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Llegó la luna más convocante. La esperada por miles (tanto dentro de la Plaza como fuera y en todo el país). La luna de las figuras más esperadas. La que días atrás ya había caminaba con el cartel de entradas agotadas. Shows tremendos al principio y al fin, en una noche intensa.
El comienzo, como el final de la noche, fue explosivo. Pero en este caso por chacareras que bajaron con una potencia increíble, desde una guitarra negra. Y es lo que pasa siempre cuando el que toca es Horacio Banegas, ese “renovador de latidos de la tierra”. Un emblema santiagueño que demuestra que el alma de Santiago del Estero, también puede viajar en por los cables de los instrumentos.
Horacio, junto a sus hijos “Mono” y “Jana” y Franco Giovos en batería, tocaron los temas necesarios para levantar a una Plaza repleta, trayendo a Sixto Palavecino, Jacinto Piedra pero con la impronta de Banegas.
El que continúo fue Gabriel Macías, el ex Ceibo, ya tiene nombre propio y lo demostró al mantener entretenida a una Plaza, con clásicos del folklore, para dar paso a Roxana Carabajal. La santiagueña demostró personalidad y mucha presencia, en un show para concientizar sobre “la Madre Tierra” y presentar su obra.
La magia de Cosquín
La luna había empezado muy bien para cuando subió uno de los más esperados. Jorge Rojas no ocultó su alegría ni emoción desde el principio. La gente tampoco. La luna iba a continuar demasiado bien.
Una banda con una frescura notable, renovada por tener -por ejemplo- a “Negra” Marta Rodríguez en trombón y guitarra; una relación con su público de lo más aceitada; un repertorio especialmente con temas muy nuevos, como conocidos. Así fue el primer segmento de un show, que comenzó con “Mi cantar”, esa especie de manifiesto rojero soltando su voz al viento, y continuó con “El tiempo” de Tabaré Cardozo. En ese tema el tiempo enseña muchas cosas, pero no cuál es la fórmula de la perdurabilidad de Jorge. Aunque viendo al público lo podemos sospechar.
Cuando llegó el turno de “No saber de ti”, Rojas le pidió a la gente que crearan el ambiente ideal y que cantaran con el alma. Los celulares le dieron un toque especial a una postal inolvidable. Pero si de cosas inolvidables hablamos, lo que pasó desde la mitad de ese tema lo fue. Porque cuando el ambiente ya estaba generado, cuando las luces de los celulares iluminaban la Plaza, llegó el momento del brillo artístico. Por eso fue a buscar a Abel Pintos detrás del escenario, para regalar en los 60 años de Cosquín uno de los momentos eternos.
“Quiero que aplaudan al responsable de lo que pasará esta noche”, pidió u conmovido Jorge. Abel, que estaba en la misma sintonía, confesó: “Estas son las noches de Cosquín, esta es la magia de Cosquín. Tenemos el honor de ser parte de esta historia, de la fiesta que es de todos nosotros”. Y todos nosotros y nosotras nos encontramos emocionados. Nadie fue ajeno, ni siquiera quienes no estaban en la Plaza. Llegaban mensajes de personas llorando frente a la pantalla, porque sentían lo que se estaba viviendo. Así de intenso fue.
También fue intenso, necesario y hermoso el homenaje a Atahualpa Yupanqui. "Hoy es el aniversario del señor Yupanqui. Estamos parados en este escenario y no queríamos dejar pasar la oportunidad de homenajearlo". Piedra y camino fue el regalo para él, para ellos mismos, para todos. Sobre todo al final, cuando Jorge sintió que faltaba algo y arrancó nuevamente a cantar el estribillo, pero a capela. La guitarreada en el ensayo previo, la trasladaron a la Próspero Molina, sin perder la esencia, para guardar esa imagen para siempre.
“La llave” de Abel y “Para cantar he nacido” -tema que compartieron en su repertorio hace un tiempo, parecían cerrar de la mejor manera esa parte de la noche. Pero no, Jorge quería contarnos y cantarnos que la “vida no deja de sorprender”, pero con un dueto increíble. Al son de la vida, fue el último tema que cerró y que en ese momento cumplió con la letra “lo mejor de la vida hoy te puede pasar”.
Hijos de esta tierra coscoina
No fue fácil subir después de eso, pero igual Coco Gómez, destacándose con una “Hijos de esta tierra”, canción qom al juntarla con una chacarera del monte"; Rivera Folk, mezclando sonoridades efectivas; el excéntrico Román Ramonda que en su cumpleaños se regaló los aplausos de la gente, gracias a su piano y acordeón; y Canto Guitarrero, la fusión de Canto 4 y Guitarreros, con toda Salta en sus voces pudieron tener sus protagonismos y ser bien reconocidos.
Desperazado para ser de todos
Así. Así siempre parece que termina sus shows Abel Pintos. Y en la séptima luna no fue la excepción. Así, apuntando al cielo para despegar, es que canta y el resultado de su actuación. Que siempre, siempre es efectiva y -sobre todo- afectiva.
Nadie dijo que sí, cuando le consultó al público si estaba cansado. Nadie quería que terminara su participación. Nadie lo quiere. Porque nadie puede negar su magnetismo, como impacta verlo caminar y hacerse dueño de todo el espacio, no solo el escenario. Ese escenario desde donde le contó a la gente la emoción que es volver a Cosquín y escuchar como cantan sus canciones, en “el lugar preciso”. Ese donde empezó cantando temas de sus artistas favoritos, pero el tema es que ahora el favorito es él. “Ojala la vida les dé a todos y a cada uno de ustedes la posibilidad de experimentar una emoción semejante”, confesó.
Nadie se quería mover de sus lugares pero sí en los mismos. Porque la fiesta arrancó apenas se escucharon los primeros acordes de “El adivino”.
“Como te extraño” para manejar los hilos y las sensaciones del público que le agraden su amor y su luz. Un público que hizo una fiesta y llenó de color y calor la madrugada, que bien fresca estaba. El show se fue dando normalmente en términos de “abeleros”. Esto significa: intenso, conmovedor, sincero, apasionado, feliz, sin dejarse nada, (como cuando canta “El alcatraz”, donde nos encontramos ante una de las mejores voces, sin dudas) o “Cactus” de Gustavo Cerati; también solidario, como cuando hizo subir al mendocino Sebastián Garay, para continuar con esta posta que se pasa en nuestra música, y darle la oportunidad como alguna vez hicieron con él; también humilde, como cuando dijo en la conferencia que la noche de Abel, es cuando él canta solo y que sólo fue parte de una luna de Cosquín; también inteligente y lógico, cuando dice que ni se debe discutir una ley de cupos de mujeres. “Yo empecé a cantar por una mujer (Mercedes Sosa) y me animé a venir a Cosquín, porque un año antes de eso una mujer había actuado y arrasó con todo (Soledad Pastorutti)”.
Una luna de Cosquín que no fue una más. Que lo tuvo a Abel cerrando la velada. No hace falta enumerar todos los temas que ustedes ya conocen. Sólo queda agradecerle a él, lo que genera cada vez que sube allí y canta. Que transforma en épico todo lo que interpreta, porque “toca el centro del alma”. Que quiere cantar, para despedazarse y ser de todos y de todas. Para lograrlo siempre, siempre. Para que Pintos sea Abel. Siempre.