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Eraclio Catalín Rodríguez Cereijo nació en Las Garzas, provincia de Santa Fe, un 15 de mayo de 1925 y no necesita presentaciones. Horacio Guarany, cantor, compositor y escritor que supo interpretar las voces de la Argentina profunda cumpliría hoy 95 años. Así lo recuerdan colegas y personalidades del folklore, esa música que él supo difundir como nadie.
Rubén López: “Horacio luchó toda su vida para que nuestra música no esté por debajo de ninguna otra”
“Queridos amigos de FolkloreCLUB conocía Horacio 1997. Desde chico que lo admiraba. Tuve la fortuna de conocerlo como artista y como hombre. Agradezco a la vida que me dio la oportunidad de haber compartido sus últimos 20 años como amigo.
Siempre dije que él nunca me decepcionó. Todo lo que yo pensaba o imaginaba de cómo era él, era realmente así: generoso con una gran profesionalidad para desarrollar su arte. Y como persona, a veces un padre, a veces un niño, porque se portaba mal o hacía travesuras. Y siempre con alegría.
A 95 años de su nacimiento, recuerdo miles de pequeñas anécdotas, que cada día me hacen sonreír, que cada día me hacen pensar en él. Lo sigo admirando y queriendo como lo hice desde que escuché por primera vez sus canciones. Haber compartido el día a día con él fue una de las experiencias más hermosas de mi vida.
Horacio Guarany luchó toda su vida para que nuestra música, nuestra cultura no esté por debajo de ninguna otra, que esté a la par, que todas las músicas sean escuchadas, pero que la música argentina se respete dentro del país y afuera.
Me parece que la Argentina le debe un gran reconocimiento a Horacio, por todo su aporte cultural. Así que a Don Horacio Guarany, A don Eraclio Rodríguez feliz cumpleaños”, subrayó su último mánager.
Mario Álvarez Quiroga: “Fue uno de los ídolos más populares de la canción folklórica”
“Recuerdo el día que me dijeron que me iba a llamar Horacio Guarany , yo tenía que ir a una cabina de teléfono a recibir el llamado. Allí fui y esperé, hasta que la operadora me dijo pase por la cabina 3. Levanté el tubo y del otro lado era la voz de Horacio, saludándome. Me dijo prestá atención, me leyó la letra de la chacarera A Don Ata, y al finalizar me preguntó ¿está bien la letra? .Le contesté qué si, y la respuesta fue te lo voy a grabar. Comencé a tartamudear porque no salía del asombro, y a los 6 meses sonaba la chacarera en la voz de uno de los ídolos más populares de la canción folclórica. Aclaro, recibí esa noticia en Villa del Totoral, pueblo del Norte Cordobés, en año 1996”, rememoró el músico
Silvia Majul: “Guarany nunca siguió el camino trazado”
“´Solamente los almaceneros del arte piensan lo que van a hacer arriba del escenario, el artista canta, no piensa que va a cantar. El canto está adentro de uno, es como cuando te enamorás de una persona, no pensás qué le vas a decir. Eso brota de adentro cuando sos artista´. Guarany nunca siguió el camino trazado. Y si bien fue un artista popular que llevó el canto y un pensamiento como llamas en la mano, jamás diseñó la ruta del arte popular. Como un gurú de una inclaudicable vocación de folklorista, Horacio Guarany supo inventarse a sí mismo como el permanente hijo pródigo. Desde el principio, nada le fue gratuito: ni el pan sobre la mesa, ni el cariño mendigado a una docena de mujeres que se ganaban dignamente el día, como dijo ya de grande. Tampoco los escenarios, que desde que empezó hasta que a fines de los 90 lo acusaban de no cantar. ´Toda mi vida me criticaron que desafino... ¡Como si la afinación fuera el canto! Muchos podrán afinar muy bien, pero el canto es otra cosa´, decía entre nota y nota ya en sus últimos ND Teatros. ´Quien escucha este cantor popular, escucha el país´ le dijo su amigo Tejada Gómez. . Ese era Guarany, el que bautizó a Manuel Oroná como Jacinto Piedra, el que le puso letra a todos los oficios, música a todos los artesanos, baile a todos los bailarines y voz a las villeras y drogadictos. Ese era Horacio. El que le escribía una carta al artista plástico Jorge Mattalia mientras cocinaba un guiso con Lima Quintana y le hablaba de la pintura de Alonso. El que llenaba estadios y el que cubría la noche en los ranchos del monte con un poncho de estrellas, entre vidalas y zambas. El de la vitalidad enorme y la sonrisa desconfiada, pero cuando se daba, estallaba. Había filmado en sus últimos tiempos ´El grito en la sangre´, dirigida por Fernando Musa, basada en su novela Sapucay. Había hecho varias películas en su vida, muchos libros, muchas palabras, y estruendosos silencios en esas interminables giras donde el cantor se enfrenta con su soledad. La última vez que lo vi, le pregunté: ´ ¿Seguro Horacio que no necesita nada? ´. ´No tener más deseos´, me contestó. Me sonreí sonrojada y siguió: ´Los deseos de comer de más, beber de más, correr, de amar ...Al fin y al cabo no los podré concretar´ Mire a su alrededor y no vi almanaques, Claro. Las últimas hojas, de los últimos años, se habían volado como en un suspiro. Por las tardes lo escucho y le hablo con su tono taurino y mandón: ´¡Viejo hermoso! No podés haber escrito eso´. Él seguro me contestaría: ´Los cantores populares alegramos a los pueblos, pero también tenemos la obligación de decir lo que el pueblo no puede´
Sí, soy de las que se comunica con tipos como Guarany, al fin y al cabo los artistas populares son el país, y un país puede estar en agonía, pero su corazón siempre tiene ganas, nunca pierde el sueño de volver a desear la vida y cabalgar como un potro indomable”, destacó la realizadora y agente de prensa.
Fernando Musa: “Horacio tenía cosas que lo hacían único”
“Cuando comenzamos a filmar El Grito en la sangre, a Horacio se lo veía muy vital, incluso estaba haciendo shows. Pero tenía 83 años, un rodaje es muy exigente y no sabíamos cómo iba a responder a tantas horas, aparte tenía escenas arriba del caballo. de arreo de ganado. Entonces una de las cosas que le pedí a la gente de producción fue que buscáramos un caballo que fuera manso.
La primera duda era cómo se iba a subir. Le hice llevar una escalerita con su amigo, asistente y bombisto, Palito. Ponía el caballo contra el alambrado y con la escalera se subía.
Resultó que el animal era muy manso y no arrancaba para ningún lado. Entonces Horacio me mira y me dice ´Este es un matungo´. Y esa frase quedó como cosa graciosa en el rodaje. Finalmente, le cambiaron el caballo por otro más vigoroso.
Se la bancó arriba del caballo horas y horas, llevó el rodaje muy bien, mucho mejor de lo que nosotros habíamos previsto. De hecho, habíamos armado planes de rodaje que no fueran muy largos y los pudimos extender sin ningún problema. Se lo aguantó perfectamente.
Recuerdo además que antes de contactarme, habían trabajado con otro director. Yo pedí reescribir el guión y un día fui a mostrarle una escena a Horacio. En esa escena Ulises Dumont va al velorio del que matan, y le dicen ´yo no fui, yo no fui´. Horacio no quería saber nada con esa escena, le parecía ridícula, me la peleó a muerte. Le pedí que la firmemos, a condición de que si no le gustaba la sacaba. A regañadientes aceptó y, después de verla, me dijo ´si la sacás, te mato´.
Él participó de todos los procesos: del casting, del rodaje. El primer día, filmamos la salida a un arreo, pero estaban todos los gauchos con la ropa planchada, limpia, prolija. Él paró todo y dijo que no eran gauchos. Tenía razón. Estuvo todo el equipo de arte trabajando para ensuciar la vestimenta. Él fue muy importante en el rodaje porque hizo la diferencia: de una película donde los actores hacían de gauchos a que realmente lo fueran. Estaba todo el tiempo corrigiendo este tipo de detalles y fue fundamental.
También recuerdo que el día de la proyección, en una sala privada, todos esperábamos la opinión de Horacio. Entonces, se me acerca y me dice:´ Qué película¿eh?. Es más linda que la mierda´. Así era Horacio. Tenía esas cosas que lo hacían único. Cada vez que veo la peli siento un gran orgullo y un gran agradecimiento a la vida, porque me dio la oportunidad de hacerla, y a él porque a regañadientes, pero fue confiando. Es su última película y va a quedar en la memoria de la gente por él y porque él hizo que fuera una hermosa película, describió el director
Facundo Toro: “El tenía la generosidad de los grandes”
“Tengo una anécdota muy linda con Horacio, entre tantas que tengo. Pero hay una que me quedó marcada. Allá por fines de los 90 principios del 2000, grabé una zamba de él en el disco “Te quiero hasta la luna”. Él siempre que me veía, me canta un pedacito de esa canción, porque le encantaba una canción de mi viejo.
Y fue uno de los temas que marcaron mi carrera.
Yo estaba cantando en el Festival de la Chaya. Cuando subo al escenario, tengo una aceptación muy linda de parte de la gente: estaba cantando ´Pasacalles del amor´, ´Luna de Tartagal´, ´Te quiero hasta la luna´. La gente estaba muy copada, eufórica, apoyándome.
De golpe, canto ´El llanto de las vidalas´, que era una canción que estaba en ese disco también, que era de Horacio, y que estaba por ahí, porque tocaba la misma noche que nosotros.
Empieza el punteo de la canción y arranco: ´La zamba que estoy cantando tiene un dolor en el alma´. La gente se para, todo el mundo empieza a ovacionar. Y yo pienso ´qué pasa, qué bárbaro, cómo está pegando esta versión...´ Y no… era que lo tenía parado atrás a Horacio Guarany. Paré de cantar porque la gente no me dejaba seguir, como diciéndome que mirara. Y bueno, era Horacio que estaba detrás de mí, como una sombra, acompañándome. Cuando me di vuelta, casi me desmayo de la emoción. Y nos dimos un abrazo.
Él tenía esas cosas, esa generosidad de los grandes, que nos apoyaba a nosotros que recién comenzábamos en esa época. Es una hermosa anécdota que tengo del gran Horacio Guarany”, comentó el artista.
Pedro Patzer: “Vivió el sabor amargo del vino del exilio y el dulce del mate compartido entre amigos”
“Horacio Guarany fue muchos. Tantos como distintos hay en su tierra. Tan es así que su gente le dio el máximo título al que puede aspirar un artista: ´Pueblo´. Horacio Pueblo Guarany, como Yupanqui cambió su nombre para parecerse a lo que cantaba. Dejó el Rodríguez atrás, y abrazó el Guarany. Quemó las naves, o por lo menos el apellido que había venido en barco y se consagró como los originarios de nuestra tierra.
Lloró cantando a su abuelo hachero, al niño pobre que le pide perdón al doctor por no poder pagar la consulta de su moribunda madre, al minero y su desdicha, al pescador y su necesidad de cantar.
Fue un cantor que vivió el sabor amargo del vino del exilio y el dulce del mate compartido entre amigos.
Horacio Guarany fue tan importante para la cultura popular que hasta se animó a tomarse en broma. Debe ser difícil ser tan padre para tantos huérfanos”, indicó el escritor.