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Cuando uno le estrecha la mano a Juanjo Domínguez cae en la cuenta de que solamente tiene cinco dedos en cada una y no tiene más de dos extremidades. No se trata entonces de tener las manos llenas de dedos, como diría Atahualpa Yupanqui, sino de buscar lo verdadero para entregárselo al público. En esas anda todavía, 50 años después de su debut profesional, Juanjo Domínguez, que recibió a FolkloeCLUB para avisar que este sábado 2 de diciembre celebrará esas cinco décadas con una presentación en Temperley.
“Sintetizaremos 50 años en dos horas. Es bravo ese resumen, pero vamos a pasear por todo lo que a la gente le gustó en estos años y también por las canciones nuevas”, avisa Juanjo para presentar el espectáculo que monta con Majo Lanzón (voz y percusión) y Maxi Luna (guitarra).
-Se puede resumir con música, ¿pero con qué palabras se sintetizan estos 50 años?
-Sintetizo esto diciendo que pasa del mismo modo que nos transcurre la vida, o sea, sin darnos cuenta. Cincuenta años es una vida. Pensándola y repasando todo lo que pasó es una vida, pero sin pensarla es como si hubiese sido ayer que empezó esta historia. Pasaron como tiro, pero son 50 años.
Pasaron 50 años y pasaron 11 viajes a Japón, 170 discos (solo y acompañando), Europa ida y vuelta, el teatro Colón, la Basílica de Luján, los festivales de tango y folklore del país. Primero fueron Héctor Echagüe, Laborde, Lezica, Alberto Podestá. Hasta que llegó a Caño 14 por tres meses para quedarse ocho años y acompañó a Roberto Goyeneche, a Virginia Luque, a la orquesta de Atilio Stampone. Luego, su romance con el folklore, con el Chango Nieto durante cinco. Luego Horacio Guarany. “Grabé 15 discos con Horacio Guarany. No era guitarrista estable de Horacio pero cuando él tenía que mostrar un espectáculo en serio me llamaba para tocar”, dice orgulloso recordando al Potro.
Juanjo repasa un tiempo forjado a fuerza de cruzar y entrecruzar ritmos y sonoridades, un tiempo en el cual acompañó a diversos artistas: de Horacio Guarany a Diego El Cigala, de María Martha Serra Lima a Alberto Oviedo, de Chango Nieto a Dyango, de Roberto Goyeneche a Andrés Calamaro, de Enrique Llopis a Lalo Shifrin.
Pero cuidado que el hombre no vive de recuerdos. Amasa un disco para homenajear a Guillermo Barbieri, guitarrista de Gardel a quien El Zorzal Criollo le grabó 37 canciones.”Tiene al actor Fernando Caride, a Gabriel Soria (presidente de la Academia Nacional del Tango) y a la locutora Rocío Butera. Ellos recitan las letras y yo toco”, revela. Y se anima a recitar “Pordioseros”: “Cuántas veces en las noches al mirar los pordioseros/Siento en mi pecho una pena que no puedo remediar. Y me acerco a los que dicen, con sus sones lastimeros, el dolor de estar durmiendo junto a un mísero portal”. El tema está fechado, increíblemente, en 1930. “Pensé en hacerlo así porque Gardel, maravilloso, empañó el tema. Y yo quiero resaltar a Barbieri y esa bella letra de Enrique Cadícamo”.
Tirar de la cuerda
Antes de ser Juanjo Domínguez, Juanjo fue un joven, hijo de un panadero, que antes había sido un niño capaz de tomar el instrumento a los cinco años. Por eso años tenía un sueño modesto: quería tocar la guitarra. “No quería viajar ni hacer guita, quería tocar en todos lados”, dice ahora. “Mi viejo rasgueaba un poco la viola y yo me sentaba al lado a escucharlo. Y después me di cuenta de que no lo escuchaba a mi viejo, escuchaba la guitarra. Mi viejo tocaba muy poco y mal, con el tiempo me di cuenta de eso. Pero para mi era maravilloso. Empecé a juguetear con la guitarra de muy chico. A los 12 años me recibí de profesor de teoría y solfeo y empecé a estudiar en el Conservatorio de Banfield.”
El universo de Juanjo es, como el de la guitarra, interminable. En los últimos años, el guitarrista nacido en Junín y criado en Lanús, dedicó discos a The Beatles, Chabuca Granda y Alfredo Zitarrosa, entre otros. Juanjo dice que el disco que mejor resume su trayectoria es “De corazón al pueblo”, que tiene la canción que le escribió Guarany y otras de Nicolás Montenegro y Majo Lanzón, todo musicalizado por Juanjo. El último editado es “Simplemente libre”, que grabó con Sirso y tiene el bajo de éste y la guitarra de Domínguez.
Un sonido propio
Como cuando empuña la guitarra, cuando habla, Juanjo maneja el arte del silencio con maestría. Hace una pausa exacta para enfatizar y cuando quiere muestra una risa pícara que se adivina detrás de su barba.
-¿Cuáles son las cualidades para poder tocar para esos grandes?
-Lo primero es ser hábil con el instrumento y después hay que tener la inteligencia de saber lo que estás haciendo. Si escuchás María Martha Serra Lima, Diego El Cigala, El Chango Nieto, Guarany y te das cuenta de que estoy tocando para ellos. Los colores lo vas poniendo de acuerdo a quien los necesita. No puedo tocar para Guarany, que es más visceral, del mismo modo que si acompaño a Alberto Oviedo o a Enrique Llopis, que son más delicados. Vamos a poner un buen marco para un paisaje pero vamos a ver de qué es el paisaje. No puedo ponerle un marco raro a un paisaje de la provincia de Buenos Aires. Ponerle la guitarra a Horacio Guarany y ponerle la guitarra a Lalo Shifrin es distinto, pero tanto con Horacio como con Lalo vos escuchás y decís “ese es Juanjo”.
-¿Cómo encontró ese sonido propio?
-Esto va saliendo de acuerdo al tiempo. Hay cosas que no se buscan, sencillamente se encuentran. Uno genera el toque de acuerdo a la forma en que vas buscando. “La guitarra es una orquesta en miniatura”, decía Berrios. Son pocos lo que buscan, porque es más fácil tirar para atrás que para adelante, por eso no salen guitarristas a montones. Yo quiero que una guitarra suene como dos o como tres guitarras. Siempre busqué eso. No se si lo logré, pero al menos lo intenté.
El maestro
Brinda clases magistrales individuales a profesores que vienen hasta su casa de Burzaco, al sur del conurbano bonaerense, desde diferentes puntos del país y del exterior. “La clase magistral es una mentira. En esa hora yo te solucioné el tema de una escala, por ejemplo. Pero salís de acá y te encontrás con mil problemas más. No te soluciona la vida una clase magistral pero es una forma de sentirte más libre porque uno a veces se frena en eso y no puede seguir para otro lado.”
Enseña con la criolla “como se debe enseñar”, dice. “Yo me recibí de dactilógrafo con una Remington. Había que hacer caminar una máquina de escribir de esas. Bueno, en la guitarra es lo mismo; la criolla es la guitarra a la que hay que sacarle sonido, tiene muchos colores. Si tocás bien una criolla podés tocar bien una eléctrica”, enseña.
El camino de la calidad
Juanjo se reacomoda en la silla. Abandona el respaldo y se sienta en el borde, con los codos en las rodillas y las yemas de los dedos juntas. Dice. “Es difícil esta carrera. Si la buscás para el lado del aplauso fácil, del éxito y el popularismo en vez de la calidad es más fácil. Pero yo nunca hice eso. Una vez íbamos caminando por la calle con Andrés Calamaro y de 20 personas, las 20 lo conocían a él y cuatro me conocían a mí. Andrés me dijo ´a mi la gente que conoce, pero a vos te respeta”.
-¿Cómo fue el trabajo El Cantante con Calamaro?
-Hay cosas que fueron grabadas aquí en mi casa, con una mesa portátil, yo haciendo un asado y Andrés equivocándose y tocando, probando. Fue medio improvisado y como Andrés se dio cuenta de que a mí mucho no me gustó eso, un día me llamó y me dijo ´tengo algo para vos´; me dio el disco de platino de El Cantante, que ya había vendido miles de copias.
Más información
Juanjo Domínguez
Sábado 2 de diciembre a las 21 en El Padilla,Avenida Meeks 1058, Temperley. Anticipadas a la venta en: www.meticketonline.com. O al 156-992-5084 para retirarlas en Estudio Torba.