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Un diez de enero, hace una década atrás, fallecía una de las más inmensas creadoras de la cultura popular. Si hablamos de la “Baguala de Juan Poquito”, o de “El adivinador” no tardaremos mucho en -justamente- adivinar que nos referimos, por supuesto, a María Elena Walsh.
Aquella fecha fue triste, claro. La poeta, cantautora, compositora y dramaturga bonaerense mudaba de forma, pero dejaba su obra tatuada en el inconsciente colectivo de generaciones diversas que jamás las olvidarían.
Así, para celebrar su vigencia, FolkloreCLUB dialogó con cuatro artistas que remarcaron la fuerza de su impronta narrativa en la extensa y profunda producción de María Elena, esa hacedora inigualable que sigue viva en sus poemas, cuentos y melodías.
Mariana Carrizo: “Nos dejó una fuente de afecto, más allá de los tiempos y los ritmos”
Si abres la cajita María Elena Walsh, es irte de viaje por las geografías de la imaginación y la niñez, sin tiempo... Ella es una hada madrina de la niñez.
Es una artista encantada. Creo que en el norte argentino ese encanto se profundizó aún más por la belleza de la lírica popular y nuestros ritmos folclóricos de tierra adentro donde ella decidió abrevar. En esas épocas, todo era casi "incontaminado" como dicen unas de sus obras. Claramente sus composiciones llevan ese brebaje mágico mezclado con su impronta, que obvio el resultado es una exquisitez.
Cuando toca el hueso de la copla, la baguala, la vidala, templa la piel a la altura de esa esencia ancestral. Esas florcitas del campo las recoge para incorporarlas al ramillete de su decir. La flor más bonita que María Elena nos regala, es la alegría, el juego, la risa, pócimas precisas para la felicidad de grandes y chicos.
Su obra es un recreo para el niño, niña que llevamos cada quien, infinitamente necesaria.
Ella nos dejó una fuente de afecto para todos, más allá de los tiempos y los ritmos.
Suerte que nos tocó tenerla por siempre.
Mora Martínez: “Marcó un antes y un después”
María Elena Walsh es una referencia ineludible para la música argentina. Su obra marca un antes y un después en quienes la disfrutamos desde el jardín de infantes, en casa cotidianamente y más tarde, cantándola y reviviéndola en una guitarreada con amigos, un disco, un escenario. Su música y literatura son "esa eternidad familiar ", al menos para mí.
Nadia Larcher: “Creó un mundo nuevo y nada pudo quedar al margen”
Siempre que regreso a la obra de María Elena Walsh tengo la misma sensación: estar frente a una de las manifestaciones artísticas más importantes y genuinas del arte argentino. ¿Por qué? Por la profundidad y riqueza de las canciones, por el respeto y atención a la niñez, por la mirada a nuestra música de raíz, por la conciencia del sincretismo musical y la develación, por el humor, la ironía y la altura, por la resistencia y la lucha, por la literatura de la canción, por el feminismo, ¡por el feminismo!. Por todo, todo eso que se escucha en la obra de María Elena Walsh y más.
Entonces, es posible pensar en la impronta folklórica de María Elena ¿o tenemos que pensar en la impronta que dejó en la música toda y en el folclore en particular su obra? Se invierte la ecuación.
María Elena renovó, aportó, sembró, inició, develó, creó, sobre todo creó un mundo nuevo y nada pudo quedar al margen. En el folclore, trajo imágenes poéticas nuevas, nombró el paisaje gris de su ciudad en tiempo de zamba, cantó a personajes que no eran los arquetipos que hasta ese momento el folclore había nombrado. Ella, mezclando las músicas, los géneros, trayendo palabras nuevas, creando mundos posibles, invitándonos a ellos.
Ella poniendo su voz fémina, su voz libre, ella dejando su impronta.
Como toda obra que trasciende el tiempo, resulta inconmensurable en un sólo intento. Es bueno saber que podemos volver a ella siempre y deslumbrarnos cada vez.
Miriam García: “Es innegable la influencia folklórica en la obra de María Elena”
Es innegable la influencia folklórica en la obra de María Elena, sobre todo en el ámbito de su literatura y canciones infantiles, tanto en lo melódico como en lo textual. Ese vínculo que estableció con Leda Valladares a principio de los 50, y que las llevó a realizar juntas ese viaje en barco a Europa que, como una aventura disparatada, ambas jóvenes emprendieron desde Panamá…y donde, para matar el aburrimiento de ese tiempo sin medida ni lugar que llevaba atravesar la inmensidad del océano, Leda le iba pasando parte del repertorio folklórico anónimo tradicional del noroeste argentino que ya venía trabajando e investigando desde su Tucumán natal. Y a partir de ahí el conjuro, la magia se produjo, se le instaló a María Elena para anidarse en su esencia más profunda y motivar su fibra ancestral creativa. Luego el dúo Leda y María, constituido casi como un juego, se afianzó como hecho artístico en París. Sus presentaciones en vivo en los suburbios parisinos, para ganarse la vida, cautivaron a un público de artistas e intelectuales de la época que frecuentaban la bohemia, y las legitimaron como leyenda…sumado a sus discos grabados allí.
Más tarde su retorno a nuestro país, ya consagradas, las llevó a hacer una gira por todo el noroeste, y a grabar dos joyas de nuestro folklore: sus discos “Entre valles y quebradas” (I y II )y además “Leda y María cantan villancicos” (andinos y españoles) y “Canciones del tiempo de Maricastaña”, donde el dúo se lucía cantando un repertorio anónimo del folklore español. Y me animo a afirmar que con estos dos discos comenzaba a nacer la idea de crear un repertorio específico para un público infantil. Sin duda alguna, ese encuentro con Leda fue un gran disparador que dejó en María Elena una huella indeleble que se perpetuó en gran parte de su obra: La Vaca Estudiosa, La Baguala de Juan Poquito, Chacarera de los gatos…y de su repertorio para adultos La zamba de los días….La Paciencia Pobrecita….Si se muere la zamba… canciones que se instalaron en nuestra memoria colectiva definitivamente y que se seguirán cantando por los siglos de los siglos…