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“Usa el amor como un puente”, dijo alguna vez Gustavo Cerati, en su canción homónima y trazó una comparación que puede aplicarse a varias situaciones, algunas vinculadas con el arte que él mismo supo cultivar. Y es que a veces, la música es un acto de amor. Eso sucedió el último fin de semana, cuando se presentó “Puentes: Perú - Argentina” el espectáculo que reunió a Susana Baca y Raly Barrionuevo en el Teatro Ópera.
El concierto se inició veinte minutos después de las 21, cuando el santiagueño expresó: “La idea de esta noche es compartir con una de las grandes referentes de la música latinoamericana. Yo, durante muchos años armé listas de temas y seguí un repertorio, pero hoy no tengo nada y a la vez hay algo que creo que podemos sembrar, una energía del compartir, que es lo que necesitamos; las canciones. Las canciones nos acompañan, ya sabemos, en momentos de alegría, de dolor, de lo que sea.
Entonces esta es una noche para rendirle homenaje a la canción, que es tan necesaria para nosotros. Así que tengo algunas guitarras y voy a ser una especie de anfitrión, a pesar de que no vivo aquí y voy a empezar cantando…” antes de que cerrara la frase, desde algún rincón de la platea, le pidieron uno de sus más grandes éxitos y él respondió: “Zamba y acuarela”. Luego, casi como en una conversación entre amigos, relató : “Un sobrino mío del corazón me pidió que le explicara para la escuela el significado de una obra de un autor santiagueño a quien yo conocí, fui a su casa, lo quise muy mucho y él vino a la presentación de Circo Criollo, hace muchos años en Santiago: Fortunato Juárez” y, tras nombrarlo desplegó la “Chacarera del chilalo”.
Después, asomó la cadencia mágica de “Si acaso vuelves”. En seguida, evocó a “muchos amigos que se dedican a trabajar la tierra, que la cuidan” con la profundidad de la “Huella de labriegos” y desde el auditorio alguien exclamó “Fuera Monsanto” . El cantautor asintió y añadió una referencia a quienes además de ser tóxicos para la tierra “son tóxicos para los artistas”. Rápidamente, construyó una particular versión de la “Vidala de la copla”, del Chango Rodríguez, entre punteos salpicados y silencios. Acompañada por las palmas de los presentes, su voz jugó con la guitarra hasta volverse emoción: “Hay que hablarle a la vidala y los cantores tenemos que cuidar la copla, que cuidar la música por sobre todo”, remarcó.
Seguidamente, emergió la hondura de “ Y seremos agua” y también desde el disco “La niña de los andamios” ofreció el tema homónimo en homenaje a su madre y abrió uno de los momentos más festivos del encuentro.
El compositor invitó al público a bailar y la sala completa se transformó en una enorme peña donde cientos de parejas danzaron con un tríptico que arrancó con “Chacarera del exilio”, siguió con “Alma de Rezabaile” y se cerró con “Melodía viajera”.
Relajado y risueño, Raly apuntó “Hago una zambita y viene Susana: Volveré, Volveré, I will come back, I will come back”, bromeó, “para los turistas de la calle Corrientes” en una traducción de “De mi madre”, nuevamente del Chango Rodríguez. En las canciones desgranadas sin guion, Raly se destacó con interpretaciones y reversiones memorables, con la trayectoria del cantautor adulto, pero sin perder la esencia del niño que juega y disfruta de la música. Tras el aplauso cálido del público, el santiagueño declaró: “¡Qué honor!”. Y fue a buscar a Susana Baca a un costado del escenario. Juntos interpretaron el himno de Fito Páez “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, en una postal conmovedora, en un abrazo de voces y sentires.
LA PROFUNDIDAS HECHA MUJER
Antes de iniciar su bosque de melodías, la peruana convidó a Micaela Vita, y junto a Raly le dieron forma propia la “ Zamba de Balderrama”, de Leguizamón y Castilla. “Gracias a todos ustedes. Gracias Argentina por este momento tan hermoso”, expresó Baca y a la par de sus músicos hechizó con “Tu Ventana Dormida” o “La herida oscura”, dedicada a Micaela Bastidas, “una mujer que luchó por la independencia de nuestra América”.
También, con el recuerdo de Chabuca Granda y junto a Vita entonó “María Landó”, además de “Canterurias”, donde su banda se mostró como un ensamble sin fisuras. La cantante de 78 años, danzó durante toda la noche al son del landó y la milonga, con su voz intacta, con vibratos justos y un modo de decir que potenció la poesía de su repertorio.
En otro orden de cosas, la cantora, quien recorrió “el país a pie”, en una gira que la llevó por Tucumán, Córdoba, Río Cuarto, Mendoza, Rosario Buenos Aires y La Plata aseguró que cuando conoció los ritmos nacionales, quedó cautivada por la milonga. Entonces llegó el tango con “Cambalache” y algunas modificaciones en la letra: “Siglo XXI es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue” o “¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón Mezcla'o con Toscanini, Bolsonaro y Napoleón”
El romance tanguero siguió con “Milonga de mis amores” , de Pedro Laurenz y José María Contursi. Se trata de una de las piezas registradas en “Palabras urgentes”, su álbum más reciente donde resume su trayectoria entre raíces tradicionales y distintas polifonías.
De ese baúl de variedades, de los años de escenario, también se oyeron “Sorongo”, “Cariño”, “Las caras lindas”, “Negra presuntuosa”, “Molino molero” o el infaltable “Cardo o ceniza”, de vuelta con Chabuca Granda como guía. Y si de grandes mujeres hablamos, Baca se tomó un tiempo para exaltar a Mercedes Sosa, con Juana Azurduy, el clásico de Ramírez y Luna que popularizó la mítica tucumana.
Con un itinerario extenso y cerrar la velada celebratoria, que se expandió por dos horas y media, Baca convocó a Raly y a Vita para los bises. La conclusión de las melodías sucedió con “Toro mata”. El aplauso del público y el abrazo con cada uno de sus colegas fue una muestra clara de la alegría que la peruana siente, en casi ocho décadas de vida, cada vez que sube a un escenario. Porque ella en sí misma es canción y poesía, es la voz más profunda del Perú actual, que en un puente con nuestro país, siempre canta y emociona.