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Sí, empezó el festival mayor del folklore, y empezó con todo, con un espectáculo muy bueno desde el principio hasta el final.
El inicio, con una versión folklórica y musicalmente excelente del Himno Nacional, acompañada por danzas folkóricas y clásicas, despertó un aplauso enorme y efusivo de toda la plaza.
Siguió una oración, pidiéndole al Buen Dios la bendición de esta “liturgia de canto y de amor”.
El Himno de Cosquín fue bailado con una coreografía novedosa y buenísima por el Ballet Camin y el Ballet de la Costa. Danza, acrobacia aérea, circo, formaron parte de la impecable apertura.
Entraron al escenario “Los Carabajal”, acompañados por más de 40 bombos y una bailarina de una gracia delicadísima e interpretaron “La Telesita”. Siguieron chacareras, con la fuerza singular de este conjunto, la zamba “El Antigal”, en la que Carlos Cabral desplegó su buena voz, potente, con algunos falsetes prolongados que siempre despiertan el aplauso; “Digo la mazamorra”, “La estrella azul”, “Desde el puente carretero”... Ofrecieron un espectáculo bueno que movió a toda la plaza. Su fórmula: muy buena banda y voces buenas, que cantan con intensidad, sin matices.
Le tocó el turno a “Arbolito”, un grupo que ensambla el folklore, el rock y alguna dosis de murga. Hace una interesante propuesta cantando por los marginados, los aborígenes... Pero la voces son flojas y las letras de sus canciones de escasa poesía.
El conjunto instrumental “Martinez, Jaunarena, Ciavattini” con vientos, bandoneón y teclado, tocaron una cueca y una chacarera, haciendo versiones muy buenas, aunque es muy difícil en un festival así, interesar al público con una propuesta sólo instrumental.
Siguió la delegación de Tierra del Fuego.
Después vino “Quebracho”, un conjunto santafesino que logró levantar al público, a esta altura un poco decaído, con más potencia que calidad musical.
Llegaron los puntanos: “Entre cuecas y tonadas”, (Jorge Viñas, Pocho Sosa, César Bustelo, Yolanda Navarro, Juanita Vera). Ellos, con buenas voces masculinas, hicieron lo suyo, interesante, pero resultó un poco larga su presentación.
“Los Huayras”, buenas voces, buenos arreglos, tocaron muy poco tiempo. Hicieron una lindísima versión de “Cuando llegue el alba”. Sonaron contundentes y despertaron una respuesta muy efusiva del público, que de pie pidió otra, otra, sin que se le diera lugar al pedido del “protagonista principal del festival”.
Llegó el colorido, el candombe y la protesta, a través de “Araca la Cana”, la murga uruguaya. Fueron correctos en lo suyo, sonó excelente la versión de “Adagio en mi país”, pero creo que se le dio un espacio demasiado prolongado: media hora.
El Ballet “La rebelión”, ganadores del pre-Cosquín, danzaron e interpretaron un ritual aborigen, de manera impecable. La danza, la coreografía, el mensaje, sin desperdicio.
Lucía Ceresani, con una voz afinada, sin estridencias, nos ofreció lo suyo, triunfo, huella, milonga, zamba...
Después Paco Garrido, logró enganchar al público con sus armónicas que parecían toda una orquesta de fiesta.
El público ya estaba ansioso esperando a Jorge Rojas y ya no estaba dispuesto a escuchar a otro que no sea él. Por eso cuando aparecen Luna Monti y Juan Quinteros, no fueron del todo bien recibidos. Sin embargo fueron lo mejor de la noche. No sé por qué la programación del festival pone las propuestas de mejor calidad en el peor lugar. Además, mientras la pareja de músicos ofrecía su impecable presentación, se pusieron a repartir entre el público papel picado para el carnaval que se venía, provocando que la gente a los gritos pidiera su bolsita de papel. Una falta de respeto grosera... Luna y Juan empezaron con “El Cosechero”, acompañados solamente con una delicadísima percusión de una caja. Excelentes voces, arreglos creativos, una guitarra buenísima. Con una selección de cuecas a capella, hicieron que, a pesar de todas las dificultades, toda la plaza acompañara con palmas. Terminaron con “Canción para bañar la luna”. Luna Monti y Juan Quinteros fueron, lejos, lo mejor de la noche.
El conjunto de malambo, “El malón”, bailó muy, muy bien, aunque pasó casi desapercibido porque el piso no tenía micrófonos ya que todo estaba preparado para el próximo número.
A eso de las 2 de la mañana, se abrió el telón, despertando los gritos desesperados de muchísimas mujeres que llenaban la plaza. Unos videos prepararon la atmósfera y el calor apropiado para que entrara en escena el esperado “Jorge Rojas”. Con “Vuelvo”, empezó su presentación, y fue recorriendo los temas de su disco “La vida”, y muchos de los temas que hacía con “Los nocheros”. Una voz muy buena, afinada y con un amplio registro que bien conoce y explota. Con la melosa “Quien ha pedido perdón”, contó junto con su hermano Lucio; otro tema cantó con su hermano Alfredo, que tenía el micrófono muy bajo. En temas como “Cómo vivo sin ti”, paseó por la pasarela, despertando la locura, los gritos, las lágrimas de miles de chicas que imaginaban ser cada una las únicas destinatarias de las miradas de Jorge. El show tuvo momentos más folklóricos, otros más melódicos y románticos, todo muy pensado y acompañado por una ajustadísima y potente banda, y por video- clips en muchos de los temas. Algunas coreografías, con pasitos estilo cumbia, bailadas por los tres hermanos Rojas, acompañaban algunos tramos de las canciones. Se despidió sin irse y después dijo “Vamos a seguir cantando”, y siguió. Invitó al escenario a toda su familia y... se armó el baile. Convocó a chicas del público a bailar con su papá y sus familiares, y después de varios temas más, terminó con “La yapa”, y se fue... pero ante el pedido del público, volvió para hacer tres temas más, terminando como empezó, con “Vuelvo”. Jorge canta bien, y tiene una llegada con las chicas y no tan chicas, que él aprovecha hasta el extremo. Y le sale muy bien.