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Un día como hoy, pero de 1961 asomaba por primera vez al Valle de Punilla la fiesta máxima del canto. Después de 48 años, y luego de que la euforia de la luna inaugural se haya agotado, la emoción volvió a alimentarse en la Plaza Nacional del Folklore con una segunda jornada que amaneció entre homenajes sentidos que brindó León Gieco.
Grande, bien grande, se proyectaba en mil colores el rostro de Don Ata. Desde una histórica grabación sus precisas palabras mantenían muda a La Plaza. Su presencia ineludible, en una perfectamente redonda luna yupanquiana, se anticipaba al cumplimiento de los cien años de su natalicio, el 31 de enero.
Luego, la coreografía de danza sobre el Himno a Cosquín, a cargo del Ballet Camín y el Ballet de la Costa de Carlos Paz, dieron paso al maestro de ceremonias, Miguel Ángel Gutiérrez, para que su voz sienta el peso de la fiesta y presente -con elegancia y justicia- a Sergio Galleguillo y Los Amigos, responsables de marcar el inicio del vuelo artístico.
Como una guitarreada con miras a la Consagración
Ésa fue la propuesta que intentó impartir este riojano durante toda su presentación, en la que desparramó por el aire la tradicional manifestación que se realiza en su pago: el carnaval. "Queremos que sea como una guitarreada, nosotros desde este rincón, ustedes ahí sentados”, aclaró Galleguillo.
Abrieron con “Qué linda es la Rioja” e inmediatamente la algarabía tomó fuerza en el escenario. Después de que invitara a cantar “Hay por qué será” a su hermano Carlos -autor de muchos de los temas que interpreta- y que compartiera una canción con Franco Barrionuevo (integrante de Los Changos), la explosión no tardó en encenderse cuando se mezcló entre el público. “Que el país se entere que en Cosquín también se chaya”, expresó mientras realizaba una posesión por las plateas.
Todos de pie para despedirlo y dejar abierta la puerta para una posible consagración –ya recibió esta distinción con el Grupo Los Amigos-. Minutos después, en conferencia de prensa, Sergio Galleguillo le pedía a los medios que lo impulsaran para obtenerla. Una mención tirante en esta edición 2008 y, para algunos, casi indescifrable.
Aún falta que corra mucha agua bajo el puente, pero ya es tiempo de analizar. Abel Pintos, luego de su brillante actuación, le confesaba a los periodistas: “No siento que Cosquín me deba la Consagración, yo soy el que le debe todo”. Pareciera que éste no es su año -ya se lo arrebató en 2006 Jorge Rojas cuando apareció en formato solista-. Entonces, hojeando la programación de los días que restan por disfrutar, aparecen Los Huayra, que sin aún haber actuado –mañana es el día de los salteños- tienen meritos dorados para alcanzarlo. Sólo resta esperar al domingo.
Volviendo a la segunda noche y a la tocada de Abel, diez años atrás -en manos de León Gieco- subía al escenario Atahualpa Yupanqui un tímido niño de 13 años. Hoy, después de un tiempo, se posa firme y con la frente en alto entona canciones propias. Baila, sonríe y muestra gestos de felicidad. Hoy pudo disfrutar pisar el escenario mayor.
Temas como “Para cantar he nacido”, de su primer disco, se cruzaron con los más recientes “Sólo canto por vos” y “Todo está en vos”, que le sirvieron para calentar la garganta y hacer estremecer a la gente con una imponente versión a capella de “El antigal”, en honor a Daniel Toro, culpable indiscutible de su apego al folklore.
Así, agarrándose el pecho, recibió uno a uno los aplausos y el veredicto afirmativo de una plaza revolucionada.
A continuación, llegaría un hombre solo con su guitarra y escuchado con un respetuoso silencio. Argentino Luna acarició el alma con sus milongas sureras y las letras de “El día menos pensado”, “Hijos de mis hijos” y “Descorazonado”, entre otros, que se volvieron carne en la multitud.
Y el baile se armó
Desde el primer acorde una juventud agolpada en los pasillos formaba una improvisada pista de danza. Es que ya era el turno del Dúo Coplanacu y sus chacareras desprendidas de lo que será su próximo disco Taquetuyoj, que editará en una semana y promete ser bien santiagueño.
A este condimento se le suma uno muy especial: el regreso de La Peña de Los Copla al circuito más atrayente de las jornadas coscoínas – el año pasado debido a los costos de alquiler decidieron no instalarla-. Y aunque la noche anterior ya habían tomado contacto con sus seguidores, aglutinando a casi tres mil personas en su local, los santiagueños recibieron una buena respuesta de los presentes en un show escaso en lo que a tiempo se refiere.
El baile continuó con la Escuela de Arte de San Luis, ganadores del Pre Cosquín, y con Daniel Argañaraz, distinguido como mejor intérprete en la edición anterior. Con calor y respeto, la zamba ”Chapes”, de Emiliano Gez, fue el preludio para evocar al tema "Abrazado a tu cintura", con el que obtuvo el premio.
Un León suelto en la plaza
Hasta las seis de la madrugada del lunes y durante más de dos horas, León Gieco ofreció un espectáculo único, confeccionado especialmente para la ocasión. Maria Elena Walsh se convertiría en la primera homenajeada al ser evocada en “Como la cigarra”. El rostro del Cuchi Leguizamón aparecería luego en las pantallas gigantes y su legado sonoro en “Maturana”, interpretado junto a la armónica de Franco Luciani.
Más adelante fueron recordados el uruguayo Alfredo Zitarrosa y Leda Valladares, mencionada por el músico como la mejor recopiladora argentina. “El rancho ‘e la cambicha” le sirvió para que contara anécdotas simpáticas que compartió con Antonio Tormo, catalogado como “la persona que vendió más discos que Gardel”.
Otro de los invitados fue Abel Pintos con el que acunaron la primera canción que grabaron juntos: “Cuando llegue el Alba”. “Así como Mercedes Sosa me trajo por primera vez al festival yo quise hacer lo mismo con Abel”, expresaba León Gieco a modo de presentación. A él se le sumaron las voces de Mariel Trimaglio en una lograda versión de “Carito” y la cosquinense Paola Bernal en “La colina de la vida”.
En esta gran vidriera nacional todos tienen fecha para tocar, dentro o fuera de la Plaza, con propuestas estrictamente tradicionales o no. Cosquín ya no late, repiquetea y demuestra una vez más - entre los cantores, su gente, los artesanos y poetas- que aquí está lo mejor de las manifestaciones populares.