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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA


01/03/2020

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RECORDAR


La tercera noche de l Festival de la Salamanca fue pura fiesta. Tuvo viajes por la música y por los diferentes lugares. Por un momento fue el Chaco salteño, por un momento fue La Rioja en época de Chaya, por un momento fue el patio de una casa de Frías.

Alejandra es una especie de taxi hacia los lugares emblemáticos de Santiago del Estero. No hace mucho presentó el Patio del Indio Froilán, ahora estuvo a punto de llevarnos a la Upianita, un lugar donde se baila y se come bien. Aunque quiera decir que allí se alimenta algo más que al cuerpo con lo que pasa. Lugar para bailarines (como Simón de Rusia, que se presenta y cuenta que llegó al país para aprender nuestras danzas), lugar el polvo se eleva cuando se pisa la tierra…

Alejandra es la conductora hasta el estadio Ciudad de La Banda y quien empieza a pensar cómo hacernos volver. Aunque sabe que ya nos daremos cuenta: Nadie puede no volver a la Salamanca.   

 Llevo tu apellido como bandera 
En este Festival se sabe a qué hora se empieza, pero no cuando termina. Es el estado perpetuo de chacarera en la que se vive en estas latitudes y más en estos meses. Y más en estos calores que obligan que la gente llegue en manada, y que compre de la misma forma el vino que acompañará toda la noche.

Dos Ballets dieron la bienvenida: Rossi Díaz y el Sauce Bajada. Los Acosta, Rodrigo Gavilán, Los del Corazón los fueron dejando en el escenario, para mostrarse y tener su rato festivalero. Ellos al igual que Fernandito Brandan, Luisa Galván y Leonel Díaz entre otros.  

Existen ciertos apellidos que son palabras mayores y musicalidades de la misma envergadura. Si decimos Chazarreta, Paz, Saavedra y Carabajal en Santiago del Estero, estamos presentando un documento de ida a las raíces, a las tradiciones, a los forjadores de una identidad tan legendaria como actual. A lo más genuino, al igual que este festival.

Por eso comenzaron la gran fiesta semejantes anfitriones: Juan Saavedra con el violín y sus bailarines; Florencia Paz con su calidad y simpatía mansera; Gustavo Chazarreta con la chacarera en la sangre y Mariela Carabajal cuya sangre que es chacarera.

  Leyenda hecha carne 
Ya que hablamos de los apellidos, el Carabajal no es uno más. Y menos cuando va precedido de un tal “Peteco”. Porque él ha dado riendas libres a la renovación del buen folklore. Él que “transformó los sonidos trayendo nuevas poesías”, ha colaborado y mucho para que “su apellido sea un acervo cultural argentino”.  

El show con Riendas Libres no tuvo fisuras. La banda junto a su hijo Homero (que le da un nuevo aire al repertorio de su padre) y Martina Ulrich, que remarca los caminos de las canciones, acompaña de la mejor manera al nacido en La Banda. A quien va tocando de la misma forma que canta en una de sus canciones: con “evolución y conciencia”.

Regalaron #Como pájaros en el aire”, para que Emilia se emocione desde Villa María y “Arpegios” -para emocionarnos a todos- un nuevo tema que se pregunta dónde irán las almas que ya pasaron por esta tierra. No lo sabemos, pero sospechamos que anduvieron por el Estadio, para poderlo escuchar una vez más. Para no olvidar una de las mejores cosas que tiene este mundo: La chacarera, la guitarra, la música, las pasiones... Algo así como “Peteco”.

  El lenguaje de la música 
El alma son mis manos, Fundación y Coro que trabaja en pos de las personas sordomudas, tuvo su participación regalando chcareras y zambas en lenguaje de señas. Para confirmar que la música es universal y su lenguaje también. Para que nadie quede sin disfrutar de semejante noche.

La misma continuó con Lucio “El Indio” Rojas, quien se mostró muy agradecido de entrada, a través de una actuación a la altura. “Yo vine acá seis años seguidos cuando tocaba con Los Carabajal. Para mí es muy fuerte cantar esta noche, viví cosas muy lindas en La Banda”, dijo al promediar el show. Cuando ya la gente no se podía sentar, cuando la Copla norteña ya había tenido su lugar, cuando ya sabía que el nombre de la localidad donde nació no condice con él. No hay chances de que Lucio sea una marca borrada. El público se lo demostró luego de cada tema, él lo devolvió con el respeto por los autores y emblemas santiagueños. Aquellos -como el “Indio” Froilán- que lo obligan a hacer chacareriadas…

  Otro pájaro canta 
Los Sin Nombre fueron la antesala de alguien que ya tiene el suyo, desde hace décadas. Una marca registrada, una revolución en el canto y en las letras. Una entrega como artista que se traduce en sentarse en una silla, agarrar una guitarra y levantar a todo el público con una zamba romántica. Cuando comenzó a sonar “Zamba y Acuarela” todos quisimos un poco más a Raly Barrionuevo. Inclusive personas que estaban muy lejos, pero a la vez tan cerca, como si fuese La Plaza de Unquillo. Como si el abrazo se sintiera ahí, como el de la música en esa parte de la noche.

Algo así encaró Raly el show, al principio más íntimo, para pasar a la fiesta después. Pero en cualquiera de las formas, toda La Salamanca se sintió como si estuviese en un patio. “Ey Paisano”, “Chacarera del exilio” y “Niña de los andamios” continuaron una lista de temas, que en todo momento lo tuvieron sobrevolando a Jacinto Piedra. Y Barrionuevo en el escenario que lleva su nombre, cantó: “Y en la Salamanca un pájaro soy, volando hacia tus horizontes yo voy”. Algo así como una especie de manifiesto artístico del nacido en Frías. Quien en “Un pájaro canta”, le pide a Jacinto que nunca se vaya. Y que logra que el público se lo pida a él…

  Que linda que es La Banda… 
“Pal tiempo del carnaval, harina y albahaca”. No, no es un error. Es que cuando Sergio Galleguillo subió La Rioja se trasladó a La Banda. La Chaya santiagueña, fue el punto más alto de una fiesta que continuó hasta el amanecer Marcelo Toledo, Emilio Morales, Sol Naciente, entre varios más.  

El “Gallo” enharinó y conquistó a La Salamanca entera. Una multitud lo acompañó y le puso el color que faltaba para completar una de las postales de esta edición. La gente lo bailó y lo cantó. Se dejó llevar por el riojano como si él fuera el chofer del camión de Germán. Sergio es satisfacción garantizada, pero devuelve algo, sí: la alegría. Mucho más importante que el dinero.  

Dicen quienes saben -o han estado- que la Salamanca es una cueva en la que tienen lugar festines y ceremonias diabólicas. Quienes llegan hasta allí, lo hacen para “venderle el alma al Diablo” a cambio de favores especiales, como ser destreza para el canto, la música, la danza, para encantar animales y otras artes mágicas. Tal vez por eso esta es la tierra de los poetas y cantores, de las brujas y las magias. Generar lo que genera Raly, que nunca te deja igual que cuando lo empezas a escuchar debe tener su explicación ahí. O que “Peteco” toque el violín endiablado, sin haber estudiado, para que el alma se mueva y baile sin parar.  

Tiene que ser así, no hay explicación si no, de que en estas noches se viva lo que se vive. La Salamanca nos debe muchas respuestas de los misterios más hermosos. Habrá que volver a conocerlos, aunque en realidad si volvemos es porque seguramente ya fuimos embrujados,  ya le vendimos el alma al diablo...


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