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La resistencia presente en las calles, por la tierra, en la Marcha “por el monte, la vida, la tierra y el agua”, dio a entender que era una jornada diferente. De hecho “Musha” Carabajal y su compañera Miriam, comentaban: “Recién hoy se percibe el espíritu festivalero, por el compromiso que se palpa”. Algo de razón tenían.
Confesión del viento
En el Patio de la Piry, Martín Mamonde de La Cruza, preguntaba por la grilla en la Plaza. Gonzalo, su hermano, confirmaba: “Esta noche, es ‘la’ noche”. Al igual que Flor Besso, quien emocionada anticipaba que se vería “una hermosa comunión de ideales, con el horizonte claro”. También Sofía, encargada del local de “Música Nuestra”, que entre discos y libros hermosos, hace su aporte a la cultura. Entonces en ese mundo hay páginas de Zitarrosa, de los inicios del Folklore, de los grandes autores como Spinetta para chicos y en el primer stand un disco de Armando Tejada Gómez. Dentro de la Plaza, luego del saludo inicial, el comienzo de una noche imborrable también llegaba con “el poeta de los pueblos”. Lo hizo en la voz de otro referente: Ramiro González. Él tuvo la prueba de fuego, de abrir la noche.
Con Lucas Heredia, “uno de los más grandes compositores de la música cordobesa”, hicieron “Canción para un niño en la calle”. Una tremenda versión, con un recitado aún más emocionante, en donde quedó claro, que si “hay un niño en la calle, el viento en ninguna ventana será canción”. Justamente lo dijo él, quién es ese viento que renueva, que refresca desde hace ya un tiempo largo.
Así la noche empezó a caminar, con quien aprendió a hacerlo en la casa de sus abuelos de Córdoba. Así, la noche empezaba de manera ideal, con la banda de Ramiro que se sumaba (Emmanuel Albera, Aldana Bozzo, Ignacio Apella y Diego Sánchez Galeassi). Con ellos Los Amanecidos, Chaskañawecita, Estoy donde debo estar, con José Luis Aguirre, continuaron en la lista, para cerrar -acorde a la noche- con Pachamama. Al final recomendó “disfrutar de esta noche, con semejantes artistas”. Como él, que se da cuenta del tiempo que están viviendo y pide hacerse cargo. No solo en lo musical, sino en el mensaje.
Por eso continuó Mery Murúa, quien dice cantando y celebrando. Quien su compromiso lo lleva en todo tipo de música, quien no habla de “géneros que establecen fronteras y no abren el juego, haciendo estancos”. Fue una fiesta “para no rendir cuentas a nadie, sino compartir con quienes están en el camino” como dijo al bajar del escenario. Allí donde cantó “Desmonte”, con el puño en alto; “Quiero ser luz”, en homenaje a su madre; “Chacarera del pastor” y “El Arriero”. Porque no sólo es cantar lindo en el Atahualpa, sino cantarlo comprometidamente.
La tierra habla
Un video de un miembro de la comunidad Mapuche, donde hablaba de “no ser egoísta, de no robarle a nadie, de no ir a matar nadie”, para saber cómo es su cultura y no como la quieren vender. Así empezó uno de los puntos altos -si es que hubo bajos- de la octava luna. Así empezó Ulkan Folil (Raíz que canta) con Rubén Patagonia y Che Joven.
“Nunca mates la flor”,porque “el silencio no ha de ser perceptible sin perfume”; “Despertar”, en un claro mensaje en tiempos donde “mapuche” parece ser mala palabra, desde los grandes medios. Con la palabra, que duele más que supuestas piedras; con la emoción hasta las lágrimas por buscar “la verdadera libertad”, como en temas como “Al sur del viento”, que “trae fuerzas” metiéndose en el alma, y estallando en la garganta, para que todo el mundo gritara “Cantaré” y pidiera justicia por Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Con el final con “El embudo” de León Gieco, para no “seguir contemplando en silencio lo que pasa en el país”; con la presencia de varios, varios artistas que acompañaron para “ser consecuentes con Atahualpa Yupanqui” que es cuando llega a molestar un show, como dijo Jeremías Patagonia luego del show.
Y hablando de pueblos originarios y el respeto actual, debía seguir Charo Bogarín, quien tiene “raíz guaraní en las venas y Formosa en la piel”. La integrante de Tonolec, en su proyecto solista de La Charo, dejó algunos sonidos electrónicos, para regalar un repertorio latinoamericano, más crudo. Y comunicó, no sólo en las canciones, sino con su vestido y su cuerpo, en la noche “que fue para la Madre Tierra”. Además de su voz sin igual.
La poesía de la verdad
Luego de la actuación de Argentina Baila donde se orienta a la “versatilidad y trabajo, de estas joyas en bruto, pero siempre con respeto al folklore” como dijo su director Ricky Pashkus y las postales de la Provincia de Río Negro, llegó él: José Luis Aguirre.
Con su tonada que acusa de dónde es, con su repertorio que muestra quien es, “el” José se puso nuevamente la Plaza al hombro. Sin necesidad de estridencias, sin lo seguro, siempre sincero con lo que hace y piensa. Siempre honesto con el arte. Con temas como Córdoba Morena, Humilde abrigo de los serranos, Pisando nubes, hablan de lo que vale más en él. “Solo transmitir, como artista, lo que la tierra tenga para decir, sin importar los resultados”. Esa ya es su consagración.
Cuando sonríe, sonríen tod@s. Cuando se compromete, invita a hacerlo. Cuando le preguntan si su canto es político, él responde que “es poesía de la verdad”, porque lo que está pasando se ve. Cuando quiere ser “una lucecita en medio de un manto de oscuridad”, en realidad se muestra como uno de los fueguitos de Eduardo Galeano, porque cuando él se acerca, la Plaza se enciende. Y allí desde el escenario, en la la “Piedra cósmica donde los maestros se pararon a decir”, cantó La Sin tierra, con un recitado que quedará en la memoria. “No protestamos porque sea moda, no buscamos el obsecuente aplauso, marchamos porque de la tierra sentimos maternal abrazo. Porque cuando te habla un serrano, un originario, gente que trabaja la tierra, la voz del monte se enciende…”, pensando en “los niños y en la tierra que les pertenece”. Porque si como dijo, Rainer Maria Rilke, “La verdadera patria del hombre es la infancia”, José Luis canta verdadera música de raíz. Por la patria de tod@s…
Una mención especial, merece quien ganó esa distinción en 2017. Luciana Jury, con “Nostalgias santiagueñas”, cuecas, “Una luna y un ranchito” y hasta una versión novedosa de “En tu pelo”, produjo nuevamente una comunicación cómplice con la Plaza. El final fue con “Ella ya me olvidó” de su tío Leonardo Favio, en una versión donde dejó el alma. Donde estremeció a la tierra, para decirle que sí a su deseo de haber sembrado algo en la noche.
Manifiesto de cancionero popular
La Próspero Molina, de golpe se llenó de banderas y remeras de “El Vislumbre del Esteko” ante la mirada sorprendida de la gente que no los conocían. José Córtez de El Maylín, confirmaba: “Son los Redonditos de Ricota de Santiago”. Parecía que el Cosquín Rock, había vuelto a la Plaza, pero no. Banderas para arremeter sin miedo, bailes profundos, carnavales del corazón y estar ligados a la esencia, fueron la combinación y explicación de su actuación.
Y la explicación de Duratierra es traer "las canciones nuevas, llenas de canciones viejas". Esta especie de manifiesto, de una de las bandas del momento, fue el puntapié de su primera vez en el Festival. Con Micaela Vita, que hipnotizó con su voz y movimientos. Con la responsabilidad que llevan adelante en “Saravá”, con “Pascual”, para hablar de nuestra identidad mestiza, pese a que quieran que sea solo europea, desde el poder. Y para cerrar con “Sin Patrón”, en solidaridad con los despedidos de estos tiempos.
Cómo canta la esperanza
Eran las 2:30 cuando, abrazados -siendo una persona hecha por los dos, como dijeron en una entrevista,, entraron al Escenario Mayor, dos artistas mayores. Raly Barrionuevo y Lisandro Aristimuño, entraron relajados y disfrutando desde el vamos. Y eso, se contagió rápidamente.
La idea era un show íntimo, lleno de buenos momentos. Se quedaron cortos. La intención debe haber sido emocionar y dejarnos viajar -porque fue un viaje, desde el principio- por temas que todos sabemos, pero que tenían un toque especial. Eso se logró. Sonrientes y haciendo chistes entre ellos, se fue generando un clima tan especial, que sólo se explica en saber que se está generando uno de esos dúos, que quedan en la historia.
Desde el comienzo y hasta el final, estremecieron a la Plaza con “Subo”, de Chivo Valladares y sus cajas, y “Al Amanecer” de Ramón Gutiérrez Hernández. Entre medio, en sus casi dos horas de shows, hubo muchos momentos álgidos. Con temas de Lisandro cantados por Raly, con temas del santiagueño hechos por el sureño. “Tu nombre y el mío” fue el segundo tema de “Hermano Hormiga”. Este proyecto, que “moja la nueva cosecha que vendrá”, con ellos como compañía y como faros del resto. Para sentirse “super con la luna allá" arriba como dijo Lisandro, para cantar Niña Luna o para traer a Raúl Carnota" y tocar "La Sixto Violín".
Hubo homenaje a la madre de Raly, “quien despertó el agua en su voz” a cinco años de su fallecimiento, con "De mi Madre" y "La niña de los andamios". Hubo versiones muy hermosas de “Chacarera del exilio”, “El necio” de Silvio Rodríguez y hasta “Ojalá que llueva café”, para ser una expresión de deseo, en estos tiempos, donde las buenas noticias son shows como estos.
Hermano Hormiga los guía a Lisandro Aritimuño y a Raly Barrionuevo, los lleva y los cuida. Ojalá que haga lo mismo con nosotr@s, porque anoche, en esa “luna nueva pachamama compañera” no es que floreció el cancionero popular , sino que fue una continuación. Ojalá, que estemos a la altura de eso.