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NOTA DE INTERÉS


19/03/2021

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RECORDAR


El 19 de marzo de 2011, hace una década atrás, el canto criollo se teñía de luto. Partía Rodolfo Giménez, seudónimo artístico de Argentino Luna, en la Ciudad de Buenos Aires.
"El Negro" había llegado a la vida un 21 de junio de 1941, en General Madariaga. Con los años se transformó en compositor  y guitarrista autodidacta y  a lo largo de su carrera escribió más de 300 canciones: Ando por la huella, Capitán de la espiga  y Mire que lindo mi país paisano, son algunas de más famosas.

Durante su niñez, trabajó junto a su padre como peón arenero en villa Gessell y allí se enamoró de las milongas, las zambas y las tradiciones. En una entrevista realizada por Luis Landriscina, Luna añoró aquellas épocas y afirmó: “Los santiagueños cantaban: “cuando salí de Santiago, todo el camino lloré”. Yo tenía siete años y los veía con lágrimas en los ojos. Ya había Carabajales por ahí. Los entrerrianos hacían chamarritas, los correntinos hacían Mercedita, Villanueva, A mi Corrientes Porá, El Rancho de la Cambicha. Ahí me hago yo amigo de la poesía. Y siento que el sonido de la guitarra me emociona y me llena de magia el alma” describió y añadió: “Escucharlo al Gardel criollo. O a un señor que me decía: “Desde las arenas bailan los remolinos, el sol juega en el brillo del pedregal, y prendido a la magia de los caminos, el arriero va… el arriero va”. Y yo decía: le está cantando a mi papá. Porque papá era resero”, le comentó entonces “El Gaucho de Madriaga” al reconocido cuentista chaqueño.

Así, en sus 45 años de carrera, recorrió el país, traspasó fronteras y cosechó afectos. Algunos celebraron su vida, en diálogo con FolkloreCLUB, y esto dijeron:

  Adrián Maggi: “Formó parte de la generación dorada del canto surero” 
El Negro Luna formó parte de la generación dorada del canto surero y lo que yo rescato además de su extensa obra, es su generosidad. Fue el más generoso de todos, abriendo caminos y ayudando a la camada que venía detrás. Pueden dar fe de esto Nicolás Membriani, Lucía Ceresani, entre otros. Y esto es digno de destacar e imitar: tener visión de futuro, preparar las nuevas generaciones. "Transmito y crezco o me olvido y muero".

  Lucía Ceresani: “Tenía una gran humildad, esa que solo tienen los grandes” 
Argentino Luna, cantor, decidor, poeta, amigo, maestro... es difícil resumir en unas líneas todo lo que significó para los que aman la música regional pampeana y para mí, que lo sentí parte de mi familia: él fue quien me invitó a Cosquín en aquel año 2001. Él fue quien me dio tantos consejos, me decía: “Lucía, el canto tiene que doler, porque si no duele,  no sirve” y yo lo escuchaba atentamente.
Un día vino a uno de los tantos asados que compartimos en mi casa, entre guitarreada y charla y me regaló un librito suyo con las letras de sus canciones y ahí me escribió una dedicatoria que aún me emociona cada vez que la recuerdo: “Es largo el camino, tendrás que andarlo, él te dirá… lo que hoy no pude decirte…” Me contaba tantas anécdotas de sus giras, de cómo fue que escribió algunas de sus canciones, como “Pero el poncho no aparece” que le sucedió realmente, “Capitán de la espiga” dedicada a su padre, de quien me contaba su historia o “Ando por la huella” que cuenta de sus recuerdos cuando vivía en Villa Gesell. Pero hoy quiero recordarlo sobre todo por su generosidad, su don de buena gente y su gran humildad, esa que solo tienen los grandes de verdad, iba con el mismo entusiasmo al más conocido programa de televisión como a la radio más pequeña de algún pueblito y en cada proyecto al que lo invitaba decía simplemente “sí”. Por todo esto lo recuerdo siempre, en cada canción y en cada escenario. ¡Gracias querido Negro!

  Fernando Morales: “Fue un artista que pintó al gaucho y su paisaje como pocos” 
Conocí a Argentino Luna desde muy niño. En mi casa, en Pergamino, en el campo se escuchaba mucho, al igual que otros grandes artistas del estilo como Alberto Merlo, Víctor Velázquez, Oscar del Cerro, Suma Paz, entre otros. La cuestión es que era un artista que cantaba y contaba sobre historias o hechos cotidianos que bien yo conocía: mi paisaje, el idioma de un niño de campo.. La doma, una yerra, de espuelas, ranchos, un flete oscuro patas blancas, un poncho que ausentó para después volver y hasta la sutileza y ternura de un pequeño pimpollo que va madurando aferrado a su tallo.
Una ocasión, allá por  1999 yo me encontraba tocando en el programa de Radio de José Luis Lanzillot -folklorólogo y locutor de mi ciudad,  Pergamino- y en un momento, el operador indica que había un llamado. Reconocí la voz ni bien se saludaron, eran muy amigos con Lanzillota, e iniciaron la charla después de un: “¿cómo andás Negrito, andás viajando”? del locutor.” Si José Luis, voy actuar Córdoba, y de paso, cerca de Pergamino sintonicé tu programa y al escuchar esa guitarra decidí poner el auto en la banquina, llamar y saludar al músico, porque cuando el corazón manda, hay que obedecer”. La charla no duró más de 5 minutos y seguí tocando y con la emoción de un pibe de 18 años, interpretando a Yupanqui y Fleury y de yapa, el llamado de Argentino Luna.
Años más tarde, nos encontramos en un Hotel en Mones Cazón, para su Festival  y allí le recordé la anécdota del llamado y terminamos una noche, muy oscura, con la luz de un fuego, charlando y tocando la guitarra, hablando de paisanos.
Argentino Luna fue un artista que pintó al gaucho, su paisaje, sus pesares y alegrías, sus costumbres e idiosincrasia como pocos, con solo una guitarra y la voz y además realzó la música de la llanura, estilo musical que aun pelea para ganar espacios en el ámbito de la difusión del folklore argentino y los grandes festivales.


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