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José Luis Aguirre, se presentó en doble fecha antes de embarcarse en un viaje por Latinoamérica. Fue una especie de despedida, o de esperarlo hasta la vuelta, con ansias por lo que pueda recoger en el camino.
El Centro Cultural Graciela Carena se despereza el domingo 7 de abril, luego de haber terminado tarde el sábado. En la noche sabatina, José Luis Aguirre regaló la primera de sus dos (últimas) fechas en Córdoba. Y a la manera que él quiere o logra: casi como estando en el living de una casa... Pero ajena. Por eso pide permiso cuando entra por una puerta lateral. Sube al escenario, agradece a quienes se llegaron para escuchar a un músico independiente que canta y cuenta lo que siente. Y entonces empieza el show. Comienza el viaje, antes de su viaje…
Rasgando las tinieblas
El show comenzó con un tema que tiene todo para ser un “himno”, y con importancia de eso como él mismo dijo. Soles de otros huesos, en homenaje a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, inspirado sobre todo en Sonia Torres, no por ser de Traslasierra como él, sino “por su lucha, por haber ido marcando el camino para llegar hasta hoy sin olvidar” comentó, o “para que el miedo no vuelva a ser proverbio, y ser la guerrilla de canciones” como cantó. Una canción tan urgente en tiempos donde lo gris se va filtrando, donde las tinieblas quieren volver a instalarse. Por eso este himno que se asemeja a los que hacía él de chico, y le dieron esta vocación de cantautor. Pero ya no son más para competencia de colegios, sino que son más profundos para José Luis y para todo el público, ya que demuestra así, que hace tiempo escribe y canta cosas que se nos quedan bien adentro.
La tonada De luna y jazmín, la cueca Chica Churita, un “gato raro” y una zamba al Río Quimivil, continuaron con el recorrido musical, para entender la importancia de las canciones: “Lo lindo que tienen es que uno puede ir de viaje sin moverse de lugar, sin gastar nafta. Para mí eso son las canciones: el retratar, eternizar, acomodar en algún lugar memorias, recuerdos, paisajes, gente, enseñanzas. Poder decir eso pasó, estuve ahí. Por eso es tan sagrado hacer canciones, porque uno puede ir con ellas a donde quiera”. Entonces nos llevó a Londres, Catamarca, lugar de mayor resistencia diaguita a los españoles, a donde mandaron la sangre del Inca, y que ahora resiste a que vengan por la madre tierra, multinacionales como la Barrick Gold.
Luego nos llevó hasta el norte, en un huayno que tiene la música de Fede Seimandi y en un “Bailecito para iluminar”, despeinando el alma, sabiendo que evolucionar es ver la magia en el viento y enfrentando la oscuridad “presentando el sentimiento”.
Chuncanamente
El viaje musical nos llevó hasta Traslasierra, la región de donde viene él. Empezó con la Sierra Embrujada, un refugio “donde vive un amigo, allá arriba en las sierras, donde no hay caminos delimitados”, para hacerlo al andar como nos enseñara Machado.
Con su Vuelta larga, no solamente habla de Villa Dolores de donde viene, de donde es, sino de todas las tierritas de su querer. Una especie de clase de geografía cordobesa, hecha canción y de historia hecha melodía en Córdoba Morena, para “escuchar los latidos” a través de su canción.
La Negra, Tía Rosa, sonaron antes de Los Pájaros de Mattalia dedicado a Mery Murúa que estuvo presente, como cuando la crearon. Un tema que “habla de estos tiempos como cantores y cantoras y llamar a los poetas a que canten como en los momentos de los Tejada Gómez, Ferraro, montón de gente hermosa…”. Por eso el recitado que siempre conmueve, por eso la emoción, siempre trinando, siempre volviendo, como los pájaros. Siempre tan elevado, con su caja llena de memorias, pintando países de coplas, miradas, vidalas… Con su garganta cantora donde brota el ahora, para que el futuro sea menos oscuro, o por lo menos un poco más claro.
Gajito I’ Luna, fue otra posta en la noche: una de las mejores formas de transmitirle a los hijos, el amor. Como Gonzalo que está con sus tres niñas ahí y registra todo lo que pasa, para algún día hacerle escuchar: “Que tú viaje/ siempre sea/ siguiendo el curso/ del corazón”. Y después fue Pisando nubes, para estar en la misma sintonía, pero para volar de a dos.
Donde nació mi canto
Los chuncanitos del río, una especie de Soy Cordobés de Rodrigo pero hecho en Traslasierra, nos llevó hasta aquellas tierras. Pero el cantante nos devolvió a la capital cordobesa, con el cuarteto Tranquilo pero con fiesta. El recorrido por su repertorio fue terminando con Huaynavalito, Vientito de achala (para que el viento se lleve penas), La Pochenita y Canción de la paloma, que escribió en México para el movimiento Zapatista, los para los docentes y sus luchas, luego de su “viaje más lejano”.
El final de la velada, nos recordaba el comienzo. Con “la memoria que no claudica, no se vende, ni se mancha, más bien se nos multiplica” en su último tema. En las notas de José Luis, que ahora emprende otro viaje. En las letras de Aguirre, que nos van llevando por diferentes rincones. Entonces cuando lo aplaudimos, lo hicimos no pidiéndole otra, en ese momento. El pedido fue que siga tocando de esa forma, para rasgar como un puñal las tinieblas, con esa guerrilla de canciones, permitiéndonos acomodar en algún lugar memorias, recuerdos, paisajes, gentes. Para que, cuando no nos de la nafta, nos permita viajar con su poesía y sus canciones. O para pedirle, parafraseando a Gustavo Cerati, que nos lleve, para después llevarlo en cada escucha . Para decirle que lo llevamos, siempre, para que nos lleve.