}
Tocó con Guarany y Goyeneche, entre tantísimos otros tangueros y folkloristas como Chango Nieto y Alberto Oviedo. Pero también dedicó discos a The Beatles, Chabuca Granda y Alfredo Zitarrosa, entre otros, como para demostrar hasta dónde era capaz de entender la música. Tenía 68 años.
De Goyeneche a Guarany, de Zitarrosa a Rosamel Araya, de Calamaro a Raúl Barbosa, de María Graña a Chango Nieto, Juanjo Domínguez era capaz de entender todos los géneros populares para volverlos idioma nuevo en su guitarra. Ese hombre murió hoy a los 68 años en Burzaco, partido de Almirante Brown, al sur del conurbano bonaerense, donde velarán sus restos hasta mañana a las 10.
Ciudadano ilustre de Almirante Brown, el hombre para el que la guitarra era una orquesta había nacido en Junín en 1951 y, a lo largo de su carrera alcanzó reconocimiento internacional como virtuoso de la guitarra en todos los géneros musicales. Juanjo no era un guitarrista, era un maestro de guitarristas. Un tipo que era capaz de decirle a Goyeneche: “Polaco, si no te acompaño te persigo pero vos metele”, cuando el cantante se largaba a improvisar en el escenario.
Antes de ser Juanjo Domínguez, Juanjo fue un joven, hijo de un panadero, que a los 5 años ya tocaba la guitarra. “Nunca quise hacer guita, quería tocar en todos lados”, decía. “Mi viejo rasgueaba un poco la viola y yo me sentaba al lado a escucharlo. Y después me di cuenta de que no lo escuchaba a mi viejo, escuchaba la guitarra. Mi viejo tocaba muy poco y mal, con el tiempo me di cuenta de eso. Pero para mi era maravilloso. Empecé a juguetear con la guitarra de muy chico. A los 12 años me recibí de profesor de teoría y solfeo y empecé a estudiar en el Conservatorio de Banfield.”
A los 14 años ya acompañaba a Alberto Echagüe, Rodolfo Lezica, Armando Laborde, Alberto Morán. Debutó en Canal 7, a los ocho años, acompañando al poeta Jaime Dávalos. A lo largo de los años grabó 130 discos acompañando, entre otros, a Rubén Juárez, Horacio Guarany, Hugo Marcel, María Graña, Alberto Podestá, Virginia Luque y Roberto Goyeneche, de quien era su amigo entrañable.
Pasaron 52 años de carrera y 11 viajes a Japón, 170 discos (solo y acompañando), Europa ida y vuelta, el teatro Colón, la Basílica de Luján, los festivales de tango y folklore del país. Primero fueron Héctor Echagüe, Laborde, Lezica, Alberto Podestá. Hasta que llegó a Caño 14 por tres meses para quedarse ocho años y acompañó a Roberto Goyeneche, a Virginia Luque, a la orquesta de Atilio Stampone. Luego, su romance con el folklore, con el Chango Nieto durante cinco. Luego Horacio Guarany. “Grabé 15 discos con Horacio Guarany. No era guitarrista estable de Horacio pero cuando él tenía que mostrar un espectáculo en serio me llamaba para tocar”, dice orgulloso recordando al Potro.
-Se puede resumir con música, ¿pero con qué palabras se sintetizan estos 50 años?, le preguntó FolkloreCLUB en 2017.
-Sintetizo esto diciendo que pasa del mismo modo que nos transcurre la vida, o sea, sin darnos cuenta. Cincuenta años es una vida. Pensándola y repasando todo lo que pasó es una vida, pero sin pensarla es como si hubiese sido ayer que empezó esta historia. Pasaron como tiro, pero son 50 años.
A finales de 2017 celebró en Temperley sus 50 años con la música, forjado a fuerza de cruzar y entrecruzar ritmos y sonoridades, un tiempo en el cual acompañó a diversos artistas: de Diego El Cigala a María Martha Serra Lima, de Alberto Oviedo a Chango Nieto a Dyango, de Roberto Goyeneche a Andrés Calamaro, de Enrique Llopis a Lalo Shifrin.
En sus años de carrera solista realizó nueve giras por Estados Unidos, once por Japón, anduvo por toda Europa, tocó Turquía, China, Costa Rica, Chile y Brasil. En 205, ganó un premio Konex como uno de los mejores instrumentistas de la última década en la Argentina.
-¿Cuáles son las cualidades para poder tocar para esos grandes?, le preguntó FolkloreCLUB en 2017.
-Lo primero es ser hábil con el instrumento y después hay que tener la inteligencia de saber lo que estás haciendo. Si escuchás María Martha Serra Lima, Diego El Cigala, El Chango Nieto, Guarany y te das cuenta de que estoy tocando para ellos. Los colores lo vas poniendo de acuerdo a quien los necesita. No puedo tocar para Guarany, que es más visceral, del mismo modo que si acompaño a Alberto Oviedo o a Enrique Llopis, que son más delicados. Vamos a poner un buen marco para un paisaje pero vamos a ver cuál es el paisaje. Ponerle la guitarra a Horacio Guarany y ponerle la guitarra a Lalo Shifrin es distinto, pero tanto con Horacio como con Lalo vos escuchás y decís “ese es Juanjo”.
Enseñaba a tocar la criolla “como se debe enseñar”, decía. “Yo me recibí de dactilógrafo con una Remington. Había que hacer caminar una máquina de escribir de esas. Bueno, en la guitarra es lo mismo; la criolla es la guitarra a la que hay que sacarle sonido, tiene muchos colores. Si tocás bien una criolla podés tocar bien una eléctrica”, enseñaba.
Camino y guitarra
“Es difícil esta carrera. Si la buscás para el lado del aplauso fácil, del éxito y el popularismo en vez de la calidad es más fácil. Pero yo nunca hice eso. Una vez íbamos caminando por la calle con Andrés Calamaro y de 20 personas, las 20 lo conocían a él y cuatro me conocían a mí. Andrés me dijo ´a mí la gente que conoce, pero a vos te respeta”. Una vez apareció en su casa de Burzaco un tipo mal entrazado, de sobretodo largo, con varias valijas y acompañado por otra persona. Era un tal Andrés Calamaro, que enseguida empezó a cantar un tango y lo dejó registrado en “El Cantante”, el premiado disco de Andrés.
Su última gran aparición en los escenarios fue en el Mundial de tango, en La Usina del Arte, en ocasión del mundial del tango. En enero de 2018 había tocado en Cosquín, donde tocó la viola en el homenaje a Horacio Guarany, a un año de la muerte del Potro.
“Cómo se encuentra un sonido propio”, quiso saber FolkloreCLUB. Respondía Juanjo: “Hay cosas que no se buscan, sencillamente se encuentran. Uno genera el toque de acuerdo a la forma en que vas buscando. Son pocos lo que buscan, porque es más fácil tirar para atrás que para adelante, por eso no salen guitarristas a montones. Yo quiero que una guitarra suene como dos o como tres guitarras. Siempre busqué eso. No sé si lo logré, pero al menos lo intenté.