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El viernes a la noche y ante una colmada Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Adrogué, al sur del conurbano bonaerense, Teresa Parodi y Marian Farías Gómez presentaron un espectáculo con la marca militante de ambas y con la calidad intacta de dos referentes de la música popular argentina, que casi sin querer fueron encadenando canciones por turnos hasta completar una hora y media sin cortes, impecable e intensa ante un público fervoroso que no terminaba de despedirlas.
Apenas puso un pie en el escenario, Marian Farías Gómez, fiel heredera de una familia a la cual el corazón le repica en el pecho, saludó con los dedos en V y enseguida empezó el canto de un público militante como ella y Teresa. El “oh, vamos a volver, a volver, a volver, vamos a volver” aflojó las tensiones del inicio y marcó el pulso de lo que vendría: un puñado variopinto de canciones urgentes que no esquivan ningún aspecto de la realidad. Por el contrario, se meten en ella desde la única óptima posible para ambas; la mirada del pueblo.
Auspiciadas por el Instituto Patria, empezaron a duo con “La Añera”, la perla de Atahualpa Yupanqui y luego la escena se trasladó a Marian para “Aquellas pequeñas cosas”, que cantó afinadísima. Con la chacarera “Me dicen la carbonera” (de los hermanos Díaz) y el golpe al legüero se insinuaron las primeras parejas bailando en el pasillo, en las penumbras de una sala casi colmada a pesar del fin de mes.
“La historia pasa por ustedes y por nosotros”, dijo Marian para preludiar “Señales de vida”, a cargo de Teresa, con la gente coreando cada parte de la letra: “Canto, doy señales de vida como naciendo/Doy señales de vida mientras espero/Que me dé sus señales, sus benditas señales de vida el pueblo”. Tras la ovación de la gente contó la historia de aquella maestra correntina que vio al borde del Paraná y cantó “La Negra Eulogia” esa mujer que le marcó a ella su camino en la docencia, que Parodi ejerció antes del artístico.
A María Elena Walsh (“una compañera que estuvo equivocada y luego se dio cuenta”, dijo Marian) la homenajearon con “Serenata para la tierra de uno”. Y luego Teresa cantó casi con dolor “El otro país”, esa hermosa pintura de la gente de a pie.
A veces con el bellísimo piano de Paula Suárez (ex Aymama), otras con la guitarra con la cual Parodi luchó para mantener afinada por el cambio de temperatura, el duo se hizo trío y se complementó entre la canción de grandes historias de Teresa y las pinceladas de Marian, que se descolgó con Luis Alberto Spinetta (una extraordinaria versión de “Plegaria para un niño dormido” que arrancó las lágrimas de varios) y dos tangos (“Grisel” y “Cafetín de Buenos Aires”, de su disco más reciente). “Es por culpa de esta señora que he grabado mi disco de tango, el que creo que es el mi mejor disco”, dijo la hermana del Chango Farías Gómez y avisó que en esta etapa de su carrera canta las canciones que tiene ganas de cantar.
Antes de la joya de Spinetta Teresa cantó “Tarumba”, la historia del niño negro (“Ningún nace feo ni nace malo”, cantó) y dijo: “Parece mentira que tengamos que seguir hablando de esto”.
En el diálogo que fueron tejiendo las artistas se respondían con canciones. Teresa cantó aquella que compuso cuando puso un pie en Buenos Aires y la gran ciudad era todavía inabarcable; el gran chamamé “La changa de los domingos” (la que reza “nunca afloja un correntino”) y entonces arrancó un sincero y profundo sapucay para responderle al segmento de tangos de Marian.
Farías Gómez dijo que habían preparado el espectáculo hacía un rato. Teresa soltó: “Ya estamos preparadas porque hemos caminado y caminamos la patria honda y les venimos a decir que sostenemos vivas las palabras y los sueños aunque los quieran pasar por arriba con una topadora”, dijo en alusión a los tiempos políticos que corren para diferenciarlos “de esos hermosos 12 años”.
Cerca del final, mientras una señora le pedía “La canción es urgente”, un señor se arrimó la escenario y pidió: “Canta compañero”. Teresa dijo: “Que bella palabra compañero” y la gente la aplaudió otra vez. Claro que la cantó, Parodi y todos, que la aplaudieron de pie.
La “Chacarera del rancho” y “La de los angelitos”, otra vez con Marian en el golpe del bombo con el cual parece resumir el grito de la tierra, animaron a las parejas que ya bailaban a pie suelto en medio de la sala. “Que no nos quiten la alegría”, imploró Marian dijo en alusión al gobierno nacional. Y antes de cantar la de Adolfo Ávalos y Soko Díaz dijo con cariño: “Cómo me voy a reir, la correntina cantando una chacarera”. No pudo. Teresa la cantó como si hubiera nacido al borde del Misky Mayu.
Con “Esa musiquita” y un público de pie cerró un encuentro entre dos talentos que han andado cientos de caminos de la mano de esas canciones que siguen siendo a pesar de los años un testimonio vivo de tantas personas; una bella forma de resistir.