una noche inolvidable.
La tercera luna coscoína se dejaba contemplar sin pudor. Como marca registrada del Festival, los fuegos artificiales poblaron el firmamento que cubría a la Plaza Próspero Molina.
La noche abrió paso entonces a uno de los grupos más destacados de escena local. Con una mixtura de ritmos latinos e instrumentos autóctonos, entre las cuerdas de un bajo eléctrico y el eterno sonido de las zampoñas Los Tekis se hicieron escuchar, con la misma energía que los trasformó en Consagración del Festival hace ya trece años, en 1995.
Los jujeños sumaron a su juego al emblemático Rubén Patagonia quien, junto a ellos, interpretó “Sigue el cambalache” e hizo vibrar a todos los presentes con su reivindicación hacia los pueblos originarios, en un mensaje de igualdad y unidad.
Juanjo, Mauro, Sebastián, Pipo, Walter y Pucho cautivaron al público con temas de su último disco Mamapacha como “Oro verde”. Cada canción era una radiografía norteña que dejaba ver con claridad la alegría de todo el carnaval de la Puna.
Si hubiera que definir con una palabra a la presentación de este sexteto, el término indicado sería “euforia”. Cada vez que el grupo sube al escenario, en cada acorde de charango, en cada melodía de los vientos, el norte respira y muestra sus raíces más hondas.
Los Tekis se despidieron con la Plaza de pie. Todos los presentes entonaban los coros de “Cómo has hecho” y batían sus palmas en una fiesta de música y carnaval.
Así, los ya consagrados le cedieron paso a quienes sueñan con serlo. Los riojanos de Mixtura2 -el conjunto instrumental ganador del Pre Cosquín 2008- fueron escuchados por la plaza con atención y respeto; y dejaron huella de la calidad típica de cada artista que llega al Festival.
La actuación siguiente conmovió a las miles de almas que poblaban el lugar. Es que Rafael Amor recitó unos sentidos versos inspirados en el mejor amigo del hombre. Con la calidad de los grandes decidores de antaño, este porteño, estremeció los corazones de la Próspero Molina y a más de uno –como dice el tango- se le piantó un lagrimón.
Luego convocó a sus hijos, Salvador y Delia, para entonar “La primavera”, en un sentido homenaje a su padre, el famoso cantor de la orquesta de Francisco Canaro, Don Francisco Amor.
La agrupación Aguablanca -integrada por Víctor González, Pablo Núñez, Luis Domínguez, Daniel Brizuela Rissi, Gastón Soloaga y Alfredo Romero- ofrecieó un tríptico conformado por “El lagaretero”, “Pollera tucumana” y un homenaje a Chito Ceballos. Los riojanos fueron Revelación en 2007 y en esta tercera luna demostraron por qué.
La fuerza colmó las tablas cuando Rubén Patagonia hizo carne en su garganta las palabras que reclamaban igualdad y tolerancia hacia las diferencias. Exigió la libertad de Patricia Troncoso, mujer encarcelada y en huelga de hambre por reclamar sus tierras “Sé que muchos no concuerdan con mi mensaje, pero hay otra historia y tenemos que contarla”, dijo.
El músico convocó a un grupo de bailarines que acompañó con sus movimientos las estrofas de “Puel Purrum”. Sentidas versiones de “Amutuy” y “Soy Patagonia” se destacaron en su voz, emblema del pueblo mapuche.
La chacarera tiene un nombre: Carlos Carabajal. Anoche, el espíritu de este gran cantor llenó la plaza de la mano de los suyos: Peteco, Roxana, Demi y Graciela Carabajal presentaron un resumen del tributo a su antepasado. Como parte de “El patio”, entre anécdotas y casi de entre casa, la noche se volvió chacarera con “Qué más se puede pedir”, “La Poco y Pacha”, “El campo te está esperando” y “Fiesta grande en Santiago”. Nadie quedó en el lugar sin bailar la chacarera, Santiago pareció mudarse a Cosquín por esa magia que sólo tiene la música.
Como un signo de que el folklore no tiene fronteras, la delegación de Japón, a través de sus representantes Garacuta Box, dejó entrever la admiración de los orientales por nuestra música nativa. Al son del charango, la guitarra y el bombo legüero, los venidos de la tierra del sol naciente se ganaron los aplausos del público con “Una zamba pequeña” y “La vieja”, un clásico del cancionero argentino.
Los Carabajal tomaban nuevamente la posta, vestidos “de gala” y saludando al público como volviendo a empezar, para desplegar toda la fuerza de “El escenario”, el último escalón del Tributo a Carlos Carabajal. La “Chacarera del patio”, “Canción para un niño hachero” y “Chúcaro” fueron sólo algunas de las postales de esa noche.
Roxana brilló con su versión de “Canción para un deseo” que –dijo- “simplifica los momentos del amor y la amistad”. Por su parte, Peteco recalcó: “Carlos ha sido nuestro padre, en todo sentido. Aquí en Cosquín, en esta plaza, lo homenajeamos con alegría, con amor, por lo que él ha sido para la música popular; por lo que ha significado para nosotros y para la provincia de Santiago del Estero. Muchas gracias a Cosquín por recibirnos nuevamente”. Con esas palabras concluyó uno de los números más aplaudidos de la noche. Eufórica, la Próspero Molina pedía que vuelvan, pero la grilla debió respetarse y se cedió lugar al mítico bailarín Juan Saavedra.
El santiagueño, junto a los integrantes del ballet “La Brasa” presentó el espectáculo “Salamanca ya” que, casi literalmente, encendió una luz en Cosquín casi tan intensa como la de la luna que coronaba el cielo. Con coreografías penetrantes y precisas, Saavedra y los suyos plasmaron el aura de nuestra música en cada uno de sus movimientos.
Los locales del grupo Ceibo hechizaron al público con sus versiones de la “Zamba del cantor enamorado” y “El que toca nunca baila”. Al sonar los acordes de “La Oma” la alegría desbordó todos los rincones de la Plaza.
Pero eso no fue todo: el bonaerense Oscar Sahonero pobló de ecos norteños la velada y Miguel Bilinsky se destacó con su particular tesitura. La Delegación Provincial de Santiago del Estero dijo “presente” y Horacio Banegas – junto a su hijo Cristian y otros músicos- dieron un “Mensaje de chacarera”.
Los puntanos de Algarroba punto Com llenaron de picardía este tercer encuentro con “Catador enólogo”, Carlos Méndez se posicionó visiblemente como un hijo musical de Alfredo Zitarroza con una excelente interpretación vocal y el destacado desempeño de su grupo de sus guitarristas.
El Trío Martinez-Jaurena-Ciavattini, en un anfiteatro repleto y desvelado, se lució con sus versiones de “Viejo Corazón” y “Adiós Nonino”. Era momento entonces del plato fuerte de la jornada: La aplanadora del rock.
Divididos dio un show aparte y merecen, justamente por eso, un lugar destacado, un espacio aparte en este espacio. Unas líneas fuera de esta nota servirán para contar las características de una noche que adoptó al grupo liderado por Mollo como parte del máximo festival de la canción nativa. (Leer nota: "Divididos en Cosquín")