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Dicen de los grandes poetas que se vuelven inmortales entre sus versos. Probablemente el pueblo, que abraza a los artistas que comprenden su sentir sepa que eso es cierto. Y si hay alguien que ha traspasado este plano y se ha vuelto uno con sus canciones, si hay alguien que aún habita en cada melodía ese es Ariel Petrocelli, hacedor único de nuestro cancionero de raíz.
Hace exactamente una década atrás, el 17 de septiembre de 2010, “el italiano” se fue a los cielos. Había nacido en Campo Santo, Salta, el 11 de agosto de 1937. Con menos de 20 años se inició en la composición y entre sus paisajes sonoros se destacó con piezas como “La Bagualera” y “Soy sembrador argentino”, entre otras. En un dúo junto a su compañera Isamara recorrió la Argentina. Sus creaciones fueron recreadas por Horacio Guarany, Daniel Toro, Los Tucu Tucu, Los cuatro de Córdoba, Mercedes Sosa y Cantores del Alba, entre diversos colegas.
A diez años de su paso a la inmortalidad FolkloreCLUB dialogó con su hijo Samir y con su amigo Marcelo Simón. Ambos evocaron al enorme versificador y músico camposanteño.
Samir Petrocelli “Mi padre se dedicó a tratar de cantar la verdad”
“Me es difícil separar la figura de él como mi viejo, como el ser querido, como el papá, de la figura del poeta. En este sentido, lo que me pasa en esta fecha es lo que le pasará a cualquier persona que ha perdido un ser querido. Por más que transcurra mucho tiempo, se extraña, por supuesto: la palabra, la presencia, el abrazo.
Así que, en ese sentido no es diferente para mí respecto de la vivencia que debe tener la mayoría de la gente respecto de lo que es un duelo. Pero, en mi caso, puedo decir que es un recuerdo lleno de vivencias lindas, cálidas, de cariño. Guardo recuerdos de una infancia que me tocó vivir junto a él y mi mamá, con el privilegio de recorrer peñas, festivales, los ámbitos donde ellos trabajaran.
Ese recuerdo es la referencia del padre, al punto en el que efectivamente el 17 de septiembre mueve muchas cosas, como instancia de su partida física. Porque después entramos al capítulo del poeta, que es donde creo que- a través de la obra- algunas personas con el privilegio de burlar un poco el aspecto más duro de la muerte, quizás, como lo es el olvido.
Y respecto del padre poeta, me parece importante no tanto el recuerdo como la remembranza nostálgica de lo que no está sino la presentificación, en la medida en que nos muestra las realidades de nuestros pueblos. Nos muestra que aquello que se militó en la generación del ‘60 desde el arte -generación a la cual mi padre perteneció- sigue vigente como coyuntura de nuestros países.
Mi viejo fue un artista comprometido con su tiempo, comprometido con las deudas y desproporciones, con las injusticias, desde un canto que él propuso como esperanzado, con una riqueza poética a la que siempre se dedicó muy laboriosamente, estudiando y leyendo. A él le parecía que la canción consciente referida a la realidad social tenía que ser de alta factura artística también, que era una manera de respetar y de dar de nivel a ese mensaje.
Y en sus obras más conocidas algo de esto aparece. En “Cuando tenga la Tierra”, en el “Cristo americano”. En otras que son de recuperación de la memoria histórica de América Latina, como “El antigal”, “El seclanteño”, y en otras que son de un paisajismo no destinado a la geografía, sino a los paisajes humanos como la “Zamba del ángel”, hasta otras más vinculadas al amor, al sentimiento, como “Para ir a buscarte”, nombrando a las más conocidas.
También recuerdo mucho de lo que mi viejo escribió sin que llegaste a tener una trascendencia, que no llegaron a ser obras grabadas por artistas muy reconocidos, pero que también tenían la impronta y la tesitura de todo lo que él hizo como laburante de la cultura. Por ejemplo, “El cancionero del ajedrez”, donde el metaforiza las relaciones sociales. “El cancionero del mate”, “El cancionero del tuco”, donde combina muchos estilos distintos. Todas obras hechas con mi mamá, que ha sido la cantora y la autora de la música de muchas de las obras de mi viejo, y a quien también quiero reivindicar. Mi mamá, Isamara, cantora salteña.
Pienso también en lo que queda como desafío para las autoras y los autores contemporáneos, en el sentido de cantar la verdad, como horizonte absoluto de la creación. Si pudiera definir a mi papá como poeta, en pocas palabras, lo haría de esa manera como un tipo que se dedicó a tratar de cantar la verdad.”
Marcelo Simón: “Fue el más imaginativo de todos los poetas”
“Es curioso, pero son cosas de jóvenes -como se dice ahora-: yo me fui de luna de miel con Ariel y la esposa, Isamara. Nos fuimos por Cachi, por Seclantás, por todos estos lugares del Valle Calchaquí de hace varios años ya. Eso me sirvió no tanto para conocer los lugares, porque ya había andado bastante por allá, sino para conocerlo a Ariel.
Era el tipo con mayor imaginación que yo he conocido en el folklore. Y debo decir que, aunque me falte inteligencia -que me falta- he conocido a muchos sino a todos, pero nunca tropecé con alguien con tanta imaginación, con tanta capacidad de creativa como el italiano -como le llamabamos- Petrocelli.
Para mí fue el más imaginativo de todos los poetas, incluso poniéndolo en el mismo peldaño que alguna gente con la que él no se lleva bien. Él había elegido pelearse con algunos poetas salteños extraordinarios, la verdad ,notables, como Jaime Dávalos, por citar un ejemplo.
Jaime Dávalos alguna vez le pegó una piña -a mí juicio, bien dada- porque lo vivía ofendiendo Ariel. Pero Ariel fue el más imaginativo de los poetas de esta generación, de las generaciones anteriores y debo decir -con algún pesar - de las generaciones posteriores. Porque no ha surgido nadie con tanta imaginación como él ni con tanta capacidad para generar ideas nuevas en el folklore, especialmente en el folklore salteño que estuvo de moda en los años ´60. Su metáfora del campo azul de los alfiles es extraordinaria. Me alegra que se siga hablando del italiano Petrocelli.”