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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA

El creador de los discos Navega y Pequeños mundos -entre otros- se presentó en un concierto gratuito en el barrio de La Boca y conmovió a los presentes con la profundidad de sus canciones.


Fotos: La Usina del Arte

30/08/2017

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En esta era de estridencias, donde la moda pareciera ser acelerar todas las músicas, escuchar a Jorge Fandermole es –tal vez como una de sus canciones más emblemáticas- un remanso, un manifiesto de poesía y melodías que van por el necesario carril de la intensidad más sutil.

Mientras Boca jugaba en la bombonera, muy cerca de allí, en La Usina del Arte, el rosarino –que debutaba en ese escenario- desplegaba sus melodías en una noche inolvidable. “Estamos muy felices de tocar acá. Queremos agradecerles a ustedes por el recibimiento y al personal que trabaja acá, porque son gente de primera”, señaló tras la ovación que antecedió a la potencia de “Aquí está la marcha”. En seguida, con versos que juegan como Lorca o Machado con el satélite de la Tierra, presentó “Alunados”: “Alzan su plegaria de desesperados/ para que la luna los lleve a su lado/para sepultar aquí en tierra plana/ sus padecimientos que la luna sana” describe el tema que abre “Fander. Disco I” que se cruza con las notables líneas melódicas de Marcelo Stenta en guitarra. Luego “Lo que usted merece” apareció como un arrullo, mientras algunas parejas se abrazaban, como acariciados por la música, desde distintos lugares de la platea.

“Diamante” traspasando nombre fue un constante latido que conmovió a la sala, con interesantes cambios de fraseo respecto de la versión de estudio. A eso sobrevino la hondura de “Solo” una valiosa postal del desamor. En seguida “Cabo de Santa María” mostró la consistencia del oriundo de Granadero Baigorria, Fernando Silva (en bajo, contrabajo y violoncello) Juancho Perone (percusión) y Stenta.  

“Hay un escritor que yo admiro mucho, no importa tanto eso como que lo admiramos todos. Tiene una obra importantísima, tanto de ficción como de ensayo: Juan José Saer. Me tomé el atrevimiento de, a través de una novela suya, componer una canción”, dijo, y se sembraron los acordes de “El limonero real”.  

“El cantar del viento”, “Agua dulce” –tras la posta de Aníbal Sampayo y otros próceres del Litoral- , cada canción era un mar de aplausos que resonaban en el Auditorio de la Usina. Es que, a pesar de las dimensiones de la sala, absolutamente colmada, este hacedor de melodías y sus compañeros son capaces de generar la intimidad del hogar, de lo cotidiano, lo propio y -a la vez- colectivo.  

Con aires folklóricos ya instalados en la reunión, la chacarera “Corazón de bombisto” que recuerda a Raúl Carnota fue palmeada por los presentes de principio a fin. Por la senda de las bien entendidas obsesiones yupanquianas, y aunque con tímbricas distintas, continuó la latinidad de “Guitarra” para marcar los primeros 60 minutos de un show con interesantes matices. 
 
La chacarera volvió a encenderse con la incandescencia de “La luminosa” y el fragor del público que respondió con palmas a cada golpe de parche. Entonces, el homenaje al idioma español, su cultura y su complejidad llegó con “Hispano”, que conjugó el formato canción con el landó. Tras una sentida y cebrada versión de “Sueñero” y la cotidianeidad de “El amor en la cocina”, el músico agradeció a los asistentes y presentó a su banda. “Yo soy Jorge Fandermole, estoy en el barrio de La Boca, ¿dónde está Santiago Maldonado?, preguntó en referencia y reclamo por el joven desaparecido desde el 1 de agosto tras la represión en Cushamen, Esquel y fue ovacionado el público.

Los bises signaron el final de un concierto que se extendió por más de 90 minutos y concluyó con la sensibilidad de “Cuando” y “Canto versos”: “donde agoniza un ángel guardián /y se nos pudre el agua y el pan /yo canto versos del corazón /y los enciendo en una canción” explica Fander. Será que sus canciones son como lámparas que irradian esa tibieza tan necesaria en los tiempos áridos, tan propia de la música genuina, que es transformación. Porque, sin dudas, después de escuchar a Fandermole, nadie puede permanecer igual. Y el alma se nos modifica con su llamado de música.


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