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A los 70 años, cuando murió, Suma Paz llevaba mucho tiempo siendo la referente femenina más importante del canto y la poesía interpretado con guitarra y referenciado de forma directa con los ritmos de la llanura pampeana.
Si Nelly Omar tenía ganado el mote de “Gardel con polleras”, Suma era entonces Yupanqui pero con pelo largo. De hecho, fue de los pocos artistas que contó con la aprobación de Atahualpa a la hora de interpretar sus canciones.
Nacida el 5 abril de 1939 en Bombal, un pequeño pueblo ubicado a 100 kilómetros del Pergamino de Yupanqui, Suma había empezado a tocar la guitarra a los seis años, pero el final de la adolescencia la llevó a la universidad: se recibió de licenciada en Filosofía y Letras en la Universidad del Litoral, pero a finales de los años 50 su nombre empezaba a aparecer en las radios y diez años después esa señora que parecía tener todo el sur en su guitarra estaba viajando a Japón para realizar 40 presentaciones y empezar a anotar su nombre en Europa y Estados Unidos.
De Japón volvió con un disco grabado, el primero de una lista de 18. Aunque no fue una gran editora de discos, tuvo en los años 60 y 70 un período más activo en los estudios. Cuando 1994 grabó una placa en homenaje a Don Ata llevaba 12 años sin registros, aunque no había dejado de cantar y de tocar. De hecho, su último disco fue editado luego de su partida física, en 2009, se llamó “Última guitarra” y allí está la Suma de siempre.
“Todo ideal humano es una flecha tendida hacia su centro y a veces para llegar a destino esa flecha tarda varias vidas y varias muertes. La esperanza está en sostener el vuelo de la flecha. Eso es lo que trato de hacer”, decía de su camino en el canto con decir y sentimiento.
Suma transitó la patria de la huella y de la milonga, del decir con sentimiento por los suyos, y lo hizo con respeto, con conocimiento de a quién le cantaba y del tema que cantaba. Vio la yerra, donde los pialadores enlazaban de “volcao” y les cantó “A lo pampa”, una huella. “Gente sencilla los pialadores, gente que sabe lo que quiere y que es feliz con eso. Ellos tienen dramas, urgencias y dolores que es necesario evocar, aunque nos digan que es cosa del pasado. El pasado es nuestro pasado histórico; todos venimos de ahí, todos somos pasado”, decía en un recital que dio en Radio Nacional en 1986.
Sensible y sabia, Suma conocía el sentimiento del criollo. A eso y a su decir hondo le sumaba su magnífica forma de ejecutar la guitarra, sencilla y profunda como esa mujer que hace 10 años dejó la tierra para volverse canción.