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Raly Barrionuevo cumplió el sueño de muchos y reunió al power trío histórico, que potenció su crecimiento artístico y participó de discos míticos como Ey Paisano y Noticias de mi alma, para una grilla de conciertos irrepetibles. Ayer sucedió el último de un tríptico porteño, y así, con la magia intacta, se cerró la gira que se inició en una carpa circense en La Banda y continuó en Rosario y Santa Fe.
De este modo, parafraseando a Gardel y Le Pera y sin temor a equivocarse, algo queda claro: “quince años no es nada” cuando cuatro músicos se entienden como hermanos e interactúan en el escenario para combinar el talento y la confianza que da el tiempo compartido. Entonces, otra vez citando al tango, el retorno no fue “con la frente marchita”, sino con la frente en alto para encender la fiesta, porque “siempre se vuelve al primer amor”.
Ayer en Niceto no cabía un alfiler, poco importó el frío intenso de Buenos Aires para los cientos de seguidores que formaron una fila larguísima para ingresar al local, tampoco que la cita fuera previa a un día laborable. Probablemente porque la coincidencia de César Elmo, Ernesto Guevara, Cristian “Mono” Benegas y Raly Barrionuevo era en sí misma un hecho histórico, como esa banda que emocionó a tantos durante miles de recitales que marcaron las páginas de la música. Con esa misma emoción, el cuarteto activó su potencia infinita en un show de más de dos horas y con más de una treintena de canciones.
La magia intacta
Todo comenzó minutos antes de las 21, con la “Baguala del desengaño,” de Juan de Dios Gorosito y Jacinto Piedra, que Raly versionó en Paisano vivo a mediados de los 2000. Luego, surcando las sendas de sus referentes, recreó “Mensajes del Alma”, de León Gieco, con algunos interesantes cambios en la acentuación de la letra.
En seguida, el público coreó uno de los grandes clásicos del friense: “Solo tus ojos”, con un notable solo de Guevara, que cosechó aplausos. La música avanzó con una combinación de funk y reggae para “Si acaso vuelves”.
La alegría de los presentes era inocultable, por eso prodigaron elogios con diversas frases: “Mono te amo”, “Grande César”, “Vamos Guevara”, “Grande Raly”, fueron solo algunas de las numerosas demostraciones. En consonancia con eso, y con una consistente introducción de Elmo en percusión, que se paseaba como jugando entre el aire y la tierra, emergió “La gente del campo”, festejada por los presentes.
Luego, nuevamente Jacinto, en uno de los momentos más conmovedores de la velada: múltiples celulares encendidos y en alto acompañaron a la siempre profunda “Un pájaro canta”, en la que Raly rescata el legado invaluable de quien propiciara “El incendio del poniente”.
Continuando con los homenajes, aunque con otra tónica sonora, apareció “La Rafa Touriño” que se fundió con “Cuando alguien me espera”, cantada y compuesta por Ernesto Guevara. Con el amor insistente por el pago, la lista siguió con “Frías” y “Circo Criollo”. Entonces, Raly explicó: “Nosotros le cantamos a los eventos que teníamos en la infancia” y desplegó el “Gato del Festival”, de Marcelo Díaz, que se mezcló con las palmas fervorosas de los asistentes. En
esa seguidilla de hits, el estallido creció con la “Chacarera del exilio”, previa a la reflexión de “Donde se gesta el amor”, desde la maravilla de “Población milagro”.
Más adelante, brotó “Guitarra de sal”, ralentada y profunda, con ecos cercanos a The Cure o Radiohead. Inmediatamente, el “Mono” expresó conmovido: “Gracias por tanto amor, juntarnos es muy emotivo para nosotros, para ustedes. Nos lleva a nuestras complicidades de años de giras y todo lo recorrido”, dijo.
En paralelo, Barrionuevo recordó a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, a 20 años de sus crímenes, a dos décadas de la llamada “Masacre de Avellaneda”. En otro orden de cosas, relató las implicancias que tuvo para una de sus canciones el cambio de nombre del subcomandante Marcos (quien en 2014 adoptó el de Galeano, en homenaje a un maestro que fue asesinado) Con “Oye Marcos” los presentes imitaron la melodía que el compositor traza con la armónica y saltaron al compás de la batería en uno de los instantes más futboleros del convite.
Promediaba la lista de canciones, cuando Guevara tomó la palabra y confesó: “Estoy muy emocionado. Esto es increíble. Anoche lloré, estar con mis hermanos de la música, de tantos aprendizajes y momentos es hermoso. Muchas gracias” remarcó para introducir una obra de su autoría, aún no grabada y titulada “Soy” donde se escuchó, a tres voces: “Soy ese mate en la ronda, soy la Pachamama herida”. A su turno, Banegas expuso, previo a la hondura de “Silencio” desde su “Reminiscencia” que compone en homenaje a su tierra y su cultura.
Asimismo “Niña luna” se asomó entre los loops de una pedalera y al son del reggae que la viste desde hace años. En consonancia con ese ambiente, “Cómo danza la esperanza” se cruzó con algunas frases de “No woman no cry”, de Bob Marley.
El recuerdo de Trullenque
Más tarde, “Juan Labrador”, de Horacio Banegas, precedió a “El activista” y a la “Chacarera de la espada”, entonada a dúo con Franco Ramírez. Rápidamente, Raly comentó: “Vamos a cantar unas canciones que amamos mucho, hemos crecido con esas canciones, las hemos cantado con el modo particular que tenemos en Santiago”, remarcó para celebrar a Pablo Raúl Trullenque. “Flor de cenizas” fue coreada por todos los presentes y después, como el himno que es, la sabiduría de “La Pucha con el hombre”, resonó en un concierto que conjugó la fiesta y la poesía.
La noche avanzó con “Añorando”, de Mario Arnedo Gallo, a tres voces y con un sonido que en todo momento funcionó con un mecanismo de relojería y combinó presión y creatividad con numerosas emociones.
La euforia aumentaba con cada acorde. Tal vez porque los asistentes sabían que eran testigos de un momento único, entonaron con fuerza las estrofas de la “Chacarera del Mishki Mayu”, de los Hermanos Ábalos, donde se sumó como invitada parte de su linaje: Rocío Sanjurjo Ábalos.
Nuevamente Guevara empuñó su guitarra y retrató una anécdota con su hijo que dio origen a “La mirada de Manuel”, de un gran vuelo en su melodía y en las imágenes de sus versos. Otra
vez, el turno de Banegas, que se destacó con un rango vocal amplio y exacto, desde los graves sostenidos hasta el falsete logrado y sensible para darle forma a su tema “Identidad”.
Fin de fiesta
Ya sobre la última etapa del show, Raly exaltó la guía y amistad de Luis Gurevich, presente en el concierto y lo ponderó en la trastienda de la canción “Ey paisano”: “Él encontró la frase, ey paisano qué pasó, la historia no es fácil como creías vos. No lo sabíamos, pero en ese momento estábamos haciendo trap o éramos tiktokers. A veces la vida va muy rápido y la música, el arte en general, conserva la memoria”, remarcó.
Con una despedida in crescendo, todos los presentes cantaron “Somos nosotros” con los puños en alto. Luego, el cuarteto se reunió alrededor del set de César Elmo y con ocho baquetas percutieron juntos para abrir paso a “Corazón Atamisqueño”. Finalmente, una sentida versión de “Alma de Razabaile” coronó la fiesta y fue el mejor cierre de semana para los amantes de un folklore que se transforma, que se hermana con el rock, que rescata las raíces, que muestra nuevas melodías y paisajes para seguir bailando, para continuar latiendo.
¿Acaso el folklore no es parte de nuestra respiración, de nuestra identidad, de nuestro acervo poético, de la unión de voces y realidades cercanas o diversas, de la amistad? Anoche Raly y la banda histórica dieron sobradas muestras de esto, agradecidos y emocionados como cada una de las personas que llegó a Niceto.
Saben que pueden volver cuando quieran, saben que pueden seguir con otros proyectos, creando y recreando las páginas de la música nativa. Acaso eso, hacer, volver y avanzar en el arte, en la vida, sea aquello para lo que pisamos el suelo y nos levantamos cada día. Por eso la música y estas reuniones que signan la historia con amor, compromiso y también con alegría, confirman nuestro sentido y amplían el horizonte de lo posible.