Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA


Fotos: Diego Nucera

03/02/2019

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RECORDAR


La octava noche era la de la “Luna que danza”. Bien puesto el nombre, pero también podría haber sido de la que dice, de la que dice y va haciendo, la de la nueva luz… A continuación el porqué.

 El Cosquín siempre es callejero 
La Plaza llegó a estar en un 70%, en una noche donde nadie se destacaba por el “entretenimiento” sino por el poder disfrutar pensando. Por eso comenzó con La Callejera, los “custodios artísticos del poncho coscoíno”, que hacen honor a ese mote en cada presentación. No sólo por cambiar sus shows para el escenario mayor, ni por viajar por estilos diversos y un repertorio “folklórico”, sino por hacer honor a su nombre. Por estar bien cerca de la gente, como cuando Ariel “Chaco” Andrada, se acerca del público. Se baja del pedestal de figura y comparte la música, con la misma intensidad y emoción que hace quince años. Con la pasión transformándola en melodía, y así fue ahí nomás, al principio cuando cantó llevó por un momento a Horacio Guarany con Recital a la Paz. Agarrando bien fuerte el poncho que cuidan, cantando por “la paz en todo el mundo como un mito profundo que traiga la amistad”. Justo él que hace del cogollo un arte…


Y otro arte es la danza, homenajeada desde el principio, con un Ballet Camin siempre a la altura de las circunstancias desde hace 25 años, y más en las bodas de plata de su romance con el Atahualpa Yupanqui. La academia invitada fue Sonco Wayna, pero sobre todo la gente, que sabe que cuando “el ritmo llega hechicero, la danza no tiene fin” y que cuando “hay pañuelos en el aire, la luna quiere viajar”. Que sabe que siempre el milagro comienza con el Camin…

 A esta(s) bruja(s) no la(s) pudieron quemar 
La octava luna, en la previa, era importante por la lista de quienes tocarían, pero sobre todo por el mensaje que estos y estas referentes del nuevo cancionero, podían dar. Por eso uno de los momentos que se esperaba con ansías, era el de “La Bruja” Salguero. Y de entrada nomás fue cumpliendo con lo esperado. Descalza –siempre para estar en contacto con la Pacha, comenzó con Juana Azurduy, homenajenado la obra “Mujeres Argentinas” de Félix Luna y Ariel Ramírez, que cumple 50 años.


Sonaron Dele retumbar de Ramiro González, para invitar a la verdadera chaya: “la de los barrios pobres”. Le cantó al "Gordo" Alfredo Abalos, invitó a Bruno Arias y a Micaela Chauque, para cantarles a las mujeres que ya no tienen miedo. También pidió mediante un rap, que abran las tranqueras de los festivales para que vengan las mujeres con la fuerza de la Pachamama”. Más tarde, en conferencia diría que hasta que no sea equivalente la presencia de mujeres, “los escenarios estarán incompletos”.


Así, la riojana fue cautivando a la Plaza, gracias a la sensualidad, mensaje sincero, puño en alto y la fuerza de su voz, que se vio potenciada cuando subió Eruca Sativa (Lula Bertoldi, Brenda Martin, Gabriel Pedernera). Una de las bandas referentes del “nuevo” rock, ayudó para que Amor Ausente sonara mejor y para “unirse y borrar las fronteras de la música”. Y Cuando tenga la tierra ara la gente que la está pasando mal, como trabajadores de la TV Pública. Fue un momento histórico, que hasta quedó muy corto- que se resumió en el grito sentido de Lula Bertoldi.

 Homenajes a la música toda 
Zitto Segovia, el creador de la Trova Chaqueña, tuvo su merecido homenaje a 30 años de su partida. Como dijo su hijo Lucas, en conferencia, él había hecho música para 20 años después. Que es destacar su legado, su reconocimiento y confirmar que no hay peor para un artista (y para la gente), que se vaya antes de tiempo. Coqui Ortíz, José Schuap y Bruno Arias, dieron un merecido tributo a Zitto y lograron un momento de mucho respeto.


“Es un chango muy jovencito, nacido en Apóstoles, Misiones. Van a ver ustedes lo virtuoso que es este joven con su acordeón… Y hemos resuelto presentarlo así, porque si uno no le da una mano a toda la gente joven, también uno queda medio retrasado en el tiempo”, se veía y oía decir a Juan Carlos Saravia, en la presentación de Los Chalchaleros en 1989. Allí estaba un “Chango” Spasiuk sin barba y pelo más corto, pero con la misma pasión y calidad, con la que fue recorriendo estos treinta años. Es por eso que esta actuación tenía su ingrediente especial, para Chango este embajador de nuestra música, “creador de pequeños universos”, que había anticipado no haría una actuación únicamente en retrospectiva, sino todo lo contrario, mirando a lo que viene. A puro chamamé levantó a la plaza y no lo hizo sólo: Invitó a Rafael Gintoli, un emblema del violín y llevó a cabo el mismo acto que habían hecho con él: “Disfruten a este joven, Emiliano López”. Emiliano se llevó todos los aplausos, el “Chango” se mostró agradecido -hasta regalando Libertango de Ástor Piazzoll- y entendiendo que lo importante es ser un eslabón más de la cadena.


Cuyo también tuvo su protagonismo en la octava luna, en las postales de Provincia. Allí San Juan, era la tierra donde los suyos van “llegando de vuelta / con un silbido entre los labios /a este pago que un día/ dejaron por gusto de andar andando”. Una representación de música y danza simple y efectiva, entendiendo la importancia de la reunión en una de sus tradiciones más famosas: el fogón. Pero además emulando el arte de Buenaventura Luna, quien fue admirado por el mismísimo Atahualpa. En los lejanos pagos jachalleros, “un fogón que llamara a los andantes/de todos los caminos y las razas, a juntarse al calor de nuestras brasas /a conversar de cosas trashumantes. . .” hizo viajar y disfrutar al público entero. Participaron acompañando a los bailarines: Los Luceros de Jáchal, Giselle Aldeco, Darío Recabarren y Jorge Darío Bence.

 Soy Chacarera 
Si era la luna que danzaba, Santiago del Estero debía estar presente. Y lo hizo con grandes exponentes de las últimas camadas, que regalaron un sinfín de chacareras, zambas y canciones muy esperadas. Horacio Banegas, el Dúo Coplanacu y Orellana – Lucca, formaron parte de este seleccionado.


El primero, “en un 50% de lo que anhela para su música”, es decir terminar de acostumbrar a la gente a un oído diferente y un aporte grandioso a la música nativa de Santiago, desde su forma más eléctrica de hacer música de raíz, se presentó ante un público que lo mimó en todo momento. Comenzó con Mi origen, para luego hacer Sueños de Amor, Nostalgias, Hilando, entre otros.


El Dúo Coplanacu, o Los Copla, tal como se lee en su nuevo disco y que fue lo que presentaron, continuaron con el baile en la Plaza. La gente se quedó con ganas de escuchar clásicos, pero recibieron muy bien, un disco que se explica por el nombramiento de un espacio que se llenaba de música y encuentros, más que el nombre de una banda. Y eso es así. Cada vez se extraña más la Peña de Los Copla, donde brotaba sentido de pertenencia. Ojalá vuelva algún día.


El dúo Orellana - Lucca, que podría decirse como una síntesis de los predecesores por su música, cerró una octava luna para el recuerdo. Con su público fiel, que disfrutó hasta pasada las 4 am, y coreó Milagro del tiempo, Libertad de amanecer, Hacia mi ocaso, Chacarera del patio, para levantar polvareda en la Próspero Molina.


 Consagración popular 
La gente estaba ansiosa para saber qué iba a presentar el “chuncano”. Es que José Luis Aguirre, quien ha sabido levantar a todo el mundo sólo con su guitarra, siempre trae sorpresas. Y no solamente en formato, sino en mensaje. Esta vez no sería la excepción.


“Un par de canciones recién saliditas del horno”, fue las que presentó, por más que parecían ya de su discografía por cómo las tomó el público. Con una banda que cada vez está más aceitada, fue recorriendo poesía hecha música y melodías hechas poemas. Porque José tiene mucho para decir, pero va más allá del qué, tiene cómo. Porque le canta a la montaña que le habla en sueños, a “una doñita que defiende el monte”, en una canción para Doña Jovita; le cantó a las mujeres guerreras a la “Tía Rosa”. Cantó al y por el pueblo, porque como dijo: “La canción viene del pueblo, lo atraviesa. Por eso hay que seguir el camino de todas esas estatuas que están afuera (Cafrune, Mercedes, Guarany, Atahualpa) porque fuero decidores, de lo que pasaba”.


Cuando la gente pidió otra, Los Pájaros de Mattalía sobrevolaron la Plaza, “para los y las artistas de este tiempo, para quienes piensan que el arte no es solo diversión, sino sembrar conciencia, para contar lo que pasa. Para los pibes y pibas que andan por todos lados, bailarines, músicos independientes, comprometidos con la música que aún no pueden tocar acá”.


Entonces nos hizo saber que “cuando más oscura es la noche que los persiga, más va a fulgurar la dulzura de sus trinos vuelo. Que también en la simpleza hay luchas y cosechas. Que también se le canta al amor, cuando se dice tierra, hijo, hambre y desempleo. Cantamos canciones de amor, porque nuestra revolución se la ternura. Por eso trinamos, por eso es que siempre… Volvemos”.


Entonces nos hizo saber después, que se la jugó con esa propuesta. Que en definitiva es lo que siempre hace y por eso la gente ya lo ha consagrado hace tiempo y lo volvió a confirmar en esta octava luna. Porque en su garganta cantora siempre, siempre brota el ahora.


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