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Destino San Javier, integrado por los hijos de los fundadores del histórico Trío San Javier, alzaron dos premios en el Festival de Viña del Mar, en Chile, adonde conquistaron los galardones a los mejor intérpretes y consiguieron el primer puesto de la competencia folklórica del festival trasandino. Se sumaron de este modo a la lista de argentinos que ganaron –aunque en otra categoría- del otro lado de la Cordillera de los Andes, como Raly Barrionuevo, Abel Pintos y Canto 4.
El trío ganó por la zamba “Justo ahora” (compuesta por Víctor Hugo Godoy y Pedro Favini, papá de Franco, una de las voces del grupo) que competía con la del chileno Benjamín Walker y el tema de la panameña Margarita Henríquez. Los argentinos consiguieron un puntaje final de 6,6 por parte del jurado. Así, la banda formada por Bruno y Paolo Ragone y Franco Favini ganaron una gaviota por cada categoría y un premio total de 40 mil dólares, sin mencionar el reconocimiento del público, que acompañó con agrado primero y con palmas después una presentación sólida, que incluyó vuelos de pañuelos, guitarra y bandoneón.
Apenas conocieron la decisión, les ganó el asombro y enseguida la emoción. “La verdad que hay muy pocas cosas en la vida que puedan realmente sacudir tan fuerte a una persona”, dijeron en la conferencia de prensa. “Ningún artista canta o trabaja por el reconocimiento pero cuando llega de esta manera hace tan bien saber que uno está por el por el camino correcto”.
En el caso de la canción “Justo ahora”, un tema que durante año cantaron Los Cuatro de Córdoba, fue compuesto por Víctor Hugo Godoy, su vocalista en sociedad con su amigo Pedro Favini. Los cordobeses dejaron de cantar ese tema hace un tiempo y los chicos de Destino San Javier lo revalorizaron.
La canción es una zamba clásica que los Destino San Javier la llevaron al terreno de voces armónicas y coloridas, aunque lo hicieron sin salirse de la métrica del ritmo. De hecho, se acompañaron con guitarra y bandoneón, soltaron los pañuelos al unísono, ensayaron unos pasos y cosecharon los aplausos del monstruo, como se conoce al exigente –y a veces irrespetuoso- público del festival que le dio a los chicos las dos gaviotas con las que ahora pueden echarse tranquilos a volar por el continente.