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Hacedor de joyas nativas como “La Vuelta de Obligado”, “Cuando la tarde agoniza”, “Pion de fierro” o “Noche y camino”, entre otras, Alberto Merlo llegó al mundo un 2 de febrero de 1931. Luego los caminos de la música lo hechizaron con su impronta surera de la que hoy él mismo es un emblema.
Con más de veinte discos y una herencia que sigue vigente, a una década de su partida física, ocurrida un 10 de abril de 2012, una de sus hijas y diversos colegas lo retratan con afecto y admiración.
Silvia Adriana: “Fue un cantor con un definido criterio de la surería”
Alberto Merlo es un intérprete del canto surero fundamental para el ejemplo y conocimiento de este vasto repertorio regional de la llanura. He tenido el inmenso honor de compartir varios escenarios con él y siempre ha sido un aprendizaje. Un hombre sencillo como su canto. Un ser humano, grande y humilde de corazón. Un artista íntegro. Ha transitado las obras más sublimes de poetas como Víctor Abel Giménez, Andino Álvarez, Domingo Berho, Artemio Rodríguez, y tantos otros grandes de la poesía rioplatense.
Su cantar nos lleva a la simpleza y la expresión campera, paisana. Nos transporta imaginariamente a las materas donde se reunía la peonada luego del trabajo de campo. Merlo fue un cantor con un definido criterio de la surería y un buen compañero de sus pares.
El 4 de mayo del 2010, gracias a la idea y convocatoria de otro gran referente, Omar Moreno Palacios, tuvimos la inmensa satisfacción de homenajearlo en el Salón Blanco de la Casa Rosada, en un merecido reconocimiento en vida a su persona y trayectoria.
Como decía en su poema Destino del Canto, el gran Don Atahualpa Yupanqui.." Sí, la tierra señala a sus elegidos. Y al llegar el final, tendrán su premio, nadie los nombrará, serán lo anónimo, pero ninguna tumba guardará su canto”
Lucía Ceresani: “Lograba una conexión directa con su público”
Alberto Merlo ha sido uno de mis grandes referentes del canto de nuestra región, además de un gran cantor, fue uno de los grandes compositores de este género musical y nos dejó su legado a través de su voz y su guitarra, de sus obras. Con un decir simple en sus letras, lograba una conexión directa con su público, con palabras justas, que hacen a quien escucha sus canciones vivir cada historia junto a él.
Recuerdo cuando lo conocí, yo recién comenzaba a presentarme en algunos escenarios y tenía un casette recopilado de algunas radios donde iba a cantar, eso fue lo que le llevamos un día a su casa en Mar del Plata y era sólo para dejarle el material, pero para nuestra sorpresa nos recibió a mis padres y a mí junto a su esposa Coca con un cariño y una amabilidad que nunca olvidaré.
Enseguida preparó unos mates y sacó su guitarra, me dijo “a ver cantá algo” y yo canté sus canciones. Me escuchó con mucha atención, cantó a dúo conmigo y entre los consejos que me dio ese día me dijo algo que me quedó grabado: “cuando el público te empiece a pedir canciones tendrás la mitad del camino andado”. Yo lo escuchaba y pensaba, qué difícil que pase eso, pero años más tarde comenzó a suceder. Era una persona con una gran sensibilidad, preguntaba si la peña había ido bien a sus organizadores antes de cobrar sus presentaciones. Tuve la fortuna de compartir muchos escenarios con él. Un día recuerdo que iba pasando la hora, se iba la gente porque era muy tarde y él también tenía que irse, pero antes me dijo: “subí y cantá igual, aunque sólo te escuche una persona, cantá para esa persona”.
Un tiempo antes de su partida le hicimos un gran homenaje en el Salón Dorado de la Casa Rosada, un reconocimiento tan merecido a un hombre que nos marcó el camino con su ejemplo a los que venimos detrás, a los que lo admiramos, a los que lo conocimos y descubrimos a la gran persona que había detrás del inmenso artista, de una generosidad y humildad que lo enaltecía aún más. Alberto Merlo, "El Señor del Sur”. Nadie cantó las huellas y triunfos como él, y quiero recordarlo con el cariño y la amistad que él me brindó, porque es uno de los grande regalos que me dio este camino.
Lucrecia Rodrigo: “Nos inspira a seguir sembrando el canto surero”
Como una huella larga y profunda casi hecha surco donde alguna vez sembró “El señor del sur” esa semilla fundamental que nosotros, quienes amamos y somos hijos de esta vastedad infinita, cosechamos en nuestro andar de canto hecho llanura, así quedó marcado su largo camino en nuestra patria.
Como no recordarlo hoy, a diez años de su último viaje, con aquel estilo olvidado que resuena en los rincones , como no agradecer a quienes intentamos día a día ser brote de esa semilla que nos inspira a seguir sembrando el canto surero muchas veces olvidado , gracias por tanto paisaje inmortal en su decir.
José Ceña: “Siempre es indispensable escucharlo”
Ya pasaron diez años de la partida al silencio de Alberto Merlo. Para mí, el Caballero de la llanura. Una voz plena y sincera, como todo lo que cantó. Más allá de esta ausencia dolorosa, don Alberto supo burlar ese destino impiadoso de la parca porque hoy y por siempre es y será indispensable escucharlo para comprender el verdadero latido de una pampa sonora y poética que con hidalguía resiste la indiferencia de los nuevos tiempos. Gracias Maestro por sus milongas, huellas, cifras y por mostrarnos un camino dentro de nuestro arte popular, para que la eternidad de nuestro horizonte siga respirando al pulso de tu canto.
Juan Martín Scalerandi: “Ha dejado un legado maravilloso”
Se están cumpliendo diez años de la desaparición física de Alberto Merlo, un habitante de lo que se llamaba la Pampa gringa, de Santa Fe, de Colonia Bossi, familia piamonteses. Se transformó luego en una de las figuras más importantes de la música de la provincia de Buenos Aires o de la llanura pampeana.
Es curioso que dos de los máximos exponentes de la música de nuestra llanura pampeana y de la provincia de Buenos Aires son santafesinos, como él y Suma Paz. Me parece que había que destacar dentro de su figura algunos aspectos. Primero su discografía, con más de 20 LP en los cuales hay obra propia, con distintos autores de letras como Víctor Abel Giménez, Enrique Uzal, Osvaldo Andino. Hay algo llamativo. Él graba su primer LP en el año 61. Siendo que había venido a Buenos Aires integrando un trio tradición folklórica del Norte en sus principios, en el que creo que estaba Polo Giménez. Eso obedecía un poco a las costumbres y a la moda de la época. Entonces graba este primer disco que se llamó Bordoneando con zambas, chacareras, netamente con lo que se conoce como folklore del Norte. También hay cuecas, pero hay una curiosidad y es que en ese disco graba una cifra, que se llama Porque canto, y es nada más ni nada menos que de Hamlet Lima Quintana. La cifra, género típico de la llanura pampeana, un poco colada en ese repertorio tan norteño, creo que le despertó el bichito de lo que es la música de la provincia de Buenos Aires. Tal es así que en su segundo disco del año 1967 llamado Semblanza sureña, hay todas músicas de la provincia de Buenos Aires con huellas, triunfos, milongas y demás. Creo que en ese lapso entre el primer y el segundo disco hubo algo dentro de su corazón que se despertó hacia la cultura surera y que afortunadamente no abandonó hasta el último día de su vida.
En el año 69 vuelve a grabar esa cifra en un disco que se titula Porque canto. Entiendo que esa obra fue muy importante. Alberto Merlo, además de ser un pilar fundamental como guitarrista cantor y compositor de la provincia de Buenos Aires, ha sido también uno de los primeros que se ha instalado en las grabaciones para enarbolar la figura de lo que hoy ya tenemos como algo tradicional de la provincia de Buenos Aires y que en ese momento estaba un poco difusa. A principios de los 60 con Suma Paz, Moreno Palacios, Alberto Merlo, José Larralde y otros instala la idea del cantor surero solo con su guitarra. Alberto Merlo es uno de los pilares de la música de la provincia de Buenos Aires y ha dejado un legado maravilloso.
Mariana Merlo: “Era sencillo y afable, como las personas de campo"
El paisano era una persona como se veía arriba del escenario, no era muy difícil de leer, era muy sencillo, muy afable, con muy buen humor. Ante un problema siempre trataba de solucionarlo sin meter más leña al fuego, veía la forma de solucionarlo de la mejor manera. Siempre con una buena actitud, con una sonrisa, tranquilo. Tenía esa forma de ser de la persona de campo.
Estaba en casa durante toda la semana, viajaba los fines de semana por alguna actuación o por ahí se ausentaba un poco más por algunas gira más larga, pero generalmente él estaba en casa así que disfrutaba muchísimo de cocinar. Le gustaba mucho cocinar y comer tanto dulce como salado Decíamos en bromas con mi hermana que parecía una hormiga con lo dulce. Lo podías ver haciendo pan casero, en mi casa no se compró nunca el pan en una panadería, siempre se hacía el pan en una batea de madera que sigue estando, con una masa madre que él iba guardando en heladera. Todas las semanas comíamos los panes caseros riquísimos que horneaba a leña.
En invierno sobre todo se cocinaba mucho, porque al estar la cocina a leña encendida, hacía los panes, dulces y los sumaba a los había hecho durante el verano con todas las frutas estación. También le gustaba mucho ayudar a hacer las tareas del colegio. Además, tenía una rutina de levantarse muy temprano, tipo 6 de la mañana. Preparaba el mate, tomaba y después nosotros íbamos la escuela, pero él agarraba más o menos tres horitas la guitarra para ensayar los temas o para preparar algún disco. EMI le exigía dos discos por año, pero el paisano siempre hizo un poco lo que quiso y grababa un disco por año o cada año y medio más o menos. Se tomaba el tiempo de ver distintos libros, de leer textos de autores amigos que le iban mandando por correo las letras tipeadas máquina de escribir, podría ser que llegara correo de Castello Luro o Andino Álvarez y él iba leyendo y armando una carpeta. Tomaba las que mejor podría interpretar. Para aprenderlas, además de leerlas, las transcribía a mano y las ensayaba en casa.
Mi casa fue una casa siempre musical, mi infancia ha tenido la banda de sonido de la guitarra de mi papá y su voz. Ha sido una infancia, con mi hermana, sumamente feliz. Nos permitió, sobre todo en primaria, sin tanta presión por las faltas de la escuela, acompañarlo a sus presentaciones en familia y él era feliz él. Le encantaba que nosotros fuéramos a pasar todo el fin de semana junto con mi mamá y Anita, mi hermana, y yo. Así que hemos viajado mucho con papá. Entonces ahí podíamos ver, pero no dimensionar como lo hacemos ahora de grandes, el cariño que le tenía la gente al momento de subirse al escenario, de llegar a un lugar, de bajarse en la estación de servicio. Cuando se sacaba la gente a preguntarle si era Merlo y no lo podían creer. Papá, como no tenía ninguna postura, no tenía ningún divismo, no se creía nada, atendía tendría todo el mundo, hablaba con todo el mundo. Si al momento de estar afinando la guitarra, atrás del escenario, se acercaba a alguien y le preguntaba si podía hacer La chata de Lobería, por ahí sentado en la escalera, tras bambalinas, la entonaba, la cantaba solo para la persona que se lo había pedido. Tenía esas cosas, de no de no ser egoísta con su don, pero además del canto tenía don de gente. Era maravilla de persona.