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Después de una cuarta luna que impactó, parecía que la que siguiera no sería tan intensa. Nos equivocamos. La quinta luna no tuvo desperdicio de principio a fin, básicamente porque la emoción no se tomó descanso.
“Para mí hoy empezó el Festival” dice Ana. Y la verdad es que no parece exagerado, la verdad es que Ana resumió lo que muchos pensaron o lo que se transmitió desde el escenario. La verdad es que Ana habló después de ver y escuchar a Teresa Parodi y Víctor Heredia. Ella y él, que fueron pura verdad desde lo que cantaron y cómo lo hicieron. Para reafirmar el valor testimonial de sus canciones en la actualidad. Esas que grabaron en su disco “Tu voz es mi voz”, y que definen de la mejor forma lo que pasa con la gente. Porque cantan al pueblo y le cantan a él.
La canción urgente, ese amor combatiendo, se extendió durante todo el show. Fueron muy festejados temas escuchados tantísimas veces, y que cada vez parecen más hermosos como Pedro Canoero, Esa musiquita, Sube -con una genial Parodi-, Ojos de cielo, Razón de vivir o Como la cigarra.
El otro país, antes de que Heredia diera el Informe de la situación, fue uno de los puntos altos, porque “los pueblos que cantan siempre tendrán futuro”, para “salvar todo el trigo joven”. Ese tema que es poesía y esperanza; lucha y anhelo; deseo y realidad y tantas cosas en la voz de Parodi.
Al final, la Plaza se levantó dos veces. Para aplaudirlos de pie, pero sobre todo para exigir que volviesen. Pocas veces vista la euforia de un pueblo, que quería escuchar sus cantores. Que les quería gritar que Todavía cantamos. Y que, si cantamos, en parte es por ella y por él, que ya cobraron altura. Que ya se volvieron tiempo, para no pasar nunca.
El poder de la voz
Ligia proviene del heleno y significa voz clara, melodiosa y armoniosa. La verdad no sé que significa Susana, pero en Rinaldi debería ser la madre de esta voz. Y si es la madre, ya se define por sí sola. Es una redundancia. Tanto como decir que estuvo tremendo este segmento de la noche.
Ligia Piro y Susana Rinaldi tuvieron que subir a “enfrentar” a una Plaza que todavía estaba eufórica por lo anterior, para ganársela con humor y talento, pero además con paciencia y amor. Y con temas como “El Surco”, “Naranjo en flor”, “Desde el alma”, “El día que me quieras”. Pero sobre todo por el encanto popular de las palabras, al que agradecieron ellas dos. Y toda la gente, cuando las despidió de pie.
En estos 60 años de Cosquín, Opus 4 celebró sus 40 de “tratar bien a la música”. Y para festejarlo invitaron a quienes “los que vienen” en el tiempo. Y quienes vienen son el Dúo Ala Par, por ejemplo, con Rodrigo Martínez Castro y Elisabet Schmidhalter, que con su voz hizo honor a la de los Opus, engalanando “Las Golondrinas” de Jaime Dávalos.
Para llegar a las esquinas del alma
Quien siguió el curso de la luna, después las postales de Salta y su reconocimiento al Chaqueño Palavecino, fue La Bruja Salguero. Ella, referente de la nueva camada y de las mujeres arriba de los escenarios, le puso su voz a la lucha -pidiéndole a los hombres que acompañen los cambios que se están logrando cuando cantó “Ella baila sola”-; cantó en defensa del planeta, para no descuidarlo y cantó a “La Memoria”, versionando a León Gieco. Además, invitó a Los arcanos del desierto, que si se evitan los prejuicios por su look seguramente se disfrutan.
José Luis Aguirre, quien empezó cantando una canción inédita, “para que sigan apareciendo lo que se tiene para decir”, en Zamba del canal, para toda esa gente que le enseñó amar la música popular, el folklore real.
Bien recibida fue, al igual que todo lo que hace y comparte. Todo lo que toca y conmueve. Todo lo que conecta y obliga -sin querer- a escuchar. El bis que no le dieron dejó a la Plaza con ganas de más José Luis. Más complicidad con esta voz tan de ahora, con su Bailecito para iluminar, más de su show que ayuda para “esperanzar y echar luz” en estos tiempos, donde está haciendo más falta.
Volver en canciones
El “Chango” Nieto, tuvo su merecido homenaje a 12 años de su partida. Este momento, uno de los más esperados de Cosquín y que será de los más recordados tuvo como hacedora a su hija Carla. Pero además varios invitados, que hicieron todo para rendir culto al cantor -esa asamblea de ritmos-, para mirar al cielo y decirle que estaban orgullosos de su música, pero sobre todo de su persona: Luna Nieto, Hernán Nieto, Las voces de Orán, Los 4 de Córdoba, Por siempre Tucu, Mario Álvarez Quiroga, Sergio Galleguillo, Facundo Toro, Destino San Javier, El Chaqueño Palavecino, El Indio Lucio Rojas y los bailarines Marina y Hugo Jiménez, fueron los referentes a una cita, donde el invitado de honor fue el público.
Ese que extraña al “Chango”; el que lo aplaudió hace 55 años cuando Hernán Figueroa Reyes presentó en la Plaza; el que le dio sus primeras ovaciones. El que recordó muy emocionado a este referente, que comenzó su carrera en las peñas de La Plata, pero siempre llevando bien en alto a Salta.
Escuchar a su hijo, que se empezó a dedicar a la música de grande; o a Luna, que en bagualas erizó la piel o a Carla, que nos hizo entender que el Chango vive en las cosas que amó él, fue hermosamente perfecto, pese a algunos problemas de sonido.
Pero lo importante era lo que pasaba. Y lo que terminó pasando, es que, por un momento, si entrecerrábamos los ojos -como cuando él cantaba- lo podíamos ver allí. No, perdón. No podíamos. Anoche el Chango estuvo con nosotros. Una vez más…
El final de la noche fue el comienzo de otra nueva fiesta cuando Riendas Libres (Peteco y Homero Carabajal, y Martina Ulrich), se pusieron guitarras, violín y la Plaza al hombro, para que la gente se fuera bailando. Pero sobre todo bailando canciones con sustento, como había pedido Raly Barrionuevo, para esta edición. Bailando, sí, pero pensando para que el encanto popular tenga resguardo. Eso hace más lindo al baile, del cuerpo y de las ideas.