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Tal vez, el escenario del bar de Palermo, fue el más adecuado para este cantor que le suma a su ADN de zambas y chacareras, una buena dosis de rock y sonidos de otras zonas latinoamericanas. Antes de su llegada, los Toch aportaron una cuota de “Amor continental”, con temas como “Te fuiste sin saludar” o “Pido que vuelvas”, entre otros. Ellos rompieron el hielo por sobradas razones: Juan Pablo Toch tuvo mucho que ver en el sonido final de este disco reciente, según comentó Raly.
El fin de semana largo entonces mudó algo de Santiago a Buenos Aires: con los acordes de “La niña…”, que nombra a la placa, se inició un show de más de una treintena de canciones y momentos de alta emotividad. Es que el nacido en Frías abre su flamante producción celebrando a su madre y lo cierra recordando a su padre. Las raíces afectivas y musicales le dan una contundencia innegable que se manifiesta en la poesía y en la composición.
“Ahora van a escuchar una chacharera medio irlandesa, que refleja lo que somos como sociedad, cuando el agua está limpia o podrida” explicó antes de “Y seremos agua”. Con la reflexiva “Abre la distancia” Raly se refirió a “cuando tenemos el amor ahí cerca y nos ponemos ciertas corazas para protegernos no sé de qué” Las palmas crecieron al compás de la “Chacarera de la espada”, que el músico dedicó a los jóvenes que “están comenzando a tocar la guitarra y a hacer canciones que es lo que necesitamos”.
En una noche que combinó temas recientes con otros antiguos, el artista describió en numerosas ocasiones, la trastienda de sus obras o de algunas piezas clásicas y también resaltó ciertos dolores de la actualidad que transita el país: “En 1998, participé de un homenaje a Víctor Jara en La Habana. Estaba en mi casa, dispuesto a vivir una semana más, común y corriente y de repente el jueves estaba tocando junto a grandes cantautores y cantautoras de nuestra querida Latinoamérica, y viví unos días de mucha intensidad. Compartí momentos inolvidables para mí, con gente muy querida y admirada. Volví con esta canción, que ve a nuestra tierra, Latinoamérica como una niña de fuego –hermosa, maravillosa- y a la vez herida por tantas injusticias, dictaduras, historias crueles, como la que hoy nos sucede con este pibe, hermoso pibe, que tantos encontramos en el camino como lo es Santiago Maldonado”, expresó y entre los aplausos se oía “Niña fuego de la América sangrada” en uno de los puntos más sensibles del show.
También la huella de Jacinto Piedra se marcó en el aire con el vuelo de “Un pájaro canta”: “es un Bob Marley santiagueño que, lamentablemente, murió muy joven”, indicó Raly sobre su comprovinciano. Y en seguida, se desató un puñado de chacareras y aires de chacareras con “Mujer caminante”, “Gente del campo” y “Amiga tierra querida”, por mencionar a algunas.
Por otra parte, y como primera invitada de la noche, Milena Salamanca se sumó a “Tu memoria y tu mañana” y en seguida sello del Perú se hizo presente con una versión de “El surco”, de la inolvidable Chabuca Granda. Luego, Milena tomó prestado el escenario para entonar la profunda “Vidala del sol”, que fue festejada con el favor del público.
No faltaron los clásicos del Raly entre las novedades: “Si acaso vuelves”, “Cuarto menguante”, “Niña luna” y “Zamba y acuarela” fueron entonadas por los asistentes de principio a fin. Un continuado de chacareras transitó diversos clásicos y a “Circo criollo” le siguieron “La atamisqueña”, “Chacarera del exilio”, “Tata Nachi” y la “Chacarera del sufrido”, entre tantas.
“Ayer vino Micaela Vita. Hay gente a la que uno quiere mucho y con la que comparte la familia del corazón. Estamos medio lejos. Venimos poco a Buenos Aires, pero cuando lo hacemos es hermoso, y yo quiero cantar con los amigos. Tengo uno con el que nos conocemos de la música, pero también del deporte. Viene de la familia basquetbolera y su padre fue uno de los próceres del básquet argentino, aparte de ser un gran cantor”, apuntó y a dúo con Gustavo Chazarreta, vibraron las notas de “En una zamba”.
Raly interactuó con una banda sin fisuras y combinó la música con la palabra ante un público atento que escuchó cada relato y cada melodía: “Una vez, en Unquillo, estaba en la casa de un amigo que, con su compañera, tiene un changuito de tres o cuatro años y hacía poco que se había ido mi madre. Entonces hice toda una simbiosis con mi infancia y fue el disparador para escribir esta canción”, detalló como entrada para “Hijo de ayer”.
El encuentro llegaba de a poco a su fin con la simpleza de “Siete palabras” o la redención de “Esfera del Cristal” dedicada al padre de Raly “él se fue cuando yo era changuito, reconstruí como una película para hacer esta canción” dijo, en un instante conmovedor.
Los bises resonaron con “Alma de rezabaile” y la Telesita como “parte de la mitología santiagueña”, y con el manifiesto que implica “Somos nosotros”. Encontrarse con Raly y su coherencia es necesario en los tiempos que corren. Porque sus canciones son, como la niña y madre de su disco, parte del andamiaje fundamental de nuestro folklore y sus fronteras infinitas.