Como un patio santiagueño, el asfalto de la porteña avenida Corrientes contuvo los sonidos del bombo de Eduardo Mizoguchi y los tacones de Juan Saavedra. En el último minuto del sábado 1 de septiembre, Los Carabajal volvían a ser Santiago del Estero, a ser chacarera. Musha, Kaly, Walter y Carlos Cabral, la punta actual de un ovillo que iniciara Agustín junto a Carlos, Cuti y Kaly, de fiesta, la que de vez en cuando hace falta en Buenos Aires, terminaban la celebración que había comenzado allá por las nueve de la noche, desde los pasillos del Teatro Opera y se extendía por más de dos horas, hasta perderse en la escena del principio de este relato. De punta en blanco los cuatro, más los músicos estables Andrés Simón y Carlos Enrique Carabajal, de invitado Eduardo Mizoguchi y Juan Saavedra junto a Sandra Farias en danza, la última formación del grupo salió a escena. La primera parte trajo los sonidos de los comienzos, años sesenta, guitarra y bombo, y el homenaje a la tierra natal. Así pasaron “La Telesita”, “Ciudad de la Banda” –la pantalla de fondo reflejaba a don Carlos Carabajal paseando en su auto por la ciudad y los aplausos sonaron fuerte en el teatro- “Juan del Monte”, “Fiesta grande en Santiago”, “Salavina”, “El Coyuyo y la Tortuga”, “Tata Nachi”, “Pampa de los Guanacos”, “La Olvidada”, “A Don Ponciano Luna”, “Alma de Rezabaile”, “Tacita De Plata”, “La Rubia Moreno”. Un capítulo aparte merece la danza de Juan Saavedra, “el bailarín de los montes”, que en cada canción puso su cuerpo y alma con la expresión corporal, junto a un grupo de bailarines comandados por Sandra Farías y un cuarteto de percusionistas, que agregaron sonidos del monte a la noche. La renovación del grupo en los años ochenta estuvo presente en esta especie de “show conceptual”, en “Como Pájaros en el Aire”, “Perfume De Carnaval”, “Hermano Kakuy”, “Como Arbolito En Otoño”, “Amor en las Trincheras”, “Camino al amor”, “Cien años de Chacarera”, “Chacarera del Patio” y “Mi Abuela Bailó La Zamba”. Y detrás los primeros invitados de la fiesta: Roxana, sangre joven de la familia, con “Digo la Telesita”, de Marcelo Mitre; Peteco -el más ovacionado- con “Añatuya”, un homenaje de Homero Manzi a su ciudad natal; Mario Álvarez Quiroga en “Penas y Alegrías del Amor” sobre un poema de Rafael de León; Facundo Toro, “Cielito Mío” de su padre Daniel; y Néstor Garnica con “La Fiesta del Violinero”, como parte de su homenaje a los artistas. Este fue el nexo hacia los tiempos actuales, con Carlos Cabral como primera voz, y una versión de “El Antigal” que erizó la piel. Un cumpleaños sin torta no es tal y si tiene forma de bombo, resulta interesante, pero más aún si va acompañada del homenaje del gobierno de Santiago por el aporte cultural y los años de trayectoria. La fiesta continuó con la invitación al baile de “Embrujo de mi Tierra”, “Desde el Puente Carretero”, “La Estrella Azul”, “Añoranzas”, Y más, mucho más. Todo lo que la “imaginaria carabajal” incluye, estuvo presente el sábado 1º de septiembre en el Teatro Ópera. El ángel de los que no están pero siguen presentes en los versos; la magia del embrujo del que habla la canción y que vive en los sonidos del zapateo de los Saavedra y las gargantas de cada integrante de esta familia, que esta ahí presente cuando hablamos de folklore argentino, de tradición, y de noches azules con patios de chacarera.