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Con la última oscuridad del domingo, el Festival del Malambo de Laborde, el mayor encuentro de danzas tradicionales del país, siguió la regla no establecida de que el subcampeón lleva las de ganar al siguiente año y coronó al tucumano Matías Giménez como el nuevo monarca de los malambistas criollos, en la edición 51 de ese festejo.
Con este triunfo, el hombre de las botas fuertes le dio a su provincia un nuevo campeonato nacional a 10 años del último conseguido por obra de Marcos Amaya Pettorossi. De este modo, esa provincia cosechó su séptimo campeonato de malambo mayor en Laborde, en triunfos que parecen cíclicos: ganó en 1998 con Miguel Ángel Díaz, repitió en 2008 con Amaya Petorossi y en medio de ellos José Ernesto Demenchiore volvió a sumar para Tucumán, que sde este modo quedó segundo en el podio detrás de Santiago del Estero, que suma 13.
Primero se sueña
Matías Giménez tiene 22 años y es de San Miguel de Tucumán, estudia folklore desde que tiene cuatro años y también la carrera de Educación Física en la universidad, además de trabajar en un instituto privado en donde trata chicos con problemas motores. “A los 10 años me enteré del Festival del Malambo de Laborde y empecé a soñar con ser campeón nacional. La primera vez que fui competí en la categoría juvenil y gané, dos años después también gané en juvenil especial. Ahora digo que ganar este festival es lo mejor que puede pasarle a un malambista”. Matías será a partir de ahora un malambista campeón, por siempre y para siempre.
Con la luz del campeón
El joven sabe que el escenario de Laborde le hace temblar las piernas a más de uno, haya bailado donde haya bailado. Hace unos años se cobró una víctima: Cristian Maldonado, cordobés, se lesionó minutos antes de salir a bailar, cuando llegaba con todas las de ganar por haber obtenido el subcampeonato el año anterior. Su psicólogo le explicó que la lesión sólo podía explicarse a través de lo emocional.
En Matías Giménez el poder del escenario surtió el efecto contrario: lo iluminó. “Los que llegamos a la final éramos todos distintos. Es verdad eso de que el escenario puede acobardarte, pero yo sentí que me iluminó. Me animamaba a mí mismo mientras bailaba”, cuenta.
“Hasta el año pasado con mis profesores y mi preparador ensayábamos dos días y entrenábamos otros dos. En los últimos meses, sumamos cuatro días más y pensamos, sobre la misma coreografía del año pasado, en agregar algunos elementos para volverla más potente y más atractiva”, dice Matías.
El campeón hace una rutina de ejercicios físicos relacionados con el malambo. “No creo en un entrenamiento de gimnasio y de pesas y tampoco lo aconsejo. Hay que trabajar con el peso del propio cuerpo; demasiada fuerza te vuelve torpe para el malambo”, dice para desmentir la mirada que ubica a los malambistas como atletas antes que como bailarines. Lo dice Matías. Es palabra de campeón.