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Durante una hora y media, La Camerata Argentina, dirigida por el violinista Pablo Agri y arreglos, piano y dirección de Cristian Zárate, con Nahuel Pennisi, ofrecieron en la noche del pasado sábado en el CCK un show que cumplió con las expectativas.
Pese a la amenaza de lluvia, y la paranoia que se potenció tras el arrebato de la gran tormenta que azotó buena parte del país el viernes por la noche y sábado por la mañana, hubo un recital que destacó por gran cantidad de público.
Aunque a su última producción, Feliz, su segundo álbum de estudio editado por Sony Music, nominado en los Latin Grammy en categorías: “mejor álbum vocal pop tradicional” y “mejor ingeniería de grabación”, sólo hicieron alusión a través de dos canciones, "Uno más uno" y "Avanzar", que bien supieron convivir durante una hora y media con clásicos como “Piedra y camino”, “Los mareados”, “La pomeña” y “Plegaria para un niño dormido”, entre otros.
Como la música no es sólo combinación de sonidos y silencios, sino fundamentalmente una experiencia corporal e intersubjetiva, donde no hay música sin sujeto y cultura desde donde escucharla, Nahuel se mostró varias veces agradecido a su público por acercarse a pesar de las inclemencias climáticas y amar y comprometerse con la cultura, justamente, en el CCK que da derecho a la cultura desde que hubo un tiempo en que se crearon escuelas, museos, bibliotecas, teatros y orquestas como parte de una política de Estado que se mantenía de gobierno a gobierno –con sus baches e ignominias, desde ya– pero que no se discutía. Por suerte no se cerró, solo eso faltaba, ni se le cambió el nombre y las entradas son gratuitas.
Nahuel desplegó su talento, conjugando sofisticación musical con capacidad de emocionar, conmocionar el alma y llegar a un público muy amplio gracias a la magia de su arte, que fluye desde su voz y guitarra.
Si la voz es la vista de quien no ve, Nahuel se acostumbró a rastrear sonidos por la carretera que le permitió salir del anonimato y además de seducirnos con su historia y sonidos, al respecto bien vale decir que la asombrosa paradoja de sus canciones y arte tienen el poder de devolverles la visión a quienes creen que ven. Y de pronto, el sábado en el CCK se convirtió en el mejor programa posible.