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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA


Fotos: Maximiliano Luna

30/11/2021

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RECORDAR


La vuelta de un juglar siempre es una celebración. Eso se vivió el domingo por la noche en el Kónex, cuando Jorge Fandermole se presentó solo con sus guitarras en la Gran Sala del Centro cultural, con su capacidad colmada, a pesar de la persistencia de la garúa que nacía del cielo porteño.  

El rosarino, que siempre traza paisajes intensos y profundos, inició su recorrido con una obra inédita, “La diurca”, casi como un regalo para el público en un reencuentro que todos los presentes esperaban. La pausa se resignificó en afecto, cuando desde las butacas gritaron “Te extrañábamos” a lo que el referente de la trova rosarina contestó; “yo también, muchas gracias”.

“Como vine, me iré/ Nada me traje y nada me llevaré” se escuchó en “Ay deseo”, que vino después. Luego, con exquisitos arpegios, el lugar se pobló con las “Décimas de identidad”, en seguida las notas jugaron entre los ecos jazzísticos de “Los otros cuentos”. “Afortunadamente las canciones de amor son mayoría dentro del cancionero, indudablemente porque el amor es todo un imaginario dominante. Ninguno que escriba canciones puede dejar de escribir una canción de amor, o varias”, expresó antes de la dulzura de “Necesitaría”. En consonancia con el romance, emergió “Mi buen amor”, una obra con matices que remiten a los Beatles, mezclados con diferentes gamas de la serenidad.  

Más tarde, en la semántica del desamor, la potencia, la simplicidad y la contundencia se conjugaron en “Solo”. Y tras unos minutos, se abrió el clásico “Cuando”: “Yo digo que mis ávidos amores/Son fuertes y viven más que yo/Son gigantes tenues como flores/Que alientan este turbio corazón” la hondura de las palabras sensibilizó y mutó en arrullo “Con el tiempo me fui dando cuenta de que ésta en realidad no era una canción de cuna, una expresión para que el niño se durmiese, son de que tuviera un mundo posible” reveló segundos antes de despuntar “Lo que usted merece”.

Transcurrían 40 minutos de show y Fander daba muestras claras de las magias que pueden tejerse en ese diálogo entre las seis cuerdas y una voz, con una tesitura particular como la suya.  Es increíble lo que puede hacer un hombre en aparente soledad. Y esto es así porque -en rigor- siempre se está acompañado: así el autor de “Marina” se tomó tiempo para mostrar su pluralidad: duetos creativos con el Topo Encinar primero, en el desgarrador “Niño griego” -desde las huellas de los antepasados del artista tucumano- y en segundo término con su comprovinciano Pichi de Benedictis en “Nunca será para siempre”, donde el trovador advirtió: “Nada es definitivo, nunca se puede decir que algo no va a pasar”.

Anteriormente, la reunión se encendió con el brillo del “Diamante” hasta volverse fogón, con una versión coral y espontánea de “Canto versos”, que todos los asistentes entonaron de principio a fin.  

Por otra parte, la velada tuvo sitio para los homenajes, de la mano de “Corazón de bombisto”, una chacarera con música de Marcelo Stenta para “el gran Raúl Carrnota”, también serían de la partida “La Luminosa” y “La torcida”, entre las chacareras. Y más atrás, una evocación al Uruguay con “Milonga de cuatro orillas”, dedicada a sus colegas orientales. Ademásrememoró a sus padres, quienes le regalaron su primer instrumento en la infancia, con “Guitarra”

“El amor en la cocina”, “Hispano” y “Sueñero” conformaron un tríptico de melodías que se cerró con la icónica “Canción del pinar”. Los aplausos del público agradecieron el bis y el abrazo de casi dos horas en forma de canciones. Aún llovía sobre Buenos Aires, pero no importaba: volvió Fander y nada empañó el festejo, que se hizo esperar, y que valió la espera. 


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