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Un día como hoy se hubiera reunido alrededor de una mesa, con amigos, con su bombo o con una guitarra para festejar y festejarse así mismo los 80 años. Es que Juan Enrique Farías Gómez, uno de los músicos más grandes que ha dado este país, nació un 19 de diciembre de 1937 y aunque su vida terrenal se apagó en 2011 sigue su música y su impronta de la última formación anda todavía como si el Chango desmintiera la muerte.
El “Chango” Farías Gómez, músico, cautor, compositor, arreglador, nació en Buenos Aires pero traía en la sangre la tierra santiagueña, el golpe a tempo del legüero al que podía hacerlo cruzar de vereda para experimentar sin que en ese cruce pierda nada del gusto original.
“Nosotros armamos folklore con bandoneón (que es alemán), violín (que es de Europa), bombo (africano), guitarra (española), todos instrumentos que no son de acá con los que armamos una música que es de acá. Eso es lo importante, pero no es folklore. Esto es parte de una larga discusión en la que muchos se enojan conmigo”, dijo alguna vez.
Louis Armstrong, el tango de Horacio Slagán, el swing de Oscar Alemán y los Mills Brothers, quienes le inspiraron la creación de los Huanca Hua, formaron la biblioteca musical del Chango.
De ahí que Atahualpa Yupanqui les dedicara esta frase: “Ustedes son capaces de ponerle mostaza al asado y no cambiarle el gusto”. Don Ata también había registrado la graciosa frase sobre los Huanca Hua. “Uno canta y parece que los demás le hacen burla”. Eso no hizo mella en la idea del Chango sobre Atahualpa, a quien consideraba un verdadero maestro. “Yo me reí de eso porque me parecía perfecta esa definición. Atahualpa era un hombre muy profundo”, considerada Farías Gómez.
Chango con arreglo
Su primer grupo se llamó Los Musiqueros, que integró a los 16 años junto con Mario Arnedo Gallo y Hamlet Lima Quintana. Le dijeron que estaba loco cuando en 1960 formó los Huanca Hua. “Hagamos esto, si a la gente no le gusta, hacemos lo que ustedes quieran”, les dijo a los Huanca (Pedro Farías Gómez, Hernán Figueroa Reyes, Coco del Franco Terrero y Guillermo Urien, luego su hermana Marian), que llegaron a Cosquín vestidos de traje para cantar a capella o con una sola guitarra. “Eso no es folklore”, le dijeron entonces y se lo repitieron hasta el hartazgo. “Siempre discuto con el establishment sobre esa idea”, decía el Chango, acostumbrado a los ataques. El grupo revolucionó el modo de interpretar la música de raíz folklórica, con arreglos vocales, polifonía y el uso de fonemas para marcar el ritmo.
En 1976, dictadura militar mediante, el Chango partió a España. Fueron seis largos años en los que debió partir para salvar su pellejo de militante peronista. “Fue duro el exilio. Irse sin saber adonde irse”, dijo de su viaje a Francia primero, a España después. Allí, decía, se pensó como argentino y se reconoció sudamericano. Volvió con la democracia en 1982 y tres años más tarde formó Músicos Populares Argentinos (MPA), con Peteco Carabajal, Rubén “Mono” Izaurralde, Jacinto Piedra y Verónica Condomí. Enchufaron un bajo, pusieron batería y cantaban folklore. Eran la novedad. En su haber, antes y después de eso, hay creaciones señeras: el Grupo Vocal Argentino, El Trío (con Dino Saluzzi y Kelo Palacios) y La Manija, entre otros.
Su última picardía fue formar una orquesta popular de cámara. “Música clásica argentina” elegía decirle Chango a esa formación. “Hay una vieja discusión sobre qué somos los argentinos. Para mí la denominación de folklore es un hecho desafortunado porque es una definición científica que hace que esta música no entre en la ley de la evolución y entonces uno, que es músico, pasa a ser folklorista”, decía el Chango, como si con esa definición hubieran querido bajarle el precio a los intérpretes de los ritmos populares.
Lalo Mir lo entrevistó para el programa “Encuentro en el estudio” y le preguntó si tenía algún sueño por cumplir. El Chango busco el aire que le chiflaba en el pecho y respondió: “Lo que me gustaría es que en la Argentina exista la carrera de música argentina, no de música popular, porque eso es discriminatorio. A la música argentina hay que llevarla a un lugar de excelencia, para desmenuzarla, para encontrar otras ideas y para que sea entendida en cualquier lugar del mundo. Eso ocurrirá cuando el argentino tenga la conciencia más clara de lo que es ser argentino”.
MARCELO SIMÓN RECUERDA AL CHANGO