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La noche del martes cumplió con la promesa de ser una de las más importantes a nivel convocatoria. Pero también ya será de las más importantes de la edición por momentos que ya se convirtieron en históricos.
Miles y miles por las calles, cientos de vendedores de “productos abeleros” y un martes que no parecía una noche festivalera en contextos de pandemia, si no que regalaba una postal de otros años. La previa de la cuarta luna era la confirmación de que desde las 22, dentro de la Próspero Molina la fiesta iba a estar asegurada.
La “fortaleza de su poesía” que “lo llevó por el mundo cantando esperanzas” también lo llevó una vez más a uno de sus lugares en el mundo. Víctor Heredia fue quien comenzó una velada intensa y disfrutada desde un primer momento, gracias al Himno a Cosquín versionado por Mariana Carrizo, La Bruja Salguero, Paola Bernal y La Charo.
Una seguidilla de éxitos acompañados por toda la Plaza tuvo sus puntos altos con Todavía cantamos y Sobreviviendo, por lo importante de cantarlos en estos tiempos. Por lo importante de seguir contando con Víctor en estas fiestas, porque todavía sigue generando canciones como Un simple abrazo, que compuso con Pedro Aznar “para descubrir que aún existen quimeras”.
Esa primera parte continuó Lucía Ceresani, quien “alumbró almas oscurecidas” con su canto surero y su voz para regalar un lindo repertorio; la Delegación de Santiago del Estero que homenajeó a Elpidio Herrera, sus sonidos y sus misterios materalizados en su sachaguitarra Atamishqueña con Horacio Banegas como invitado especial; el conjunto instrumental Yrembe'y, integrado por Bruno Ortiz, William Córdoba, Martín Polentarruti y Gustavo Cuenca, quienes demostraron ante una Plaza cada vez con más gente porqué fueron los merecidos ganadores del Pre Cosquín como Mejor conjunto instrumental y también los ganadores de Pareja de Baile Tradicional: Agostina Collante y Maximiliano Soraire en dos números hermosos y muy aplaudidos.
Universo Pennisi
Si quienes bailaron con sus cuerpos generaron admiración, lo que hace Nahuel Pennisi con su voz no tiene explicación. Apenas entró la gente se levantó a aplaudir, tal vez sospechando el show que iba a dar. Pero cuando se confirmó la Plaza fue una fiesta de antemano para una consagración que muchos ya se animaron a vislumbrar.
En el resto de su actuación, Pennisi alternó zambas y chacareras clásicas con temas de su repertorio más reciente, respaldado por una banda notable. El público lo ovacionó de pie antes de un bis con una coreada versión de Ojalá de Silvio Rodríguez. Una vez más se anota como candidato al premio consagración. “Traigo un hechizo en el alma y en mi voz de cantor la salamanca” se oyó en la primera canción para que el hechizo se cumpliese y ya nadie podía ser ajeno a lo que pasaba.
Una muy buena banda, un muy buen repertorio que tuvo chacareras, zambas y temas como Universo Paralelo -ya un clásico suyo en tan poco tiempo- y el final con una versión muy linda de Ojalá de Silvio Rodríguez coronaron una actuación que tuvo uno de sus puntos más altos cuando cantó junto a Abel Pintos. Con el bahiense hicieron más linda de lo que es a Fuego en Animaná y con una gran puesta cantaron Mundo, el tema que grabaron juntos en el último disco de Nahuel.
“Gracias por hacerme inmensamente feliz en este rato” le dijo Pennisi a la gente. Y la gente le respondió con una ovación típica de esas que dicen: “Los agradecidos somos nosotros”.
El amor en su vida… se llama Cosquín
Antes de Abel Pintos quienes llenaron de energía el lugar, de maneras diferentes fueron La Charo y Fabricio Rodríguez. La primera con su entrega donde no se deja nada, para dejar mucho: conciencia pidiendo por la Ley de Humedales; composiciones donde la cumbia colombiana fue la protagonista, compartir el escenario con su pareja el actor Juan Palomino para cantar en favor de Latinoamérica y hasta hacer partícipe a Franco Luciani, que este año no estará en la grilla y quien con su armónica redondeó una actuación siempre interesante de la formoseña. Otro que también hizo de las suyas con la armónica y que también continuó con la energía fue Fabricio Rodríguez, quien terminó tocando “como estando en el living de su casa” sentado al borde del escenario y regaló un fragmento del Himno Nacional Argentino.
Pero si de himnos hablamos, y más en Cosquín, si de estar como en su casa frente a miles de personas cuando toca en el Atahualpa Yupanqui entonces es que hablamos de Abel Pintos. “Cómo te extraño” resonó cerca de las 2 AM, cuando tan solo con su guitarra y esa voz poderosísima parecían cantarle y decirle eso al Festival después del parate artístico y a su público que ya había colmado todas las butacas. ““Como ya lo dijeron varios de mis colegas, esta es una edición muy especial por el reencuentro” dijo, para comenzar con una maratón de éxitos.
Abel fue por todos lados en su repertorio, después de “calentar un poco la garganta” que esta vez no le jugó una mala pasada como en Jesús María. Primero en modo más melódico, con la banda acompañándolo, pero sobre todo él, la guitarra y su público logrando una sintonía que sólo él puede hacerlo. Sin olvidarse donde estaba parado, también el folklore se hizo presente y con un nivel altísimo -tal vez sin quererlo fue su homenaje a quien dio nombre al escenario-, porque cuando comenzó con Cactus que lo cantó no sólo con la voz si no con el cuerpo y con el repertorio más “de raíz” hasta “Don Ata” debe haber estado aplaudiendo. Se dio el gusto de invitar a Milena Salamanca, para cantar Milagro en cruz, y Milena se dio el gusto de saber que su voz le hace bien a Abel como a cualquiera que la escuche.
La última parte del show fu para bailar y desatar la fiesta, con temas como Suave, El alcatraz y con el acompañamiento en las voces y los movimientos de sus coristas: Antonela Giunta y Mery Granados.
Al final, cuando ya habían bajado las revoluciones, Motivos -de nuevo a solas con el público y su guitarra- fue una especie de elevación sensorial por parte de este “Pájaro cantor, que cantará hasta morir” y su gente, que en Cosquín, ovacionándolo de pie y a los gritos le dijo: “Quiero vivir a tu lado lo que quede por vivir”.