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Un 18 de abril de 1932 nace uno de los exponentes más destacados del paisaje chamamecero: Don Roberto Galarza llega a la vida en Alto Verde, Santa Fe y años más tarde se gana el apodo de “El Zorzal de Corrientes”, por la particularidad y la hondura de su decir.
Compositor de más de 200 obras, entre ellas Mi ponchillo y mi facón, Pago inolvidable, Paisano campero y Recuerdos de mi provincia, es un emblema indudable del chamamé. Hoy, en el día en que celebraría nueve décadas, repasamos su obra y su legado en diálogo con Juan Manuel Silveiya, quien compartió años de escenarios y tuvo la amistad del creador de “Volver en guitarra”
¿Cómo describiría a Roberto Galarza?
Fue un hombre muy sencillo, diría que por demás para lo que era la magnitud de músico y de cantor que que era. Era muy sencillo, creo que eso es lo más lindo también que a uno le queda porque con él, porque con la magnitud de músico que era, era muy modesto. Nunca se puso el rol del artista ni de allá arriba, no. Él era un hombre muy sencillo. Ojalá pueda resumir mi cariño a don Roberto y por supuesto a toda su familia, ya que cada una de las oportunidades que tuve de compartir me han brindado también todo su calor.
Sin dudas, fue una gran persona y gran músico y cantor músico y cantor. Roberto Galarza es uno de los cantores, para mí, fundamentales del acervo chamamacero. Antes de cantor, fue músico. Integra primero el cuarteto junto a Montiel y no cantaba, era muy buen guitarrista y por eso tuvo la oportunidad de acercarse también a semejantes músicos de aquella época. Después le descubren la faceta de cantor. Según él, nunca había pensado que el canto sería parte fundamental de su carrera.
¿Qué le llama la atención de esa carrera?
Galarza tiene participación en infinitas grabaciones de distintos músicos de distintos estilos, con los Hermanos Cardozo, Blasito Martínez Riera, Los Barrios, cuando se formó el conjunto Los montieleros, junto a Ramón Chávez. También participa en distintos estilos musicales convocado como guitarrista e incluso para decir versos, glosas que él mismo creaba. También en el cuarteto Santa Ana, de Don Ernesto Montiel, durante casi todas las épocas, en la parte donde estuvo Francisco Casis, Apolinario Godoy, donde estuvo el bandoneonista y mi maestro Blasito Martínez Riera cuando estuvo Ricardo Scofano y otros. Y hoy estamos nosotros para seguir apuntalando y recordando lo que ellos fueron y lo que aprendimos y queremos transmitir esto a la nueva generación.
En algún momento, usted fue de “la nueva generación” y cruzaron sus caminos…
En una parte de mí de mi carrera musical tuve el gran honor de conocerlo personalmente a don Roberto Galarza y a su hijo Tito, Matías Galarza. Me convoca para para conformar el conjunto de él, que en esta etapa ya estaba hacía muchos años radicado en la capital correntina. A mí se me hacía un poco imposible estar todo el tiempo junto a él, porque siempre estuve radicado en Buenos Aires. Entonces viajaba y me quedaba 15 días, 20 días, una semana, lo que haga falta. He tenido la oportunidad de compartir buenos momentos con este gran artista, y digo artista, con todas las letras gran artista, porque logramos una gran afinidad por el hecho de que a mí me gusta mucho el arte de la luthería - de hecho, trabajo de eso paralelamente con los musical- y don Roberto era un artista de la artesanía y un gran pintor, por supuesto. Arreglaba sus instrumentos, lustraba él cada muy poco tiempo el guitarrón, lo desarmaba le retocaba el lustre y estaba en todos los detalles.
Otro costado del Zorzal…
Claro. He tenido obviamente el placer de compartir esa otra parte de este artista. Él hacía pequeños instrumentos de madera, como adorno y como recuerdo. Tengo uno firmado por él mismo. Durante un tiempo determinado, que no puedo especificar exactamente, pero diría que fueron más o menos 3 años, trabajé con él musicalmente, pisando muchísimos escenarios, tocando bandoneón y acordeón. Se sentía muy cómodo, ya que también él siempre hablo muy bien de don Ernesto, el retornó al cuarteto Santa Ana tantas veces como el maestro se lo requiriera para las grabaciones. Y como y admirador de este estilo no quiero que por ninguna causa se pierda su esencia y continúo caminando este sendero. Y quiero resaltar, y esto vaya también para la para las nuevas generaciones: nos hacen falta cantores de esta de esta forma, de esta talla. Se fue se fue perdiendo un poco y quedan muy poquitos, hay pocos jóvenes que continúan ese estilo de canto. Entonces vaya esta idea para los jóvenes: escuchan a Roberto Galarza en toda su obra porque es impecable.
Usted tuvo la oportunidad de grabar con él ¿cómo vivió esa experiencia?
Desde el 94 y casi hasta el 97 tuve actuaciones y giras con Roberto. Y A fines del año 95, principios del 96 grabé con él para sus 50 años, con 18: temas. Compartimos vivencias inolvidables en el armado de este disco “Añorando el pago”, por los 50 años de Roberto Galarza con la música.
Esa experiencia fue inolvidable y la tengo todo el tiempo presente, porque la elaboración de ese material junto a su hijo tuvo momentos de amistad. Hoy puedo decir que tuve el honor de ser amigo de don Roberto Galarza. Lo escuché desde muy pequeño y jamás me imaginé que iba a grabar un disco con él, incluso tocando temas que grabó con Montiel. Tocar el acordeón o el bandoneón para mí fue y sigue siendo algo invaluable.
No conforme con todo esto, tuve el honor -y digo honor porque la verdad que lo sobrevaloro- de componer un chamamé que él me propuso y que fue grabado en el tributo a don Ernesto Montiel. Se llama “Esencia montilera”. Lo compusimos, arreglamos y firmamos juntos.
¿Qué momentos atesora de su amistad, más allá del escenario?
Recuerdo que reparábamos nuestros instrumentos en el fondo de su casa donde tenía un pequeño taller, con elementos de carpintería y pintura, que era lo que él hacía. Una tarde se puso a desarmar el guitarrón para darle un retoque en el lustre, porque él era muy detallista con su instrumento y cuando veía algún rayoncito o si empezaba a perder el brillo, lo desarmaba y le gustaba retocarlo. Lustraba a goma laca, como se lustraba primitivamente los instrumentos de cuerda.
Mi guitarra ya tenía sus años y él me dijo que estaba trasteando, que ya tenía los trastes gastados, así que me prestó los materiales para hacer trastes nuevos. Mientras cada uno retocaba su instrumento, tomamos mates y hablamos de Montiel, de las anécdotas. Cambiarle los trastes a mi guitarra, mientras él lustraba la suya es algo que guardo como recuerdo, más que de lo musical de la amistad que él me brindó.
Otra de las anécdotas es que él fue muy fumador. En un momento dejó el cigarrillo y su casa estaba llena de carteles, dibujados y escritos a mano, con leyendas en contra del tabaco. Con el pucho no quería saber nada. De hecho, ya de grande, después de mí integración y la grabación conmigo, fue operado del corazón en la fundación Favaloro. Salió muy bien de la operación y después de eso hizo el disco “Vuelvo a cantarte chamamé”, incluso le un tema al doctor Favaloro que lo volvió a la vida, le renovó el corazón.
De su obra como compositor ¿qué piezas cree que se destacan?
Hay innumerable cantidad de temas de Roberto, no podría decir cuál me gusta a mí, pero el tema por excelencia que siempre le pidieron fue “Volver en guitarra”. Creo que es el que más satisfacciones le ha dado a Roberto y es una semblanza de un sentimiento, que él dejó plasmado para siempre.
Desde que se creó hasta estos días tiene plena vigencia , y es algo que casi todos los músicos sentimos: cuando nos toque, volver en algunos de los instrumentos, estar siempre rodeado de los amigos y de la música. Creo que es el tema que lo distingue y que le dio satisfacciones en cada una de sus presentaciones y en su carrera.
Obviamente, antes de “Volver en guitarra”, había marcado un lugar dentro del ambiente como dije hace un rato, como músico y como un cantor, pero en la etapa que yo viví con él creo que ese es el tema que más le pedían y que a él también le daba satisfacción volverlo a cantar. Nunca se cansaba de cantarlo.
Después uno que era de su gusto y no es muy difundido ese tema se titula “De par en par” es un chamamé muy lindo que él decía que lo describía muy bien don Isaco Abitbol. Siempre, en el tiempo que yo estuve lo hacía. No lo llevamos a grabar, la verdad que me da pena, porque era un tema que le encantaba cantar y él siempre lo anunciaba como el tema que definía la personalidad de don Isaco. Y por supuesto tuvo una gran amistad con Don Isaco, y por supuesto infinidades de éxitos en los caminos que les tocó vivir y recorrer juntos.
¿Cuál es su balance de lo transitado con Galarza?
Creo que tuve la suerte grandota de grabar en uno de sus mejores momentos, porque estaba con todo su caudal su potencial, con toda la madurez que necesita un cantor para para expresar lo que él siempre expresó, aun cuando era inmaduro, como él mismo decía. En ese momento él era un hombre bastante joven estaba bastante entero.
Cuando le tocó empezar a cantar con Montiel tenía 18 años y yo no lo podía creer cuando lo contaba, porque uno escucha esas grabaciones y tiene la voz de un hombre más sazonado. Hoy es muy difícil encontrar un chico de 18 años que cante el peso y con el decir y la transmisión que tenía Roberto.
Vuelvo a repetir: yo me siento halagado o la convocatoria de don Roberto, por la amistad que me ha brindado durante el tiempo que estuve al lado de él y todo lo que me brindó como ser humano, en su casa, junto a su familia es inmenso. Uno no se cansa de escucharlo al Zorzal, justamente, como el pájaro, siempre está y para nosotros -los que amamos esto y este estilo de música- creo que siempre va a estar presente.